Esto no es una historia de amor fácil.
Es una guerra fría disfrazada de rutina laboral.
Una historia de poder, deseo, orgullo, heridas viejas y sentimientos que arden bajo la piel.
Prepárate para reír, para rabiar, para gritarle a la pantalla, y por qué no... para enamorarte un poco del ogro también.
Es un inicio
—¡Olivia! —escucho el grito de mi jefe ni bien las puertas del ascensor se abren.
—¿Qué estoy pagando? —digo mirando al techo—. Tan temprano y ya gritando - Entro a su oficina sin apuro.
—¿Qué? —grita, haciendo que me tape los oídos—. ¿Por qué llega hasta esta hora? —gruñe, golpeando el escritorio.
Me cruzo de brazos y lo miro con la ceja levantada.
—Joven Isaac, es mi horario de entrada - Se deja caer en la silla.
—No estoy de humor, Olivia —su tono es amenazante—. ¿Dónde está mi desayuno?
—No sé —sonrío mirando la puerta—. Lo que sí sé es que su novia número ocho acaba de llegar.
Se levanta de un salto y cierra la puerta.
—deshazte de esa mujer - dice cerrando la puerta.
—Le repito por última vez, ogro —se gira y quedamos frente a frente—: no voy a mediar entre usted y sus mujeres. Ya no - Se cruza de brazos.
—Entonces renuncia
Ruedo los ojos, entro de nuevo y abro la puerta.
—Tendrá mi carta en una hora, ogro.
Salgo azotando la puerta, haciendo que la jovencita que espera afuera pegue un salto.
— Años aguantando a un hombre tan despreciable... —suspiro, prendiendo mi computador—. Si tiene la oportunidad, busque otro. Este —señalo la oficina— no sirve.
—¡Olivia! —grita Isaac. La chica vuelve a sobresaltarse.