Escribe BALTAZAR RUÍZ
Aun me cuesta un poco moverme, así que deberás perdonar mi torpeza. Verás, bajo mi abrigo, carente de órganos, mi cuerpo se tambalea sostenido apenas por un par de huesos y tendones. Ah, es realmente difícil contar estas cosas cuándo siento este vacío en la panza. ¿Es mi imaginación o hace frío? ¡Qué más da! Ese día, eso sí lo recuerdo, bajaba por la calle muy inclinada que va a parar a la carretera seis seis, cuándo perdí el control del coche, ¡pesado de imbécil que fui al no tomar el tren! Por suerte, el golpe que me destrozó la cabeza fue suficiente para matarme de inmediato. ¡Ah! ¡recién ahora descubres la razón por la cual llevo sombrero dentro de la cabaña!
Me desvío del tema, perdonad. Cerré los ojos ante mi muerte, pensando en no abrirlos nunca, no obstante, a la luz de una lámpara, mis córneas ardieron, despertándome del que pensé que sería mi sueño eterno. Mi sorpresa apenas comenzaba. Logré entender donde me encontraba, cuando una muchacha vestida de blanco, mascarilla y guantes, se acercó a realizar un par de cortes. No sentía nada, por lo que mantenerme inmóvil no era un gran reto.
Al ir ella a otra sala, dejándome solo. Me senté sobre la mesa de autopsias, mis órganos habían sido removidos. Cosa triste, siempre me vi como alguien de buen corazón. La médico entró luego de un rato, reflejando en su rostro una mueca de desconcierto total. Sin más que decir, en un arrebato de singular elocuencia, solo atiné a pedirle el cigarrillo que tenía en la boca.
Total, pulmones ya no tenía, el temor al cáncer que me mantuvo alejado al tabaco tantos años de difuminaba justo a cada exhalación de humo. Placer que ahora me arrepiento no haber disfrutado.
Escribe VANESSA GO
Me encontraba en la sala de autopsias junto al que hasta hace unas horas era un ser humano como yo, pero esta vez pasaba algo diferente. Nunca hasta ahora en mis años de experiencia en la profesión ni en ningún manual de medicina forense me había encontrado con un caso como el que tenía delante de mis ojos. Tenía a un cadáver sentado sobre la mesa y me acababa de pedir el cigarrillo que sostenía entre los labios.
Se lo pasé absorta en la confusión y fumó. Contemplé como el humo del tabaco entraba y volvía salir por la boca, aunque ya no tuviera pulmones puesto que le habían sido eliminados durante la autopsia.
Acto seguido atravesé la sala y salí por la puerta por la que había entrado hacía unos minutos, la puerta que daba a la cabaña. Lector y Anciano me esperaban junto a la hoguera que chisporroteaba vivamente. Saludé a anciano y me senté junto a Lector para explicarle lo que acababa de sucederme.
El muerto salió entonces por la puerta caminando con andar algo torpe y todos se quedaron observando a esa figura desnuda, pálida y llena de costuras a la que había dado mi cigarrillo. Se quedó parado unos instantes y después siguió avanzando hasta el lugar en el que nos encontrábamos.
Entonces, el cadáver vino a sentarse junto a mí y con voz carrasposa pidió comida y vino. El resto de gente del lugar no sabían muy bien cómo interpretar semejante escena.
¡Amigos! ¿De qué se extrañan? ¡Bienvenidos a la noche de Halloween! –dijo anciano animando al resto de los invitados a ocupar sus asientos en la mesa.
FIN
de la sexta y última historia
... No dejes por ello de leer el epílogo de Vlad Strange...
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monstruos, desesperación esperanza angustia y dolor, proyecto de colaboraciones
Editado: 15.01.2020