El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Capítulo 8: El Vuelo del Águila.

​El Adiós a Yucatán.
​El despegue de la pista de Belice, ya dañada, fue un acto de pura desesperación. La onda expansiva contenida de la bomba de Victoria había quebrado el asfalto. El Fantasma II rugió, y Nido, con la ayuda de Kira en el control de alerones, forzó la máquina a ascender entre el humo y los árboles rotos.
​—La misión de Victoria no era atraparnos. Era ganar tiempo —dijo Kira, secándose el sudor de la frente, mientras el jet se estabilizaba sobre las nubes—. Al sellar la cueva y forzar la explosión, nos dejó sin la ruta de Yucatán y sin acceso al Oricalco que había dentro.
​—Y al mismo tiempo, nos envió un mensaje de bienvenida para nuestro próximo destino —añadió Vance, examinando la única pieza de evidencia que tenían: el Pergamino de Metal con las nuevas coordenadas—. El Templo de Yucatán solo era el portal. El Ojo de Aelarion debe estar en Petra.
​Geografía de la Ira.
​La cabina del jet se transformó en un centro de operaciones improvisado, volando a gran altitud para evitar radares mientras cruzaban el Atlántico. La tensión era densa: sabían que Victoria tendría casi un día completo de ventaja.
​—Petra no es una ruina sumergida o una pirámide en la jungla —explicó Vance, proyectando mapas detallados del sitio arqueológico de Jordania—. Es una ciudad tallada en la roca. Para los atlantes exiliados, fue el Archivo Central.
​Vance se acercó al Pergamino. La runa de Petra no era una coordenada, sino una clave: La Biblioteca del Saber.
​—Si el Templo de Petra alberga la memoria atlante, el Ojo de Aelarion no es el arma. Es la llave para acceder a ese conocimiento. Si Victoria obtiene la llave y la usa en el Archivo Central, su conocimiento será total. Tendrá el poder de reescribir la historia y, por ende, el futuro.
​Operación Daga de Arena.
​La misión requería un cambio táctico completo. Kira y Nido se concentraron en preparar el equipo para un entorno desértico, caluroso y, sobre todo, altamente vigilado por las autoridades y, sin duda, por los agentes de Victoria que operan en Oriente Medio.
​—Victoria anticipará nuestra llegada por aire. Necesitamos un aterrizaje fantasma y una infiltración por tierra. La ciudad de Petra es un laberinto de cañones —dijo Kira, ajustando el camuflaje de su equipo de asalto para el desierto.
​—Modificaré el Fantasma II para que pueda pasar por un avión de carga civil en su aproximación final. Los haré descender en una zona de amortiguamiento a 50 kilómetros de Petra —explicó Nido, tecleando furiosamente—. A partir de ahí, serán una célula de tres hombres en el desierto.
​Kira miró a Vance. —Tú nos guiarás a través de los códigos atlantes; eres nuestro cerebro. Nido, serás nuestro soporte técnico y ojos en el cielo. Yo me encargaré de la seguridad.
​—¿Nombre en clave para la misión? —
​Kira miró el mapa de la ciudad tallada en la roca, un nido de arenisca roja.
​—Operación Daga de Arena. Victoria ya cortó nuestra ruta. Ahora vamos a cortar la suya.
​Llegada al Desierto.
​Después de horas de vuelo agotador sobre continentes y zonas de conflicto, Nido anunció la aproximación.
​—Jordania a la vista. Desciendo a baja altitud. Van a sentir la turbulencia del desierto.
​El jet tembló. Cuando las compuertas se abrieron, una ráfaga de aire caliente y seco, con un fuerte olor a arena y especias, les dio la bienvenida. El cielo nocturno sobre el desierto de Wadi Rum era un lienzo infinito de estrellas.
​Vance miró la luna sobre el horizonte, donde las montañas de piedra roja comenzaban a dibujarse. Sintió el peso de su linaje y la inmensidad del desafío. No se trataba solo de encontrar un artefacto, se trataba de detener la furia desatada de su prima en el corazón de la historia humana.
​—Petra. Aquí vamos —murmuró Vance, tomando el Pergamino de Metal.




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