El Ojo de Aelarion. (parte 2)

Capítulo 23: La Última Marea.

​Ascenso al Colapso.
​El rugido del Generador Primario era ensordecedor. Las luces de emergencia de Arcadia parpadeaban en rojo, y las alarmas estridentes llenaban los pasillos. El pulso electromagnético había desactivado gran parte de la tecnología moderna, pero la estructura de titanio atlante estaba comenzando a ceder.
​Kira y Vance, apenas conscientes, arrastraron el cuerpo inerte de Nido a través del nivel -3.
​—¡El ascensor! —gritó Kira.
​—Inservible. El pulso lo frió. ¡Tenemos que usar las escaleras de emergencia! —replicó Vance.
​La subida fue una agonía. Llevaban a Nido a cuestas, y cada paso temblaba con el colapso inminente de la base. El aire se llenó del olor a ozono y metal fundido.
​Al llegar al hangar de mantenimiento, el agua comenzaba a filtrarse por las compuertas de Oricalco. Las paredes de titanio se agrietaban.
​—¡La compuerta del túnel submarino! ¡Tenemos que abrirla manualmente! —dijo Kira.
​El Regalo de Nido.
​Mientras Kira corría hacia el mecanismo manual, Vance revisó a Nido. Sus heridas eran profundas, pero el pulso del Generador, al purificar la red, había roto la conexión de Victoria.
​—Está vivo, Kira. Pero está en shock profundo.
​De repente, la mano de Nido se crispó. Su dedo índice se movió y señaló el comunicador roto de su muñeca, que parpadeaba débilmente.
​Vance lo entendió. Nido, aún en el borde de la consciencia, había logrado enviar un mensaje final.
​Vance activó el comunicador, y una secuencia de audio de emergencia se reprodujo: la voz de Nido, débil pero clara.
​—Jafar... no entres en la bahía... El túnel está comprometido. ¡El generador va a explotar!* Usa el Plan Zulo... ¡En la superficie!*
​El Sacrificio del Contrabandista.
​Kira logró activar la compuerta manual. Las cadenas chirriaron, abriendo el túnel de acceso sumergido. El agua del Atlántico comenzó a entrar a borbotones.
​—¡Nos ahogaremos si no nos movemos! —gritó Kira.
​Se pusieron sus equipos de inmersión y se lanzaron al túnel inundado, arrastrando a Nido.
​La natación fue una desesperada carrera contra el tiempo. Detrás de ellos, la presión del océano rompía las estructuras de Arcadia. La explosión era inminente.
​Al emerger a la superficie, el Sultán de Jafar no estaba en la bahía. Estaba a un kilómetro de distancia, lanzando anclas.
​—¡Jafar nos escuchó! ¡Usó el Plan Zulo! —exclamó Vance.
​Pero sobre el carguero de Jafar, algo brillaba. Una línea de escombros y aceite en el agua. Y en la antena principal del Sultán, había un mensaje escrito a mano, fijado con un machete: "No me atraparéis dos veces. El dinero es mejor que la lealtad."
​Jafar había cumplido su parte final del trato: se había mantenido fuera del radio de la explosión. Pero al mismo tiempo, había desactivado su propia red de comunicaciones para evitar que Victoria lo volviera a controlar.
​El Retorno a Casa.
​Kira encendió la bengala de emergencia. El barco de Jafar se acercó rápidamente, lanzándoles una soga de rescate.
​Subieron a bordo del Sultán. Nido fue atendido por Vance, y Kira se puso al timón junto a Jafar, que tenía una mirada fría, pero sin rencor.
​En ese momento, la meseta submarina de Arcadia tembló. Un geiser de humo, metal y agua hirviendo estalló en el centro del Atlántico. Arcadia había sido destruida por la sobrecarga del Núcleo de Sacrificio.
​Kira miró el horizonte, donde las últimas luces del antiguo cuartel general se extinguían. Victoria había sido derrotada. El tiempo se había salvado.
​Vance se unió a Kira, mirando el punto de la explosión.
​—Se acabó, Kira. El Legado de El Cónclave... finalmente terminó.
​Kira asintió, tomando la mano de Vance. —Ahora solo queda la verdad. Y el futuro.




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