No había nada en qué pensar y eso era algo que él apreciaba, pero no sabía que lo valoraba hasta que volvió a estar en la luz. Probablemente entraría en ese lugar con más frecuencia a partir de ahora, así que iba a tener que acostumbrarse a sacrificar sus momentos de paz.
La luz había convertido su sueño inconsciente en uno lúcido, y al instante supo dónde se encontraba. Miro hacia todos lados buscando a su maestro, pero solo pudo distinguir su figura cuando la intensidad de la luz disminuyó. Su maestro vino caminando hacia él con prisa, y todavía no llegaba a estar a su lado cuando empezó a hablarle.
—Hola Tobías, perdón si voy al grano, pero no tenemos mucho tiempo, así que necesito toda tu atención. Trata de hablar lo menos posible ¿Entendido? —. Tobías asintió con rapidez, y entonces, su maestro llegó a su lado—. Muy bien, escucha con atención lo que te voy a decir... Para poder destruir el Ojo de Ender, deben buscar cinco objetos mágicos en su camino hacia Faroth: El Sable de Aroto, La Armadura de Métamor, La Estrella del Wither, Las Elytras de Falenskai y El Cetro de Dimitri. La buena noticia es que ya posees uno de los artefactos, así que tenemos por donde empezar.
Tobías miro atónito su cetro, y en seguida volteó a ver al hechicero cuando cayó en cuenta de quién era él.
—¡¿Tú eres Dimitri?!¡¿Dimitri Bluelight?!
—Por eso nunca guardo secretos...
—¿Estoy hablando con...? ¡¿TENGO A DIMITRI BLUELIGHT EN MI NUCA?! ¡DIMITRI BLUELIGHT ME VIO ORINAR SENTADO! ¡MALDITA SEA!
—Tranquilízate.
—¡He leído historias sobre ti prácticamente durante toda mi infancia! Literalmente me pusieron de apodo Bluelight porque no paraba de hablar de ti.
—¡Tobías! —Habló el hechicero con firmeza, callando a su discípulo en seco—. Comprendo la emoción que estás sintiendo ahora, pero no es el momento ni la situación ideales para que actúes como un admirador.
Después de unos segundos de silencio, toda la emoción que había acumulado el muchacho se disipó.
—Entiendo... —repuso el chico con desánimo.
El maestro respiró profundamente y se acercó a él para poner su mano en su hombro, y esbozó una pequeña sonrisa en su rostro.
—Cuando todo esto acabe con gusto hablaré contigo todo el tiempo que quieras, lo prometo. Pero ahora mismo tenemos que terminar con esto lo más pronto posible.
—Tiene razón, dejemos eso para después. Dígame lo que debo hacer —repuso Tobi con determinación.
—Muy bien. Los artefactos que te mencioné hace un momento están ocultos a simple vista. Cada uno fue encantado con la habilidad de convertirse en un objeto común y corriente para pasar desapercibido de la gente. La forma común del cetro es el anillo, esa ya la conocías. Las formas del resto de los artilugios... —. De un momento a otro, Tobi comenzó a ser arrastrado a la salida de la cueva. Se cayó al suelo y se agarró de un mueble. El hechicero maestro se veía algo decepcionado—. ¿En serio estás despertando ahora?
—Le prometo que no es mi culpa, creo que alguien está tratando de despertarme —repuso con esfuerzo.
—Trata de volver a dormir lo más pronto posible, todavía hay muchas cosas importantes que debo hablar contigo.
La fuerza que atraía a Tobi hacia afuera se volvió demasiado fuerte, y se agarró de una soga que estaba en el suelo.
—¡¿Podría darme un consejo para practicar?!
—No busques controlar los truenos, solo concéntrate en donde quieres que caigan ¡Concéntrate Tobías!
La luz poco a poco se disipó, hasta que pudo ver a Dayana a su lado. No se veía enojada (en realidad nunca expresaba ninguna emoción, pero se veía tranquila), eso no hizo que se espantara menos.
—¿S-sí?
—Yo... solo quería disculparme por haberte tirado esa cubeta de agua.
—No te preocupes, supongo que me lo merecía...
—No es así. No estuvo bien.
—En serio Dayana, no tienes por qué dis...
—Si no me quieres decir la verdad acerca de por qué no pudiste escapar conmigo está bien... —dijo interrumpiéndolo—, confío en que tienes buenas razones por las que no pudiste venir a tiempo... solo no me mientas.
—Está bien... —repuso Tobias. Pensó que tal vez lo mejor no era hablar de eso ahora.
—Quítate la camisa.
—¿Disculpa?
—Quítate la camisa.
—¡Escuché lo que dijiste! ¡¿Por qué quieres que me quite la camisa?! —exclamó con el rostro teñido de rojo y abrazándose a si mismo. Rápidamente se levantó de la cama y se alejó de ella, pero Dayana se empezó a acercar a él. Tobi ya estaba poniéndose en guardia.
—Quítate la camisa —dijo ligeramente más enojada.
—¡No me voy a quitar la camisa! ¡¿Qué te sucede?!
La chica se abalanzó sobre Tobi y trató de quitarle la ropa, pero él se resistió. Llegó un momento en el que ambos cayeron en la cama, y Tobi trataba de quitarla de encima, pero ella ya le estaba levantando la camisa. Tobi no veía nada al tener su ropa en la cara, pero no se iba a rendir con facilidad. Agarró lo primero que pudo palpar con sus manos, y lo jaló con la esperanza de librarse de ella, pero una voz grave y profunda los interrumpió de pronto.
—Oye Day, traje unos cuantos ungüentos pero no estoy seguro de cuál es el que...
Ambos chicos se detuvieron, y Tobi se pudo quitar la ropa de la cara. Vio que el Señor que había hablado era el hermano del chef. El señor estaba completamente inmóvil, y no comentó nada.
Entonces Tobi volteó a ver a Dayana y se enteró de que lo que estaba jalando era su blusa, y ya casi terminaba de quitársela. Su cuerpo quedó tieso al notar qué podía ver su sostén, y en cuanto volvió en si, la soltó en seguida y miró hacia otra parte, lo cual ella aprovechó para quitarle la camisa de un jalón.
—No lo malinterpretes, solo quiero ver sus heridas —le dijo Dayana al hombre que los veía con los ojos pasmados.
—Oh... Ya veo —repuso él un poco sonrojado, y se acercó para entregarle los ungüentos a Dayana.