Ascenso al Colapso.
El rugido del Generador Primario era ensordecedor. Las luces de emergencia de Arcadia parpadeaban en rojo, y las alarmas estridentes llenaban los pasillos. El pulso electromagnético había desactivado gran parte de la tecnología moderna, pero la estructura de titanio atlante estaba comenzando a ceder.
Kira y Vance, apenas conscientes, arrastraron el cuerpo inerte de Nido a través del nivel -3.
—¡El ascensor! —gritó Kira.
—Inservible. El pulso lo frió. ¡Tenemos que usar las escaleras de emergencia! —replicó Vance.
La subida fue una agonía. Llevaban a Nido a cuestas, y cada paso temblaba con el colapso inminente de la base. El aire se llenó del olor a ozono y metal fundido.
Al llegar al hangar de mantenimiento, el agua comenzaba a filtrarse por las compuertas de Oricalco. Las paredes de titanio se agrietaban.
—¡La compuerta del túnel submarino! ¡Tenemos que abrirla manualmente! —dijo Kira.
El Regalo de Nido.
Mientras Kira corría hacia el mecanismo manual, Vance revisó a Nido. Sus heridas eran profundas, pero el pulso del Generador, al purificar la red, había roto la conexión de Victoria.
—Está vivo, Kira. Pero está en shock profundo.
De repente, la mano de Nido se crispó. Su dedo índice se movió y señaló el comunicador roto de su muñeca, que parpadeaba débilmente.
Vance lo entendió. Nido, aún en el borde de la consciencia, había logrado enviar un mensaje final.
Vance activó el comunicador, y una secuencia de audio de emergencia se reprodujo: la voz de Nido, débil pero clara.
—Jafar... no entres en la bahía... El túnel está comprometido. ¡El generador va a explotar!* Usa el Plan Zulo... ¡En la superficie!*
El Sacrificio del Contrabandista.
Kira logró activar la compuerta manual. Las cadenas chirriaron, abriendo el túnel de acceso sumergido. El agua del Atlántico comenzó a entrar a borbotones.
—¡Nos ahogaremos si no nos movemos! —gritó Kira.
Se pusieron sus equipos de inmersión y se lanzaron al túnel inundado, arrastrando a Nido.
La natación fue una desesperada carrera contra el tiempo. Detrás de ellos, la presión del océano rompía las estructuras de Arcadia. La explosión era inminente.
Al emerger a la superficie, el Sultán de Jafar no estaba en la bahía. Estaba a un kilómetro de distancia, lanzando anclas.
—¡Jafar nos escuchó! ¡Usó el Plan Zulo! —exclamó Vance.
Pero sobre el carguero de Jafar, algo brillaba. Una línea de escombros y aceite en el agua. Y en la antena principal del Sultán, había un mensaje escrito a mano, fijado con un machete: "No me atraparéis dos veces. El dinero es mejor que la lealtad."
Jafar había cumplido su parte final del trato: se había mantenido fuera del radio de la explosión. Pero al mismo tiempo, había desactivado su propia red de comunicaciones para evitar que Victoria lo volviera a controlar.
El Retorno a Casa.
Kira encendió la bengala de emergencia. El barco de Jafar se acercó rápidamente, lanzándoles una soga de rescate.
Subieron a bordo del Sultán. Nido fue atendido por Vance, y Kira se puso al timón junto a Jafar, que tenía una mirada fría, pero sin rencor.
En ese momento, la meseta submarina de Arcadia tembló. Un geiser de humo, metal y agua hirviendo estalló en el centro del Atlántico. Arcadia había sido destruida por la sobrecarga del Núcleo de Sacrificio.
Kira miró el horizonte, donde las últimas luces del antiguo cuartel general se extinguían. Victoria había sido derrotada. El tiempo se había salvado.
Vance se unió a Kira, mirando el punto de la explosión.
—Se acabó, Kira. El Legado de El Cónclave... finalmente terminó.
Kira asintió, tomando la mano de Vance. —Ahora solo queda la verdad. Y el futuro.