El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Capítulo 6: El Duelo en el Cenote.

​La Furia de la Traición.
​Elías Vance vio el humo espeso del gas anestésico salir por la fisura del cenote. Intentó gritar el nombre de Kira por el comunicador, pero solo obtuvo estática. Estaban atrapados.
​Victoria Aelarion emergió de la espesura, su rostro ensangrentado por la herida del capítulo anterior, pero sus ojos ardían con una intensidad fría y absoluta. Llevaba en la mano un cuchillo de plasma que zumbaba peligrosamente.
​—Siempre tan predecible, Elias —dijo Victoria, acercándose con paso lento y amenazante—. Tú y esa Capitana tuya. Pensaste que podías salvar el mundo y luego esconderte en la jungla.
​Vance se interpuso entre ella y la abertura del cenote, el Pergamino de Metal firmemente sujeto en una mano.
​—Victoria, no tiene que ser así. El Cónclave está destruido. El Legado puede ser protegido —intentó razonar Vance.
​Victoria soltó una risa cortante. —No me hables de protección. Tú destruiste mi hogar, traidor. Destruiste mi destino. Y ahora, vas a entregar el Pergamino y el Ojo de Aelarion.
​Duelo de Linaje.
​El cuchillo de Victoria se encendió con una luz roja brillante. Ella atacó con la velocidad y la rabia que solo el linaje atlante podía engendrar.
​Vance, sin arma de fuego, solo podía esquivar. Usó el Pergamino como un escudo improvisado, pero el cuchillo de plasma lo habría cortado a la mitad. Recordó la última lección de combate de Kira: nunca pelear con el enemigo donde él es más fuerte.
​El combate lo llevó al borde del cenote. Victoria lo forzó hacia la cornisa, intentando hacerlo caer.
​Vance vio una oportunidad desesperada: el tercer disco sónico deshabilitado que se había estrellado contra la pared. Se lanzó hacia él y, con una fuerza que no sabía que poseía, lo arrancó de la pared.
​Victoria, sorprendida por el cambio de táctica, se detuvo.
​—¿Qué haces con esa chatarra, Elias?
​—Armonía, Victoria. El corazón del Legado no es la fuerza bruta, sino el equilibrio —gritó Vance.
​Vance no lo arrojó. Lo golpeó con el puño. El impacto del disco de Oricalco contra la roca generó un pulso de resonancia pura. El aire tembló y, por un segundo, la energía del cuchillo de plasma de Victoria se apagó.
​La Última Clave.
​El pulso resonante no solo detuvo el cuchillo, sino que también interactuó con el Núcleo de Oricalco que Vance llevaba en su mochila. El Núcleo, al emitir un destello, reveló una grieta oculta en el suelo de piedra, justo al lado de la cornisa.
​Victoria se recuperó rápidamente. Ella empujó a Vance, intentando desarmarlo.
​—¡Basta, Elias! ¡Dame el Ojo!
​Vance, al borde del cenote, sintió que perdía el equilibrio. En un último acto de desesperación, se arrojó hacia la grieta oculta, usando el Núcleo para abrirla.
​La grieta se abrió. Vance cayó por el hueco estrecho, arrastrando consigo la soga de Kira.
​Victoria se acercó al borde, furiosa. —¡No te saldrás con la tuya!
​Victoria no pudo ver que Vance había aterrizado en una estrecha cornisa de piedra. Respirando con dificultad, encendió su comunicador y se arrastró hacia el agujero.
​—Kira. Nido. Estoy en una grieta oculta. Los voy a sacar —susurró Vance, ignorando el dolor.
​Victoria, dándose cuenta de que Vance había encontrado una ruta de escape secreta, sonrió con malicia. Ella no podía seguirlos por ese agujero. Pero podía sellar el Cenote del Jaguar.
​Victoria tomó un comunicador de corto alcance de su cinturón. —Activen la Carga Sísmica 7. Sellen el cenote. Y no dejen a ese par de traidores salir de la jungla.
​En la profundidad de la caverna, Kira, atada con la soga, estaba recuperando la consciencia. El gas se estaba disipando. Vio que la salida del cenote se sellaba con una roca gigante y escuchó la voz de Vance en su comunicador.
​—Elías... hay una bomba.




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