Mi primera noche allí había llegado a su fin dejando entrar unos cálidos rayos de luz solar que golpeaban mi cara.
Maldito sol.
Sin más remedio, me levanté y me dirigí a la ducha. Al empezar a desvestirme, vi el esparadrapo en mi mano y me acordé de lo que sucedió hace unas horas.
Eso me puso de muy buen humor. Seguí los pasos que me dijo ayer el chico para que la dichosa herida se curase con rapidez. Una vez lista, me puse una camiseta de manga corta y unos pantalones largos y me dirigí a la cocina. ¡Se me había ocurrido una idea!
Sé que los coreanos desayunan algo que yo, como me he criado en España, no comería en la vida. Sus desayunos eran como un almuerzo para mí. Es por eso por lo que llamé a la secretaria Minji, la cual me dio su número por si algo llegara a pasar.
Le pregunté por los platillos típicos, si alguno tenía alergias o qué me recomendaba hacer. Pondría a prueba mi pequeña sabiduría sobre cocina coreana.
Lo apunte todo en una hojita de papel y la pegue en la nevera para poder leerla mejor.
Me puse a preparar la comida con sumo cuidado, puse la mesa y coloqué los platos y las tazas, dejando así un desayuno de lo más vistoso.
Hace un rato empecé a escuchar ruidos en la primera planta, probablemente ellos estaban en una habitación jugando mientras se despertaban.
Poco después de terminar, bajaron a la cocina y se pararon de golpe frente a mí al ver todo lo que había hecho.
- ¿Qué es esto? – dijo Han, si no me equivoco.
- Buenos días – sonreí en un intento de parecer amable. – No hemos empezado con buen pie y quiero que nos llevemos bien. Empecemos de nuevo.
Pero, contra todo pronóstico, la mayoría empezaron a reírse.
- ¿Lo habéis oído? – se carcajeó Hyunjin – se cree que comeremos su basura.
- Pero... - mi sonrisa se borró en cuestión de milisegundos.
- Esta bazofia te la comerás tú – habló uno de ellos, ¿Hyunjin? Mientras cogía un bol de arroz y me lo tiraba encima.
La rabia me consumía y eso hizo que no fuera capaz de mover un solo dedo.
- ¡Hyunjin! – gritó Bang Chan.
- ¿Qué? ¡Vamos! Solo estoy bromeando. – dejó el cuenco sobre la mesa.
En ese momento, aproveché para huir de aquella humillante escena. Me metí en la habitación y cerré con un buen portazo. Quería llorar de lo increíblemente odiosos que eran. Con fuerza – a causa de lo sucedido – quité los granos de arroz de mi cabeza sin importarme que el suelo se ensuciara. Para disimular la suciedad con la que se quedó mi pelo, lo recogí en una coleta.
Minutos después, cuando me calmé un poco, decidí salir. Vi que ellos habían salido a la entrada: unos estaban jugando por el césped y otros estaban con el móvil o charlando sentado alrededor de la mesa que había en el porche. Vi paquetes de comida allí fuera, donde ellos estaban.
Tal y como predije, la comida estaba intacta sobre la mesa.
"Malditos desagradecidos", pensé.
También pensé que lo que iba a hacer era otra tontería, pero, de lo contrario, seguramente su odio hacia mí crecería. Me puse a limpiar la mesa y recoger el arroz que quedó en el suelo. Guardé todo en cuencos de plásticos y los metí en la nevera. Me los iría comiendo poco a poco, supongo. Cogí un paño y una bolsa para recoger el arroz y limpiar el suelo.
- ¿Qué haces? – la misma voz profunda de anoche retumbó en mis oídos.
Y aunque él no se hubiera reído hace un rato, fue quién pagó mi enfado.
- ¿No lo ves? Limpio este estropicio.
- Estos niños no saben controlarse – habló una segunda voz algo más ¿alegre?
Para mi sorpresa, Bang Chan le lanzó un trapo al otro miembro, el cual la cogió sin el menor problema, y se agacharon a mi lado. ¡Me estaban ayudando!
- Seungmin, tú limpia por ahí y yo lo haré aquí.
Este, obediente, lo hizo sin poner ni una pega.
- ¿Qué hacéis, hyungs? – una voz, la cual estaba empezando a odiar demasiado, apareció.
- Limpiar – soltó el tal Seungmin.
- ¿Por qué haces que te ayuden a limpiar, niña? – dijo en un tono despectivo Han - ¿No es suficiente con tenerte aquí?
Ah no, eso sí que no. Iba a levantarme para decirle cuatro cosas, pero otra persona lo hizo por mí.
- Lo de hace un rato no ha tenido nada de gracia, Hyunjin. Y a ti te digo lo mismo, Han, estas bromas no deben hacerse. – soltó un molesto Seungmin.
- Pero... - empezó a quejarse – No es justo.
- Lo que no es justo es como tratáis a una persona.
- Es ella la que apareció sin más, seguramente camuflada bajo la inocencia. ¡Es una fan obsesiva! – soltó Hyunjin.
Ya no pude aguantar más.
- Esto me gusta tan poco como a vosotros. O nos llevamos bien o esto será un infierno mutuo – dije desafiante.
- ¡Já! – soltó una risa irónica – Eres una malcriada niña de papá que consigue todo lo que quiere. Seguro que no te soporta nadie, ¡ni tu propia madre lo haría!
Aquello acabó conmigo. Lancé con fuerza el paño con el que estaba limpiando el suelo y salí de allí mientras golpeaba el hombro de Hyunjin al pasar por su lado – realmente choqué con el sin querer pero, aún así, me dio satisfacción el haber hecho eso – y salí del lugar pisando con fuerza.
Esta vez me encerré en el servicio. Me senté sobre el váter y abracé mis piernas para enterrar ahí mi cara.
"¡Ni tu propia madre lo haría!", eso era lo único que resonaba en mi cabeza. Sin poder retenerlas, las lágrimas comenzaron a resbalar por mi mejilla. Pero no lo permitiría, no iba a dejar que acabaran conmigo tan pronto. Si ellos quieren guerra, tendrán guerra. Veremos cuál de las dos partes se rinde antes.
Estaba claro que ya no tendría nada de contacto con ellos. Los iba a evitar a toda costa, por lo menos hasta que se me pasara el enfado. Por eso, y para distraerme, me encerré en mi habitación, lista para redecorar todo el cubículo. Hablé con el señor Park por teléfono para ver si podía traerme unos cuantos muebles de una tienda ya que yo no podía salir del recinto, y sí, aceptó sin problema. Sabían que había que reorganizar el dormitorio y estaba esperando a que yo dijera algo.
Editado: 10.11.2023