El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Capítulo 11: Rescate y Arenas

​Reencuentro en la Cumbre.
​Kira y Vance descendieron corriendo desde El Monasterio, sus cuerpos tensos por el anuncio holográfico de Victoria. La amenaza ya no era el Ojo o la Memoria, sino el Núcleo de Sacrificio que Kira llevaba.
​—Victoria necesita ese Núcleo para activar el conocimiento atlante total en Siwa —jadeó Kira, deslizando sus guantes sobre la piedra caliente—. Ella sabía que lo tendríamos. Esto es un cebo.
​—¡Tenemos que encontrar a Nido! —dijo Vance.
​Al llegar al Tesoro (Al-Khazneh), el aire estaba en calma, pero la arena estaba revuelta. El Azote, el sicario del látigo, había desaparecido, y la granada de humo de Nido ya se había disipado.
​En la base del Tesoro, encontraron a Nido semi-inconsciente, con el brazo cubierto de cortes profundos y quemaduras de plasma. Estaba apoyado contra la roca, aferrándose a un transmisor de emergencia dañado.
​—Él... es rápido... el látigo es sónico —murmuró Nido, con la voz débil.
​La Última Trampa de Petra.
​Kira evaluó rápidamente las heridas: no eran letales, pero Nido necesitaba atención médica urgente. Vance notó algo más peligroso.
​—El látigo no solo corta, Kira. Desestabiliza la roca.
​Vance señaló las bases del Tesoro. El impacto del látigo de energía había creado fisuras microscópicas. La tormenta de arena anterior no había sido solo un retraso; había sido una preparación.
​—¡Esta es una trampa de colapso geológico! —exclamó Nido, sus ojos abriéndose de golpe—. El Azote nos quería muertos, pero si no podía, quería enterrar el Tesoro para sellar nuestro escape.
​En ese momento, la tierra tembló. No era un terremoto; era la roca de Petra cediendo.
​—El cañón de El Siq se está cerrando. ¡Tenemos que salir de Petra ahora! —dijo Kira.
​Escape en Coche Robado.
​Arrastrando a Nido entre los dos, Kira y Vance corrieron por el cañón de El Siq. La roca se desprendía de los acantilados.
​Al llegar a la salida del cañón, vieron lo peor: su ruta de escape hacia el Fantasma II estaba cubierta por una avalancha de rocas. Victoria había cortado la huida.
​—¡Maldición! ¡Victoria nos ha bloqueado! —maldijo Kira.
​De repente, Vance señaló un vehículo abandonado, un todoterreno polvoriento de color caqui con matrículas locales.
​—No te preocupes por la llave —dijo Nido, reuniendo sus últimas fuerzas. Conectó un pequeño jammer a la ignición del coche y los cables chispearon. El motor rugió.
​Kira puso a Nido en el asiento trasero. Ella se puso al volante y Vance tomó el asiento del copiloto, empuñando un rifle de asalto.
​—¿Hacia dónde, Elías? ¡El Fantasma II está bloqueado! —preguntó Kira, pisando el acelerador.
​Vance consultó el Pergamino de Metal, que ahora mostraba la ruta hacia Siwa, Egipto.
​—Necesitamos llegar a la costa del Mar Rojo, lo más rápido posible. Nido, ¿puedes contactar con algún contacto antiguo de La Vigilancia en la zona?
​Nido, tosiendo, activó su transmisor de emergencia dañado. —Solo tengo un contacto: un ex-piloto de carga de El Cónclave... que ahora es un contrabandista. Jafar. Su base está en la bahía de Aqaba.
​Carrera Nocturna hacia Aqaba.
​Kira condujo el coche robado a una velocidad de vértigo a través de la noche del desierto jordano. Detrás de ellos, la entrada a Petra colapsaba bajo el peso de la roca desestabilizada.
​—Jafar solo trabaja por dinero, Capitana —advirtió Vance—. Nos llevará a Siwa, pero nos costará todo lo que tenemos.
​—Si Victoria quiere el Núcleo, Jafar es nuestra única oportunidad. No tenemos tiempo para ser discretos —dijo Kira, desviándose de la carretera principal hacia una pista secundaria de arena.
​Vance miró por el espejo retrovisor. Las luces de un vehículo blindado aparecieron en el horizonte, ganando terreno rápidamente.
​—No es el Azote. Son agentes del gobierno jordano, alertados por el colapso. Necesitan un chivo expiatorio —dijo Vance.
​Kira aceleró. La persecución estaba en marcha. Tenían que llegar a Aqaba antes de ser capturados y antes de que Jafar los traicionara. El destino de Egipto no era solo una misión; era un escape a vida o muerte.




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