El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 1. LA ADVERTENCIA DE UN VIEJO CHIFLADO (PARTE III)

Al final estaba hecho.

El momento había llegado y no había vuelta atrás. Bien que mal, ya viajaba.

Toda mi vida conmigo en aquella pequeña bolsa en la que cabían casi todas mis pertenencias, y a bordo de ese tren submarino que me conduciría a la ciudad de Mok. El hogar de luces y de sombras. La capital de Aztlán, desde donde llegaría hasta la ciudad humana de Sídney, en Australia. Para encontrarme con lo que, por entonces, más me aterraba en el mundo.

Humanos.

Para qué engañar a nadie. Nunca fuisteis mi fuerte. Y la idea de acabar muriendo, más tarde o más temprano, para protegeros no se me antojaba muy alentadora. Sin embargo, desde ese día habríais de ser de forma inexorable parte de mi futuro.

Sí.

Había pasado a formar parte de un convenio humano-paranormal por el que desde ese día me tocaría vivir en una extraña casa-refugio cedida por un programa humano a jóvenes talentos para lanzar hasta la estratosfera del éxito profesional sus prometedoras carreras en diversos ámbitos, desde la música hasta la ingeniería, y que se convertirían en mis nuevos compañeros de vida.

¿Para qué necesitaba mimetizarme en un proyecto humano si mi objetivo, después de todo, era convertirme en rastreador dentro de dos años?

¿Para qué toda aquella parafernalia cuando todo cuanto necesitaba para ello era cumplir la mayoría de edad y enfrentarme a los exámenes de ciudadanía y a la prueba que me conduciría al mayor viaje que jamás hubiera hecho, todo con la firme intención de conseguir mi tercera alma y convertirme en un cazador de verdad?

Ahora más de alguno se preguntará. ¿Pero no os vale con dos, aún queréis tres, y arriesgáis la vida para conseguir la última?, ¿Sois masoquistas?, o ¿Estúpidos integrales?

Pues ya veis.

Cosas de nacer en una raza incompleta.

Nacemos con dos almas, una humana que, en teoría, e insisto, sólo en teoría, nos brinda la capacidad de entenderos, y una animal, nuestra esencia más pura, que marca nuestro carácter, y el don que nos es propio. Y no contentos nos tenemos que matar por conseguir una tercera, porque nosotros lo valemos. Con un buen par de huevos. Si señor.

Con eso por delante, y después de todo, lo único que yo podía pensar por entonces de aquel proyecto es que iba de la mano de la oportunidad de convertirme en rastreador cuando pasara esa última prueba. Que ser rastreador, algún día, me haría famoso por ser una auténtica máquina de matar. Y que eso me gustaba. Así que, si mimetizarme en un proyecto humano era una parte necesaria de mi formación, no iba a dudar en hacerlo.

Divagues mentales quedaron aparte cuando aquel trayecto subterráneo a la velocidad del rayo bajo los mares empezó, sin posibilidad de detenerse, y conduciéndome a aquella ciudad que todos se morían por descubrir, pero de la que yo no quería ni oír hablar.

Todos dicen que es hermoso tener la oportunidad de hacer un viaje como el que yo acababa de emprender. Pero más allá de las apariencias y pese a todo, para mí no lo era.

Así, resignado a todo cuanto me esperaba, mi mente se sumergió en un sueño que, como ya era costumbre, no me devolvió la paz.

Un sueño que devolvió a mi mente un momento tan preciso como aterrador.

Llegaba a mi casa después del asalto dimensional.

Agnuk acababa de morir y, todavía manchado por su sangre y sus palabras, me dirigí al único lugar en el que podía encontrar un respiro de tranquilidad, y un escondite para estallar. Para chillar. Para dejar que todo el dolor se fuera, aunque sabía que parte de mí nunca se recuperaría.

El viejo desván de mi casa.

El viejo desván de mi casa       

Pero allí estaba él.

Aquel viejo cazador, y gran amigo de mis padres. Alguien que quiso advertirme sobre algo que creyó importante, y que tampoco tardaría en morir.

El viejo Arnold. Cuya voz aún resonaba en mi sueño como un eco ya extinto, que nunca podría olvidar.

¿La advertencia de un viejo chiflado, o el consejo de un buen amigo?

 ¿Sabes cada cuánto nace un cazador capaz de hacer cosas como las que tú has hecho esta noche? repitió su voz, me miraba entre atónito y asustado, sentado frente a mí, en el viejo desván, en donde yo me había encerrado para estallar y dejar salir algo de la desesperación que me poseía por momentos.

Yo callé, porque no tenía otra cosa que hacer.

No es algo muy común admitió con aquella seriedad que le pertenecía.

Yo guardé silencio. Habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo. Mi mejor amigo acababa de morir, y no sabía que podía querer de mi aquel chiflado. Sin saber por qué mis padres le permitían hablarme en ese momento, ni porqué aquellas palabras habían de tener sentido para mí.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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