Carrera contra el Colapso.
El Santuario se estaba desmoronando. Las columnas de mármol caían, y el suelo se abría en grietas profundas que emitían un brillo azul-negro: la energía temporal descontrolada.
Kira y Vance corrieron, esquivando escombros y el pánico de los Ancianos atlantes, que huían sin entender la catástrofe.
—¡El Monolito! ¡La ventana de salto se está cerrando! —gritó Vance, guiándose por el débil pulso del Pergamino de Metal.
Llegaron a la cueva subterránea, el lugar donde se había materializado el Monolito de Viaje. La estructura de Oricalco estaba allí, pero vibraba violentamente. El Generador de Impulso conectado a él estaba al límite, su núcleo de energía parpadeando.
—¡Nos quedan menos de dos minutos! ¡El Generador no puede mantener la estabilidad con esta interferencia temporal! —advirtió Vance.
El Retorno de la Conciencia.
Justo cuando Kira y Vance se preparaban para entrar en el Monolito, la energía azul-negra se condensó en el centro de la cueva. Victoria Aelarion, ya no etérea, sino sólida, emergió de la bruma.
Su forma era humana, pero sus ojos eran de pura luz, y la Esfera de Memoria latía en su pecho. El colapso temporal la había estabilizado, convirtiéndola en un ser de conciencia pura.
—No os iréis —resonó Victoria. Su voz ya no era un grito, sino un tono autoritario, como si estuviera hablando a través de la red del tiempo—. Vuestra huida confirma mi profecía. Entregadme el Núcleo de Sacrificio o el pasado... y vuestro futuro... se acabarán aquí.
Victoria levantó la mano. El Génesis, la gran inundación que hundiría a la Atlántida, estaba a punto de ocurrir, y Victoria intentaba acelerarlo para destruirlos a ellos y al futuro en el proceso.
—¡Está intentando destruir el Templo para sellar el pasado! —gritó Vance.
El Dilema del Sacrificio.
Kira sabía que no podían ganar un combate físico contra la Conciencia. Ella abrió su mochila y sacó el Núcleo de Sacrificio.
—Quieres el Núcleo, Victoria. Tómalo —dijo Kira.
Victoria sonrió, su rostro lleno de un triunfo helado. —Inteligente, Capitana. Ya no hay escape.
Justo cuando Victoria se acercó para tomar el Núcleo, Vance se interpuso, sosteniendo el Pergamino de Metal como escudo.
—¡Alto, Victoria! ¡El Núcleo es un arma de doble filo!
Vance apeló al conocimiento ancestral de su prima. —El Núcleo de Sacrificio no solo activa la Esfera; lo sella. Si lo usas con esta inestabilidad, la Esfera te sellará a ti en el tiempo, en este colapso.
Victoria dudó. Su mente, saturada de conocimiento, procesó el riesgo de la paradojan
Kira aprovechó ese instante de duda. —Victoria, eres una paradoja. Si nos matas aquí, tú nunca naciste. ¡Pierdes todo!
El Salto Final.
El tiempo se agotaba. El Monolito de Viaje comenzó a vibrar con un sonido agonizante.
—¡El generador va a fallar, Kira! —gritó Vance.
Kira no dudó. Corrió hacia el Monolito. Sabía que no podía permitir que Victoria tuviera el Núcleo.
En lugar de ponerlo en el Monolito para estabilizar la vuelta, Kira tomó el Núcleo de Sacrificio y lo arrojó al pozo del Santuario del Oráculo que Victoria había abierto.
El Núcleo impactó contra el vapor azul-negro de la energía temporal. El resultado fue un pulso de energía pura que inundó el pasado con estabilidad. No destruyó la Atlántida ni reescribió la historia; simplemente selló la línea de tiempo.
Victoria gritó, una nota de dolor resonante. Su forma, su Conciencia, fue arrastrada por la energía purificadora y desapareció en el pozo del Oráculo. La línea de tiempo se había cerrado.
Kira saltó dentro del Monolito. Vance la siguió, lanzándose justo cuando el Generador de Impulso fallaba, el Oricalco del Monolito emitiendo su último y desesperado destello.
Última frase con gancho: El mundo se convirtió en una neblina, y lo último que Kira vio fue el reloj interno del Monolito: el tiempo de regreso a casa había expirado.