4 | El Plan

—Discúlpeme por no haberle agradecido apropiadamente hace unas horas —dijo mientras los invitaba a sentarse en los sillones de su sala—. Pueden hospedarse en mi casa todo el tiempo que deseen.

La humilde cabaña estaba situada al lado de un extenso huerto congelado. Los muebles eran sencillos, pero bien cuidados; la sala estaba impecable. El calor que emanaba de la chimenea había hecho que los tres se relajaran después de la adrenalina que había estado en sus cuerpos.

Una mujer entró con prisa en la sala cargando un montón de tazas y las puso en la mesa antes de volver con prisa al sitio del que había venido.

—Estuve buscándolos por horas, y luego me enteré de que los guardias reales estaban buscando a tres forasteros. Supuse que eran ustedes, así que seguí buscando y bueno, ustedes conocen el resto ¿Está bien si pregunto por sus nombres?

—Mi nombre es Charlie, y ellas son Aurora y Clara —respondió señalando a sus compañeras según mencionaba sus nombres, pero cuando señaló a Aurora, notó que estaba molesta. Seguramente porque había revelado información importante, pero le importó poco.

La señora volvió con una jarra y llenó todas las tazas de la mesa con lo que parecía ser chocolate caliente.

—Un gusto conocerlos. Ella es mi esposa, Amina.

—Mucho gusto —repuso con algo de pena—. Mi esposo me contó lo que hicieron por nosotros. Estamos profundamente agradecidos. Si no hubiesen aparecido no sé que hubiésemos hecho.

La mujer era bella, de aspecto humilde y elegante; sin embargo, lo que más llamaba la atención era su suave y cálida voz con la que hablaba. El timbre con el que se expresaba era como una caricia.

—Si sabe que estamos huyendo de la guardia real ¿por qué nos ayuda? —le preguntó Aurora a John con algo de desconfianza.

—Dudo que alguien tan generoso sea una mala persona —respondió antes de tomar un poco de chocolate, pero justo cuando estaba a punto de tomar un poco, hizo un gesto de dolor y despegó rápidamente la taza de sus labios.

—¿Por qué está tan caliente el chocolate amor?

—Los niños estuvieron avivando el fuego otra vez —dijo apenada.

—Bueno... al menos no afeitaron al gato.

Clara trató de aguantarse la risa y la escondió detrás de su taza.

—Suena a que son unos niños adorables —dijo esbozando una amigable sonrisa.

—Yo no usaría esa palabra precisamente —respondió al mismo tiempo que soplaba sobre la taza.

Entonces se escucharon al fondo unos gritos tan fuertes que era difícil pensar que unos niños pudiesen llegar a tales decibelios, y después de los gritos se escuchó el sonido sordo de un vidrio quebrándose seguido del graznido agonizante de un pollo.

nota: Los pollos también graznan.

—Querida —dijo con la mano en el rostro como si le hubiesen echado humo en los ojos— ¿podrías ir a capturar al pollo esta vez?

—Está bien. Solo por esta vez —dijo antes de darle un beso en la mejilla y salir de la sala.

—Díganme, qué los trae por aquí?

—No tenemos por qué decirle nada.

Charlie le dio un coscorrón en la cabeza a Aurora, y se disculpó.

—Tenemos un objeto muy peligroso con nosotros. No planeamos hacer nada malo con él, pero creemos que la guardia real sí.

—Suena complicado.

—Lo es. Todavía no sabemos qué hacer. Íbamos a planearlo hace unas horas pero estábamos demasiado cansados como para pensar.

—Bueno —dijo mientras ponía su taza en la mesa-, me gustaría ayudarlos con eso, pero me temo que soy un simple granjero.

—Con el hospedaje es más que suficiente —respondió agradecido.

Dos niños entraron a la sala gritando y tratando de capturar a un pollo que estaba dejando caer plumas por todas partes. Entonces apareció Amina con una bolsa en la mano, tratando de atraparlo lo más rápido que podía. Los dos niños saltaban por todas partes tratando de atrapar al animal, hasta que Clara saltó de su asiento, y cuando aterrizó, ya tenía al animal en sus manos. Los niños la miraron sorprendidos al igual que todos en la sala.

—Mamá ¿Podemos ver a la chica atrapar a Houdini otra vez? —le dijeron juntando las manos en tono de súplica.

—Nada de eso —dijo antes de pedirle el pollo a Clara y darle las gracias por atraparlo.

De repente, unos fuertes golpes hicieron retumbar la puerta, y una gruesa voz autoritaria se escuchó desde afuera:

—Guardia real, abra la puerta.

John les hizo señas a los tres prófugos para que se escondieran; abrió una trampilla que estaba escondida bajo la alfombra, y los tres rápidamente bajaron por las escaleras hasta el oscuro sótano. Cuando entraron, Jonh escondió la trampilla en silencio y respiró profundamente antes de abrir la puerta.

—¿Qué se les ofrece?

—Disculpe señor, por ordenes del rey tenemos que examinar su casa.

—No hay problema —dijo al mismo tiempo que se hacía a un lado rápidamente para dejarlos pasar.