Las colosales puertas de la sala se abrieron, dando la bienvenida a uno de los seres más poderosos del reino, caminando con furor y apoyándose en su cetro, quemando detrás de si la alfombra verde con los rayos que salían esporádicamente de él. Su sola presencia hizo temblar a los guardias, de los cuales ni uno solo se atrevió a detenerlo.
Caminó hasta llegar al principio de las escaleras que llevaban al trono real, en donde se encontraba sentado el Rey Hetra, y a su lado los cuatro caballeros que lo custodiaban.
—Hiciste mal en venir hasta aquí... Zafiro.
—El que hizo mal fuiste tú, al engañarme con tanto descaro, haciéndome perder años de mi vida para satisfacer tus deseos egoístas —repuso indignado.
—Necesitamos ese poder para defendernos de nuestros enemigos.
—¡MENTIRA! —gritó con rabia, golpeando su cetro en el suelo al unísono, haciendo que miles de rayos emanaran de este.
El rey se levantó, haciendo retumbar su cetro de igual manera, y al instante, los caballeros desenvainaron sus armas en contra del hechicero: un sable carmesí, un par de alas plateadas, un amuleto deslumbrante y una armadura cambiante.
—Esta es tu última oportunidad Zafiro, retírate —le advirtió, mirándole con hostilidad.
El hechicero empezó a elevarse en el aire, y con movimientos fluidos y precisos, cargó su cetro de energía, al tiempo que el cielo se nublaba con nubes tan negras como la noche.
Con un ademán del Rey Hetra, los cuatro caballeros atacaron directamente al hechicero del trueno, saltando para alcanzarlo. Él respondió en seguida, blandiendo su cetro y disparando cientos de truenos a la vez. Los cuatro caballeros se protegieron usando sus armas, y contratacaron en seguida.
El mago se teletransportaba de un lado a otro, esquivando las agresiones de sus enemigos. Los cuatro caballeros canalizaron sus poderes, únicamente con el fin de incrementar su velocidad para alcanzarlo. Todos se movían con una agilidad aterradora, era imposible seguirlos con la vista. Zafiro llegó a recibir varios golpes, sin lograr devolver ninguno.
Fue entonces que un rayo caído del cielo, nunca antes visto en Hemilton, impactó con gran intensidad, destrozando el techo del castillo hasta llegar a Zafiro. Los cuatro caballeros habían caído directo en la trampa del hechicero, ya que en el momento que caía el rayo, habían intentado asestarle un golpe mortal desde arriba, y fueron electrocutados, quedando muy mal heridos. Y con un simple gesto de sus brazos, les arrebató sus armas sagradas.
Entonces... se acercó al rey Hetra, flotando en el aire y con los ojos bien puestos en él.
—¡Has amenazado a la paz de este reino! ¡Has traicionado su armonía y seguridad a costa de tus necedades!
Las cuatro armas de los caballeros comenzaron a girar alrededor del hechicero, a una velocidad tan desorbitante que parecía como si tuviese un anillo de luz a su alrededor. Zafiro miró con furia al rey, y le apuntó usando su cetro con autoridad.
—¡Por eso hoy —continuó—, te destierro de este mundo... a un lugar en donde nunca más volverás a ver la luz del sol! ¡Un mundo vacío y sin fin!
El rey fue apresado con cadenas mágicas hasta ser completamente inmovilizado, y con gran poder, Zafiro conjuró un portal, por el cual lo lanzó hasta que desapareció en la oscuridad, soltando un grito lleno de terror.
Y nunca más fue visto otra vez.
Esa es la historia que ha pasado de padres a hijos por cientos de años como un cuento de cuna. Los niños siempre le hacían la misma pregunta a sus padres: ¿Y qué ocurrió con las armas sagradas?... pero nadie lo sabía, y no contestar a esa pregunta se convirtió en una tradición de Hemilton, dejando a los niños volar su imaginación. "Quizás se quedó con ellas y se hizo poderoso", "a lo mejor las enterró en una isla desierta", "tal vez están en una mazmorra llena de monstruos, esperando a que un valiente guerrero luche por conseguirlas". Todos hacían sus suposiciones, e incluso algunos llegaron a escribir interesantes teorías al respecto... pero Clara tenía la respuesta.
Una respuesta que había descubierto por accidente.
Una respuesta, que le costaría la vida si no corría lejos.
Mi nombre es Charlie Hawk, y esta es la historia de como conocí a Clara.