El Ojo De Ender

6 | El Gigante de Faroth

Los cuatro fugitivos emprendieron el camino hacia el bosque de Faroth, llevando con ellos a los caballos que antes eran de los guardias. Poco a poco, la nieve que antes estaba en todas partes, ahora comenzaba a desaparecer, coloreando el paisaje de un verde frío y pálido, iluminado por el sol de la mañana.

—¿Ustedes creen que los guardias estén bien? —preguntó Clara un poco preocupada, recordando la rudeza con que les habían golpeado hace unas horas.

—No te preocupes. No apretamos mucho las sogas —contestó Antony totalmente despreocupado—. Además... están entrenados para salir adelante en ese tipo de situaciones.

—Solo espero que las pociones de memoria les hayan borrado suficiente información —comentó Charlie—. Sino, tarde o temprano sabrán que todo fue una trampa y arrestaran de nuevo a John antes de que escape.

—Desde cuando dudas de mis pociones —replicó Aurora algo ofendida.

—Desde que una de ellas me dejó ciego por doce horas.

—Supéralo Charlie —respondió revirando los ojos— Además, esa fue una de mis mejores pociones. Deberías estar orgulloso de mí.

—Estaré orgulloso de ti el día en el que me quites esta cicatriz de la cara.

—Yo hago pociones, no milagros. Incluso si encontraras la fuente de la juventud nadie te podría quitar la cara de vagabundo que llevas.

Al principio, Charlie se molestó un poco por el comentario de Aurora, pero al ver a todos (incluso a Aurora) riendo en voz baja, no pudo evitar dejarse contagiar y esbozó una pequeña sonrisa, y le dio un pequeño coscorrón a Aurora.

Unas horas después, la nieve se había ido por completo y cada vez aparecían más árboles gruesos y oscuros, dando cuenta a los viajeros de que a pesar de ir a un paso moderado, habían recorrido un gran tramo desde que partieron.

El cielo comenzaba a desaparecer entre el denso follaje. Se podían oír a los pájaros cantando y silbando desde las copas de los árboles como dándoles la bienvenida al bosque, con una variedad de sonidos que le daban a los cuatro la tranquilidad que tanto necesitaban después de toda la adrenalina que habían desprendido sus cuerpos en la base de la guardia real.

Se podían oír a los pájaros cantando y silbando desde las copas de los árboles como dándoles la bienvenida al bosque, con una variedad de sonidos que le daban a los cuatro la tranquilidad que tanto necesitaban después de toda la adrenalina que ha...

—Me duele el trasero —se quejó Aurora tratando de acomodarse en la montura— ¿Ya casi llegamos?

—Me temo que tendré que decir que no —contestó Antony—. El bosque de Faroth está a miles de bloques lejos de aquí. Éste será un viaje de días.

—Y yo que creí que los botes eran una pesadilla...

—Tengo algunas mantas que me regaló Amina —le dijo Clara con timidez—. Si quieres te puedo dar...

—No creo que sirva de mucho —repuso con sequedad.

—Está bien...

—La buena noticia es que dejaremos a los guardias bastante atrás. Tardarán algunos días en saber hacia donde fuimos —dijo Antony—. Seguramente creerán que me secuestraron o algo por el estilo, así que no habrán sospechas en cuanto a su amigo —dijo refiriéndose a John.

—Los guardias no son la única amenaza —replicó Charlie—. Tarem estaba limpio de monstruos gracias a los guardias y la iluminación, pero los bosques siguen infestados de ellos. No debemos bajar la guardia por más inocente que parezca el lugar.

—¿No podríamos al menos bajarla un poquito? —preguntó Aurora acostada en el caballo.

Charlie suspiró y detuvo a su caballo.

—Supongo que podríamos descansar un rato —dijo mientras jalaba las riendas de su corcel con suavidad para detenerse.

Los cuatro bajaron de los caballos y los ataron. Aurora suspiró al sentir como su sangre volvía a circular por sus piernas, pero luego de unos segundos comenzó a tener un pequeño calambre y se sentó en el suelo maldiciendo entre dientes. Clara se acercó a ella para decir algo, pero no salieron palabras de su boca, y la dejó en paz.

Los demás también estaban cansados de estar sentados y estiraron un rato las piernas antes de almorzar unas manzanas y los restos del pay de calabaza de Aurora, el cual animó el ambiente pesado que había entre los cuatro.

—No me deja de encantar tu pay Aurora —dijo Charlie bastante satisfecho, dejando a Aurora un poco sonrojada.

—Cocinas muy bien —replicó Antony.

—Gracias —respondió tímidamente, y miró con nostalgia la comida.

Pero cuando estaban a punto de seguir con su camino, escucharon el grito de un niño pidiendo ayuda en lo profundo del bosque. Antony siguió la voz del niño, seguido de Charlie y Clara.

—Oigan, podría ser una trampa, que tal si mejor nos vamos y... —Aurora dejó de hablar al ver que ninguno de los tres le hacía caso, y refunfuñó antes de seguirlos, hablando en voz baja— ¿Por qué nunca me escuchan?

Después de trotar unos cuantos bloques, se encontraron en un pequeño valle, y entre los arbustos se encontraba un niño de diez o doce años aproximadamente, viendo entre las hojas del arbusto a los cuatro con inseguridad y desconfianza.

—Hola amigo ¿Estás bien? —le preguntó Antony con una rodilla en el suelo, sin abusar mucho del espacio que había entre ambos.

—No —respondió el niño disimulando tranquilidad a pesar de tener los ojos llorosos.

—Tranquilo, te vamos a ayudar ¿Qué sucede?

—Perdí a mis padres —le respondió un poco más tranquilo.

—No te preocupes, nosotros te cuidaremos —le respondió Antony con una amigable sonrisa.



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Editado: 07.02.2023

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