El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Prólogo: El Fuego de la Venganza.

​El agua fría y salada del Atlántico abisal azotaba el rostro de Victoria Aelarion. El pulso electromagnético generado por la implosión de Arcadia la había arrojado lejos, pero no la había matado.
​Estaba a bordo de un submarino de rescate unipersonal, una cápsula de escape de lujo que había escondido para una emergencia. En el pequeño habitáculo, Victoria se arrancó los restos de su traje de asalto destrozado. La sangre goteaba de un profundo corte en su frente, justo donde Kira Rourke había golpeado su visor. La herida ardía más por la humillación que por el dolor físico.
​Victoria encendió el panel de navegación. El submarino de bolsillo era rápido, pero su arsenal era nulo.
​—El Cónclave está terminado —murmuró con una voz raspada por el odio—. Los Ancianos... han pagado por su debilidad.
​Pero la rabia de Victoria no estaba dirigida solo a sus antiguos líderes. Estaba dirigida a los dos traidores que habían destruido su destino.
​—Elías. Kira. Lo han perdido todo. Y ahora, yo se lo quitaré todo a ellos.
​Victoria abrió un compartimento secreto. Dentro, no había armas, sino un relicario de Oricalco. Al abrirlo, se reveló un fragmento brillante de metal atlante, un trozo de la Matriz de Engranaje Dormido que Nido había tocado en la Fosa de las Sombras.
​El fragmento pulsaba con energía verde y morada. Victoria lo tomó con un cuidado reverente.
​—Elías creyó que al destruir el Generador había salvado el mundo. Pero al hacerlo, despertó la clave —dijo Victoria, su voz volviéndose una promesa helada.
​Ella colocó el fragmento en la consola de navegación. La pantalla, antes llena de datos técnicos, mostró una imagen: el mismo símbolo que había aparecido en el pergamino de Vance, un ojo estilizado dentro de una espiral, brillando con un poder maligno.
​—El Ojo de Aelarion. El verdadero centro del Legado. No es un arma, es una llave a la memoria de la Atlántida —susurró Victoria, con una sonrisa demente—. Elías quiere ser el guardián. Yo seré la dueña.
​Victoria ajustó el rumbo de su submarino. Ya no iba a huir. Iba a la caza.
​—Kira Rourke, Capitana. Elias Vance. Disfruten de su silencio y su paz. Porque desde este momento, cada paso que den en el mundo, será un paso hacia mi venganza. Y yo, solo acabo de empezar.
​El pequeño submarino se hundió más en las profundidades, la figura de Victoria Aelarion, consumida por su sed de poder y desquite, se convirtió en una amenaza silenciosa que cruzaba los océanos.




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