El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Capítulo 18: La Paradoja Final.

​Carrera contra el Colapso.
​El Santuario se estaba desmoronando. Las columnas de mármol caían, y el suelo se abría en grietas profundas que emitían un brillo azul-negro: la energía temporal descontrolada.
​Kira y Vance corrieron, esquivando escombros y el pánico de los Ancianos atlantes, que huían sin entender la catástrofe.
​—¡El Monolito! ¡La ventana de salto se está cerrando! —gritó Vance, guiándose por el débil pulso del Pergamino de Metal.
​Llegaron a la cueva subterránea, el lugar donde se había materializado el Monolito de Viaje. La estructura de Oricalco estaba allí, pero vibraba violentamente. El Generador de Impulso conectado a él estaba al límite, su núcleo de energía parpadeando.
​—¡Nos quedan menos de dos minutos! ¡El Generador no puede mantener la estabilidad con esta interferencia temporal! —advirtió Vance.
​El Retorno de la Conciencia.
​Justo cuando Kira y Vance se preparaban para entrar en el Monolito, la energía azul-negra se condensó en el centro de la cueva. Victoria Aelarion, ya no etérea, sino sólida, emergió de la bruma.
​Su forma era humana, pero sus ojos eran de pura luz, y la Esfera de Memoria latía en su pecho. El colapso temporal la había estabilizado, convirtiéndola en un ser de conciencia pura.
​—No os iréis —resonó Victoria. Su voz ya no era un grito, sino un tono autoritario, como si estuviera hablando a través de la red del tiempo—. Vuestra huida confirma mi profecía. Entregadme el Núcleo de Sacrificio o el pasado... y vuestro futuro... se acabarán aquí.
​Victoria levantó la mano. El Génesis, la gran inundación que hundiría a la Atlántida, estaba a punto de ocurrir, y Victoria intentaba acelerarlo para destruirlos a ellos y al futuro en el proceso.
​—¡Está intentando destruir el Templo para sellar el pasado! —gritó Vance.
​El Dilema del Sacrificio.
​Kira sabía que no podían ganar un combate físico contra la Conciencia. Ella abrió su mochila y sacó el Núcleo de Sacrificio.
​—Quieres el Núcleo, Victoria. Tómalo —dijo Kira.
​Victoria sonrió, su rostro lleno de un triunfo helado. —Inteligente, Capitana. Ya no hay escape.
​Justo cuando Victoria se acercó para tomar el Núcleo, Vance se interpuso, sosteniendo el Pergamino de Metal como escudo.
​—¡Alto, Victoria! ¡El Núcleo es un arma de doble filo!
​Vance apeló al conocimiento ancestral de su prima. —El Núcleo de Sacrificio no solo activa la Esfera; lo sella. Si lo usas con esta inestabilidad, la Esfera te sellará a ti en el tiempo, en este colapso.
​Victoria dudó. Su mente, saturada de conocimiento, procesó el riesgo de la paradojan
​Kira aprovechó ese instante de duda. —Victoria, eres una paradoja. Si nos matas aquí, tú nunca naciste. ¡Pierdes todo!
​El Salto Final.
​El tiempo se agotaba. El Monolito de Viaje comenzó a vibrar con un sonido agonizante.
​—¡El generador va a fallar, Kira! —gritó Vance.
​Kira no dudó. Corrió hacia el Monolito. Sabía que no podía permitir que Victoria tuviera el Núcleo.
​En lugar de ponerlo en el Monolito para estabilizar la vuelta, Kira tomó el Núcleo de Sacrificio y lo arrojó al pozo del Santuario del Oráculo que Victoria había abierto.
​El Núcleo impactó contra el vapor azul-negro de la energía temporal. El resultado fue un pulso de energía pura que inundó el pasado con estabilidad. No destruyó la Atlántida ni reescribió la historia; simplemente selló la línea de tiempo.
​Victoria gritó, una nota de dolor resonante. Su forma, su Conciencia, fue arrastrada por la energía purificadora y desapareció en el pozo del Oráculo. La línea de tiempo se había cerrado.
​Kira saltó dentro del Monolito. Vance la siguió, lanzándose justo cuando el Generador de Impulso fallaba, el Oricalco del Monolito emitiendo su último y desesperado destello.
​Última frase con gancho: El mundo se convirtió en una neblina, y lo último que Kira vio fue el reloj interno del Monolito: el tiempo de regreso a casa había expirado.




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