—Bien, está listo —dijo Nolan después de vendar su tobillo—. Ahora dime pequeña ¿Por qué estabas sola en el bosque?
Aurora se ruborizó, tenía vergüenza de decirle que se había perdido, pero cuando lo vio a los ojos, supo que él no la juzgaría, y le confesó lo que había pasado desde que salió de casa. Nolan la escuchaba mientras acariciaba su barbilla, y cuando la niña terminó de hablar, el hombre se acercó a la ventana y miró afuera.
—Tu madre debe estar buscándote ¿No crees?
Aurora desvió la mirada hacia el suelo, ocultando su rostro.
—Mañana iremos a buscar tu casa ¿Te parece bien?
La pequeña bruja se asustó. Si Nolan encontraba su casa, su madre podría lastimarlo, o incluso él a ella. Era peligroso.
—No puedes —replicó apenada. Cuando se dio cuenta de lo grosera que había sido se arrepintió.
—¿No?
Aurora negó insegura.
—¿Y se puede saber por qué? —preguntó con suavidad.
Aurora empezó a jugar con sus manos y a morder su labio. Su madre le había dicho que no hablara con desconocidos y menos si eran humanos.
—Mi mamá...
—¿Es una bruja?
Aurora volteó a ver a Nolan con los ojos abiertos como platos.
—¿Crees que no puedo reconocer las ropas de una bruja? —preguntó entre risas—. Incluso hay una pequeña bruja en el bordado. También debo decir que tienes unos ojos violetas muy adorables.
Aurora tapó avergonzada el bordado que había hecho su madre y miró al suelo ruborizada.
—Está bien. No tengo que conocer a tu madre, solo encontrar tu casa y dejarte cerca. Creo que podrás hacer el resto tú sola.
—Sí. Creo que sí
—Muy bien entonces... Te hace falta un baño, estás llena de lodo —dijo al ver la ropa de la brujita—. Puedes usar mi baño. Si necesitas ayuda solo dime. Yo estaré lavando tu ropa ¿Está bien?
Aurora asintió con timidez.
Le pidió permiso para cargarla y la llevó al baño con cuidado de no tropezar. Cuando llegaron, la sentó en una silla y trajo agua caliente en una cubeta para llenar la tina, y después de que él saliera del baño, le pidió que le diera su ropa para lavarla. Ella se sonrojó, pero contuvo su vergüenza. Nolan esperó pacientemente fuera del baño hasta que Aurora entreabrió la puerta para entregarle toda su ropa sucia, incluso su ropa interior.
—No pequeña, no necesitas darme estas —le dijo mientras se las devolvía—. Tú puedes lavarlas si te da pena.
Aurora se ruborizó intensamente y le arrebató las bragas para luego cerrar la puerta lo más rápido que pudo. Nolan sonrió con ternura y se fue a lavar la ropa de la pequeña bruja en lo que ella se bañaba.
El agua estaba tibia. No pudo evitar jugar un poco con el agua, jamás había visto una tina en su vida, le pareció la cosa más increíble y divertida en el mundo. En el pantano, todo siempre olía un poco mal y el agua estaba bastante sucia. En cambio, el agua que el señor había traído era tan pura y cristalina que Aurora jamás creyó que eso podía existir. Tal vez los humanos no eran tan malos como su madre le había dicho...
Una vez que terminó de bañarse, Nolan le entregó una camisa suya con la puerta entreabierta, y después de un par de segundos esperando afuera, Aurora le permitió pasar.
Su cabello largo estaba mojado y la camisa le quedaba tan grande que parecía una piyama. Se veía adorable.
Con cuidado la cargó y la llevó hasta su habitación. Entonces, la acostó en su cama y se sentó a su lado para taparla con las sábanas. Aurora jamás había sentido una cama tan cómoda y suave en su vida. Sintió como si estuviese acostándose en una nube que la abrazaba.
—¿Quieres que deje las luces encendidas? —Ella asintió levemente—. Bien...
Nolan estaba por levantarse, pero Aurora le jaló la ropa, llamando su atención. Abría la boca para decir algo, pero no emitía ningún sonido. Nolan esperó paciente para escuchar lo que la pequeña bruja tenía que decir.
—Gracias —dijo al final. Nolan sonrió.
—No hay de qué —le respondió mientras acariciaba su cabeza—. Estaré durmiendo en el sillón de la sala por si necesitas algo ¿sí?
Caminó fuera de la habitación y le preguntó a Aurora si quería que cerrara la puerta antes de irse.
—Sí por favor.
—Muy bien. Descansa —dijo antes de cerrar la puerta en silencio.
Después de un pequeño rato observando la habitación, Aurora sintió que sus párpados se hacían cada vez más pesados, y dejó que el dulce y suave aroma de las sábanas la envolviera hasta quedar profundamente dormida.
Otra vez se encontraba ahí, envuelto en una cálida luz que cubría cada rincón del vacío en el que se encontraba... pero a diferencia de la vez anterior, la luz disminuyó levemente, dejando ver que estaba en una habitación llena de estanterías repletas de libros, papeles y artículos extraños que le parecían ligeramente familiares a pesar de jamás haberlos visto en su vida. Y entre todo el desorden que cubría el lugar por completo, unos símbolos raros de color blanco flotaban como motas de polvo, susurrando palabras extrañas e incomprensibles. Y entre los símbolos, había un hombre que le daba la espalda. Era alto y de cabello marrón canoso, vestía una capa blanca y azul que se arrastraba por el suelo.
En su mano, sostenía algo que ya había visto antes. Era un cetro.
Lentamente, se acercó a él, tratando de no pisar las cosas que había en el suelo, y los susurros se hacían cada vez más fuertes. Los susurros comenzaron a decir palabras entendibles, pero sin sentido alguno. Luego, levantó su mano para tocar el hombro del hombre, pero los susurros se volvieron abrumadores, y por fin Tobi entendió lo que decían: