El Puerto al Amanecer.
Llegaron a Aqaba justo cuando las luces del puerto comenzaban a encenderse con el amanecer. La persecución del vehículo blindado jordano había cesado temporalmente, pero sabían que no tenían más de una hora antes de que las autoridades sellaran la costa.
Kira detuvo el todoterreno robado en un muelle oxidado, lejos de la actividad principal. El aire olía a pescado salado y combustible diésel.
—Estamos en el puerto de un antiguo agente de El Cónclave —dijo Vance, con el Núcleo de Sacrificio bien guardado.
Nido, aunque herido, logró sentarse y activar el transmisor de emergencia. —Jafar es un lobo de mar. Era el piloto principal de carga de Aethel Logística. Nos odia, pero odia más a Victoria.
Una figura alta y musculosa emergió de las sombras del muelle. Era Jafar. Llevaba una túnica desgastada sobre ropa táctica y tenía un rostro curtido por el sol y la desconfianza.
—Así que la Capitana Rourke ha caído tan bajo como para pedir ayuda a los perros del Cónclave —dijo Jafar con una voz áspera, mirando con desprecio a Nido.
La Negociación de Alto Riesgo.
Kira se enfrentó a él, sin parpadear. —No estoy pidiendo ayuda, Jafar. Te estoy ofreciendo un trato. Victoria está en camino a Egipto. Si tiene éxito, no habrá rutas de contrabando libres. El Ojo de Aelarion controla el futuro.
Jafar sonrió, revelando dientes torcidos. —El futuro no paga las facturas, Capitana. Solo la traición paga. ¿Qué me ofrece el Profesor?
Vance se acercó, mostrando el Pergamino de Metal.
—La única ruta de escape para tu antigua vida. Si nos llevas a Siwa, te daremos el código de acceso a un alijo de combustible atlante que el Cónclave ocultó cerca de Djibouti. Suficiente para que te jubiles.
Jafar entrecerró los ojos. La oferta era tentadora. Pero él quería más. Miró el Núcleo de Sacrificio en la mochila de Kira.
—Dame la piedra brillante, Capitana. Un Núcleo de Oricalco sellado me dará más que combustible.
Kira se mantuvo firme. —El Núcleo no es negociable. Es la clave para detener a Victoria. Sin él, ella gana, y tú no recibes nada.
Jafar suspiró. Se dio cuenta de que no tenía el poder para forzar la mano de Kira.
—Bien. Dos horas de travesía hasta Egipto. Mi barco, El Sultán. Me pagarás con el código de Djibouti, y la Capitana se quedará a bordo como garantía hasta que los lleves a Siwa.
El Ataque Final en el Puerto.
La negociación se cerró con un apretón de manos tenso. Jafar señaló un buque de carga oxidado atracado en la bahía. —Arriba. Y que tu hacker deshabilitado no me cause problemas.
Mientras Vance y Kira ayudaban a Nido a subir a bordo, un estruendo rompió la calma del puerto. Un dron militar con insignias atlantes pintadas de nuevo—el toque personal de Victoria—apareció en el cielo.
—¡Victoria no confía en nadie! —gritó Vance.
El dron descendió rápidamente. No llevaba armas de fuego, sino un gancho de energía diseñado para robar carga. Estaba apuntando a la mochila de Kira, buscando el Núcleo.
Kira se abalanzó hacia el mástil. El gancho de energía falló, pero cortó la cadena de una caja de carga, que cayó sobre el muelle.
—¡Vance! ¡El gancho no puede cortar el Oricalco! ¡Sostén el Núcleo! —gritó Kira.
El dron regresó. Jafar corrió hacia la cabina del barco, encendiendo los motores
Vance usó la tapa de un barril de petróleo como escudo, sosteniendo el Núcleo en su mano protegida. Cuando el gancho del dron impactó, el pulso de energía de la máquina se absorbió en el Núcleo de Oricalco. El dron se sobrecargó, cayó en el agua con un chisporroteo y explotó.
El Sultán de Jafar rugió y se alejó del muelle.
Rumbo a Siwa.
Kira se unió a Vance en la cubierta. Jafar, al mando, los miró con una nueva, aunque mínima, nota de respeto.
—El Núcleo... es más problemático de lo que vale. Pero me gusta el dinero —gruñó Jafar—. Próxima parada: la costa egipcia
Vance miró el Pergamino de Metal mientras las costas de Jordania se alejaban. Egipto. La trampa final de Victoria, esperando en el corazón del desierto.
—Ella quería el Núcleo. Ahora sabe que estamos en el camino. Ya no podemos escondernos, Kira
—No vamos a escondernos —dijo Kira, con el rostro endurecido por la determinación—. Vamos a cazar.