El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Capítulo 3: El Avispero de Belice.

​El Aterrizaje Forzoso.
​El Fantasma II descendió sobre la penumbra de la jungla de Belice. La base de repostaje, conocida como "La Guarida del Puma" en los archivos de El Cónclave, no era más que una pista de aterrizaje de asfalto oculta entre el denso follaje y una única nave nodriza abandonada.
​—Elías, prepárate. Este lugar es un nido de víboras. Agentes durmientes de El Cónclave lo han controlado durante años —advirtió Nido, mientras ajustaba los controles para el aterrizaje automático.
​Kira ya se había puesto su equipo táctico y sujetaba su rifle de asalto. La adrenalina del enfrentamiento aéreo aún corría por sus venas.
​—Si Victoria sabía de nuestra ruta, sus agentes estarán aquí esperando que nos arrastremos a la trampa.
​Vance asintió, tomando su arma. Ya no era solo el profesor; la necesidad de proteger el Pergamino de Metal y a Kira lo había transformado en un guerrero práctico.
​El jet aterrizó con un chirrido de neumáticos. Nido abrió la compuerta de carga y una ráfaga de aire cálido y húmedo, con olor a tierra mojada, invadió la cabina.
​—Tenemos 20 minutos para repostar el combustible crítico. Y necesito 10 minutos para recalibrar los motores después de ese pulso de Oricalco —anunció Nido, saliendo con su equipo de diagnóstico.
​Los Cazadores Ocultos.
​Kira y Vance se movieron como sombras. La oscuridad de la jungla era opresiva, solo rota por las luces tenues del jet.
​—Elías, vigilancia en la zona de carga. Yo revisaré la nave nodriza. Si hay un arsenal, lo necesitamos —dijo Kira.
​Mientras Vance se cubría detrás de un montículo de cajas oxidadas, Kira se deslizó hacia la nave nodriza abandonada. Dentro, el aire era espeso y mohoso. Encontró lo que buscaba: un pequeño alijo de explosivos C4 y dos pistolas de alta cadencia.
​Pero no estaba sola. Una sombra se movió en el extremo del pasillo. Era un hombre grande, vestido con ropa de camuflaje, que llevaba el tatuaje de un halcón—el símbolo de los sicarios de El Cónclave.
​—Victoria Aelarion manda saludos, Capitana Rourke —gruñó el hombre, levantando un rifle.
​Kira se agachó. El tiroteo estalló en la oscuridad de la nave nodriza. La ráfaga de balas rasgó el metal y el hombre disparó con una precisión letal.
​La Distracción de Vance.
​Mientras Kira se enfrascaba en el tiroteo, una camioneta chirrió al llegar a la pista, iluminando a Nido que estaba conectando las mangueras de combustible al jet. La camioneta estaba llena de mercenarios.
​—¡Fuego! ¡Cubran al técnico! —gritó Vance.
​Vance abrió fuego, forzando a los hombres a buscar cobertura. Estaba solo y en inferioridad numérica. Recordó las viejas lecciones de combate de Victoria, usándolas contra sus propios agentes.
​—¡Nido, quédate abajo! ¡El jet es el objetivo!
​Vance sabía que no podía ganar el tiroteo. Necesitaba una distracción. Usó el Núcleo de Oricalco sellado que llevaba. Lo arrojó contra un pequeño generador eléctrico que alimentaba las luces de la pista.
​El pulso del Oricalco no destruyó el generador; lo sobrecargó. Una explosión de luz azul envolvió la pista. Los mercenarios gritaron y quedaron ciegos por la sobrecarga lumínica.
​Escape a la Jungla.
​En la nave nodriza, Kira aprovechó la confusión. Se lanzó sobre el sicario, usando su cuchillo de combate. El agente de Victoria cayó. Kira regresó corriendo a la pista.
​—¡Nido! ¡Estado del combustible!
​—¡Listo! ¡Tanques al 90%! ¡Motores calibrados! —gritó Nido.
​Los mercenarios, recuperándose de la ceguera temporal, abrieron fuego de nuevo. Las balas rebotaban contra el fuselaje del jet.
​Kira y Vance saltaron a la cabina. Nido ya estaba en el asiento del piloto.
​—¡Sujétense fuerte!
​El Fantasma II rugió. Nido no se molestó en usar la pista; forzó el jet a ascender verticalmente, rompiendo varias ramas de la jungla. En segundos, el jet estaba de nuevo en el aire, volando bajo y rápido hacia el oeste, en dirección a Yucatán.
​Kira miró hacia atrás. Abajo, en la pista, los mercenarios habían fallado. Pero la rabia de Victoria era tangible.
​—Victoria sabe a dónde vamos. Esto no fue una emboscada; fue una declaración —dijo Kira, con el rostro serio.
​Vance, agotado, miró el Pergamino de Metal. La carrera hacia el Ojo de Aelarion acababa de volverse una cacería mortal.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.