El Océano En Tus Ojos.

XV

Quizás fueron las palabras de Poseidón, o la mirada de Ícaro, pero Asher de sentía aturdida. Descolocada.

 

—¿Qué? —El dios se alejó de la confundida muchacha y pronto hizo el templo volver a la normalidad con un golpe en el suelo de su tridente. Asher se tomó unos segundos de admirarlo, era dorado y aún más grande que el suyo.

 

—Pronto lo entenderás todo, mi pequeña —Poseidón se acercó a su hermano y con el mismo movimiento que su hija, apuntó a la garganta del dios Hades y lo obligó a ponerse de pie con la afilada punta del tridente a una distancia mínima de su barbilla.

 

—No olvides nuestro trato, hermano.

 

—No lo haré —apartó el tridente y dejó a su hermano mayor respirar sin dificultades—. Por eso, a pesar de tu falta, te perdono. Estás invitado está noche a la gran bienvenida de nuestra Adara.

 

—Anfitrite estará más que contenta —pronunció entre dientes Hades, conteniendo su furia contra su hermano—. Mi esposa y yo estaremos ahí, puedes estar seguro.

 

—Hermano, me llevaré a mi hija y mensajero —caminó de regreso a donde estaba Asher, Ícaro se acercó al momento, reverenció al dios y se atrevió a decir algo.

 

—Mi señor, he cumplido con mi laboriosa misión.

 

—Esto lo resolveremos en mi templo, Ícaro —con su tridente, abrió un portal en medio del salón de Hades, pero no era ni remotamente parecido a los hechos por Hermes con anterioridad. Este era como un espejo, pero del otro lado mostraba un océano tranquilo, sin olas ni movimientos violentos.

 

Poseidón tomó la mano de su hija y la invitó a pasar después de él. Asher trató de ocultar sus acciones y tras de ella tomó la mano de Ícaro para seguir avanzando junto a su tridente. El par no se preocupó mucho por Deméter, había abandonado el templo apenas había aparecido Poseidón; cruzaron el portal, temiendo hundirse en el océano pero este no era muy profundo o realmente algo los sujetaba, pues el agua apenas les cubría los pies. Poseidón agitó el tridente por encima del agua y ésta se abrió mostrando unas escaleras color marfil con un número que parecía ser interminable de escalones.

 

—No temas, estás en casa.


[ × × × ] 


Hermes, Eros y Ares llegaron al inframundo exaltados y cansados. Necesitaban encontrar a Ícaro, Asher y Deméter cuanto antes.

 

—Nos tomará una eternidad llegar al templo —Ares trataba de estabilizarse y respirar con normalidad—. Hermes, abre un portal que nos lleve hasta Hades.

 

—No puedo. Jamás he estado aquí.

 

—¿Y eso qué significa? —Hermes rodó los ojos como si hubiera dicho algo que fuese obvio.

 

—Pará llegar a un lugar, necesito haberlo visto antes, al menos una sola vez, y considerando que nadie viene al inframundo como un maldito turista —cruzó ambos brazos en su pecho y redujo la velocidad en sus pasos—. Además, podríamos ser castigados por tratar de evitar a Caronte.

 

—Pero debemos advertirles —el trío se detuvo en medio del camino y trataron de pensar en una forma de llegar antes al templo, claramente, estando ahí parados no lo harían y Eros no dejaba de pensarlo, pero sus compañeros de viaje parecían no entenderlo.

 

A lo lejos, bajando de la barca del río, la diosa pudo ver a alguien. Deméter estaba sola y no había rastro de los mortales por ningún lado. Eros corrió hasta llegar a su lado y no tardó en comenzar a cuestionarla.

 

—¿Qué ha pasado?, ¿dónde están Ícaro y Asher?

 

—Es complicado —tiró de su cabello hacia atrás y miró a la diosa con problemas ocupación—, ¿qué ha pasado con tu madre, la encontraste?

 

—Es complicado —respondió Eros de igual manera pero decidió no darle más vueltas al asunto y responder—. Llegamos al templo de Atenea, mi madre estaba ahí, le dimos el antídoto... Y desapareció, junto al muchacho.

 

—¿De la nada? —Eros asintió— ¿Atenea?

 

—Por eso hemos venido hasta aquí —ahora respondió Hermes, uniéndose a la conversación con Ares detrás de él—. Hay algo malo sucediendo en el Olimpo, y me refiero a algo realmente malo.

 

—Explicate.

 

—Buscamos a Atenea por todo el templo, no estaba; fuimos con Hefesto, tampoco; Hestia, Apolo, Artemisa, Dionisio, ninguno en su templo.

 

—Mi madre se esfumó como vil polvo frente a mis ojos y ni siquiera sé el porqué.

 

—Hay algo más que deberían saber —Deméter avanzó y los dioses la siguieron, atentos a lo que sea que pudiera decir—. Sucedió algo en el templo de Hades que jamás me hubiera imaginado.

 

—¿Ellos están bien? —preguntó preocupado Hermes, Eros rodó los ojos pero el dios lo dejó pasar.

 

—Perfectamente, de hecho. Sólo que Asher no era lo que pensabamos.

 

—¿A qué te refieres?

 

—Poseidón la buscaba porque es su hija —Hermes torció el rostro en confusión, Eros estaba igual, sin embargo, Ares no parecía afectado—. Tú lo sabías.

 

—No, ni remotamente. Su rostro me era familiar, la llamé por un nombre del cual ni siquiera tengo memoria pero estaba ahí en cuanto la miré a los ojos —admitió Ares.

 

—¿Dónde están ahora?

 

—Se han ido con Poseidón. Escuché que planea algo para esta noche en su templo, invitó a Hades.

 

—Debemos darnos prisa y llegar ahí, no sabemos que demonios esté pasando ni que planeen pero no debemos dejar que esto pase, tenemos que encontrar a los olímpicos faltantes y terminar de una vez por todas con tantos secretos.

 


 


—Este solía ser tu hogar —habían llegado al templo en cuestión de minutos, las escaleras no eran como las había imaginado, eran una ilusión para cualquier intruso que planeara interrumpir en el reino del dios de los mares sin su consentimiento—. Esta será tu habitación, aquí podrás esperar mientras llegan todos nuestros invitados.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.