Descenso a la Oscuridad.
Con el Guardián Sónico deshabilitado, el descenso al Cenote del Jaguar fue silencioso y arduo. La soga se deslizaba por las manos de Kira mientras el equipo descendía los cien metros verticales hacia el agua negra.
Una vez abajo, la luz era mínima. El aire era denso, saturado de minerales y el olor a humedad antigua. El agua que llenaba el fondo del cenote era tan oscura que parecía mercurio.
—El agua es la entrada al complejo de cuevas. El Pergamino ya no funciona, pero esta es la ruta —dijo Vance, encendiendo las luces de buceo.
Kira y Nido se pusieron sus equipos de inmersión ligera. El peligro no era la profundidad, sino la claustrofobia y la posibilidad de que Victoria hubiera dejado una trampa en el agua.
—Elías, te quedas en la cornisa. Cuida los artefactos y cubre la entrada —ordenó Kira—. Nido y yo entraremos en el agua.
El Túnel del Tiempo.
Kira y Nido se sumergieron en el "Espejo Negro". El agua estaba fría. La visibilidad era casi nula, limitada a los haces de sus focos. Nadaron a lo largo de las paredes de la caverna, buscando la abertura que Vance había indicado.
Nido consultaba un escáner de sonar de baja frecuencia. —El túnel está a 30 metros, Capitana. Parece ser una fisura natural que fue modificada con Oricalco.
Al llegar a la fisura, el haz de luz de Kira reveló algo que detuvo su corazón: marcas de cortes limpios en la roca que bordeaba la fisura. Demasiado precisos para ser geológicos.
—Victoria ha estado aquí —murmuró Kira por el comunicador.
Siguieron las marcas y entraron en un túnel sumergido más ancho, lleno de raíces colgantes y sedimentos. Después de un agotador nado de veinte minutos, el techo se elevó. Salieron del agua hacia una gran caverna seca.
El Mensaje en la Piedra.
La caverna era inmensa, un vestíbulo natural que los atlantes habían convertido en un templo. Estatuas monolíticas con rostros mitad atlante, mitad jaguar, se alineaban en la pared. En el centro, había una estructura que parecía un altar de sacrificios de piedra pulida, con un brillo verdoso.
Nido escaneó la sala. —Esta es la antecámara del Templo. La ruta hacia el Ojo de Aelarion debe estar aquí.
Kira se acercó al altar de piedra. Estaba diseñado para albergar algo esférico y grande. En la parte superior, grabada a fuego en la piedra, había una única runa fresca.
—No es una runa antigua —dijo Kira, tocando el símbolo. Estaba caliente al tacto.
Kira le envió la imagen de la runa a Vance a través de un enlace de datos encriptado.
Vance, en la cornisa del cenote, tradujo la imagen al instante. Su voz sonó tensa por el comunicador.
—Kira, es una runa de su propia creación. 'Venganza'. Es la firma que dejó en los mercados de valores, pero con una adición. Significa: 'Lo que buscáis, ya no está aquí'.
Victoria no solo había llegado primero; había tenido tiempo de mofarse de ellos.
La Trampa del Vacío.
De repente, el aire se volvió denso, con el mismo olor a ozono y combustible que Kira había olido en el submarino de Victoria. La luz se extinguió.
—¡Es un gas! ¡Es anestésico! —gritó Nido, intentando ponerse la máscara de oxígeno.
Kira sintió que sus músculos se debilitaban. Intentó advertir a Vance, pero su comunicador se llenó de estática. El techo de la caverna comenzó a vibrar.
—¡Es una trampa de vacío! ¡Está sellando la entrada! —dijo Nido, cayendo de rodillas.
Kira luchó por mantenerse consciente. Vio una sombra grande y familiar descender rápidamente por la soga que ellos habían usado, ya que el gas no la afectaba. Victoria estaba esperando fuera. Había visto a Vance y los había sellado dentro de la cueva.
Kira cayó al suelo. Su último pensamiento fue para Vance, que ahora estaba solo, arriba, enfrentándose a la furia de su prima.
El mundo de Kira se volvió negro.