—No tiene caso. No hay forma de que alguien no sepa de nosotros —rezongó Tobi mientras usaba de abanico uno de los anuncios de "se busca" que tanto había por todas partes.
Tom corría cerca de ellos con un una prenda del vestido de Aurora, el cual de por si llamaba la atención, no hacía falta decir que cuando la gente veía al zorro con ese pedazo de tela, quedaban completamente encantados, lo cual le convenía a ambos fugitivos, ya que la atención pasaría de ellos.
—No podemos rendirnos, hay que pensar en algo —repuso Antony con determinación antes de beber un poco de agua—. Si no encontramos un buen lugar para la noche, los guardias nos encontraran fácilmente.
—Podríamos tratar de buscar un edificio abandonado.
—Aun si encontráramos uno, la guardia conoce estos lugares y buscaran en cada rincón.
—¿Tal vez algún refugio bajo tierra?
—Demasiado tardado. Además, los guardias son bastante quisquillosos con los escapes bajo tierra, ya que son muy usuales entre los fugitivos y bandidos.
—¿Qué son, sabuesos? —bufó— ¿Cómo es que son tan buenos?
—No pasamos años de entrenamiento dentro de una academia militar para bajar gatitos de los árboles y sentarnos a platicar en las esquinas con galletas y chocolate caliente.
—Nadie cree en ese cliché realmente.
—La mayoría de la gente que he conocido me lo pregunta.
—¿Con qué tipo de ignorantes te juntas? —le preguntó antes de sentarse bajo la sombra de un árbol y soplarse con más fuerza—. ¿Me darías un poco de tu agua?
El ex-guardia real le entregó su botella de agua y Tobi se la acabó en dos tragos.
—Qué calor... ¿Cómo puedes vivir vestido así todo el tiempo? tienes algún tipo de discapacidad táctil o entrenaste en el infierno?
—Todos los guardias usan esta armadura —repuso cruzándose de brazos—. Además, es una fachada. Si me viesen sin el casco me atraparían en seguida. Pero si sigues soplándote con ese papel no creo que tarden mucho.
—Sí, creo que tienes razón... —dijo mientras veía el papel.
—Espera...
—¿Qué pasa?
Antony le pidió prestado el anuncio a Tobi y empezó a leer.
—Aquí sólo están, Clara, Aurora, Charlie y yo. Todavía no saben que vienes con nosotros.
—¿Y eso de qué sirve?
—Más de lo que crees —repuso sonriente.
Clara caminó con lentitud hacia Charlie y se quedó detrás de él sin apartar la mirada del chico que entró a la tienda.
Aunque este tenía unas bermudas y un collar de madera que lo hacían ver bastante amigable y relajado, su instinto de supervivencia y la forma en que Charlie le miraba le hizo sentir escalofríos ¿Por qué le miraba de esa forma tan inquietante?
—¿Podría darme dos paquetes de galletas con doble chocolate cinco botellas de leche y un tarro de miel? —le preguntó el desconocido al encargado.
—En seguida —repuso el cobrador antes de ir a buscar las cosas en el almacén.
—Así que... ¿viniste a tomarte una vacaciones? —Le preguntó el chico del tridente a Charlie.
El espadachín estaba imperturbable, simplemente lo observaba con desprecio. Len se recargó en el mostrador y se puso a jugar con un muñeco que había por ahí, sin prestarle mucha importancia a la amenaza de Charlie.
—¿Sigues enojado? —preguntó. Charlie seguía inmutable—. Nunca fue mi intención que eso pasara.
—Pudiste evitarlo —repuso mascullando antes de golpear la mesa.
El chico del tridente lo vio con frialdad sin decir nada, hasta que el ambiente tan pesado que había entre los dos fue interrumpido por el cajero de la tienda, que salió del almacén para luego poner toda la comida en el mostrador.
—Aquí tiene joven.
Después de unos cálculos rápidos, el hombre le dijo la cuenta y Len dejó un puñado de monedas en el mostrador.
Ambos chicos fruncían el ceño, como tratando de saber como reaccionaría el otro. Len apretaba con fuerza su tridente. Entonces, vio como Charlie sujetaba la muñeca de Clara, y después vio los ojos de Clara por un momento, y relajó su mano. Sin decir nada, salió del establecimiento y desapareció entre el gentío con su compra.
—Charlie ¿Quién era él? —preguntó Clara.
—Se me hace bastante familiar —mencionó Aurora.
Charlie se veía más tranquilo, pero en su mirada todavía había rastros de un sentimiento de agresividad y violencia que resaltaban en sus ojeras.
—Es Len —repuso con sequedad.
—Espera ¿Ese era Len?
—Sí.
—Ahora entiendo...
—¿Qué hizo? —le susurró Clara a Aurora.
—Él... tal vez no sea el mejor momento para hablar de eso —repuso en voz baja—. Terminemos de hacer las compras, no creo que Charlie se sienta muy cómodo aquí después de haberlo visto.
Después de comprar diez paquetes de galletas de todo tipo de variedad y combinación; diez botellas de leche y un stack de cocoa local, finalmente pudieron pedir la cuenta.
—Jamás en mi vida había visto a una jovencita llevarse tantas galletas —dijo el señor con una gran sonrisa—. Muchas gracias por comprar tanto, nos acaban de hacer el día.
—Seguro que valdrá la pena —repuso un poco abochornada.
Después de eso, salieron de la tienda y continuaron caminando por el pueblo, buscando el resto de las cosas que tenían que comprar.
—¿En serio tenías que comprar tantas galletas Aurora? —dijo Charlie. Usualmente lo habría dicho de forma burlona, pero después de lo que sucedió en la tienda, no se veía de muy buen humor.