El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 2. ALIENTO DE REBELDÍA (PARTE I)

Me levanté temprano, como todos los días desde mi llegada, dado que no necesito mucho sueño.

Por el contario, había aprendido que Noko resulta ser bastante aleatorio, mientras que Luca es una auténtica marmota, como diríais vosotros. A la hora de la verdad le da igual dormir que no, pero si duerme, lo hará con todas las consecuencias.

Lo mío no es quedarme en la cama. Habían tenido dos semanas para descubrirlo.

Me levantaba dos horas antes que las chicas, y Noko, y tres antes que el chico cuyo ego jamás baja de las nubes ―Sí, una de las múltiples denominaciones que mi cabeza le otorgaba por el momento, es lo que tiene ir de guay por la vida, no era tan distinto a mí, pero yo tenía humildad, el... bueno, tal vez en alguna otra vida―.

Normalmente mis ojos se abrían una hora antes de que amaneciese, me levantaba rápido y sigilosamente. Al fin y al cabo, eso es lo mío.

Me vestía en la oscuridad sin dejar el más mínimo rastro de existencia, salía al pasillo y me esforzaba por bajar las escaleras, y usar las puertas, como si fuera uno más, en lugar de desaparecerme y llegar puntual a todas partes sin un mísero esfuerzo, como era mi costumbre.

Después salía al oscuro jardín, y echaba a correr.

Cada día había corrido hacia algún lugar diferente, para ir conociendo los alrededores. Entre eso y las primeras salidas de caza al cementerio de la zona con mi nuevo material, escondido en un viejo baúl del polvoriento desván al que, por el momento, nadie prestaba especial atención. El resto del tiempo lo había destinado a conocer a mis nuevos compañeros. Y con todo aquello me mantenía ocupado por el momento.

Me había planteado llevar un diario sobre mis descubrimientos, pero, al tercer día y después de observar a Luca montar el sofá borracho como si fuera un caballo, comprendí que no valía la pena.

¿Qué había logrado averiguar hasta la fecha?

Bueno. Miriam no supuso una gran sorpresa, era tal y como Nagny me la describió en su momento. Se había llevado bien con todos en seguida... siempre, y claro está, excluyendo del todos al rey de la casa, Luca Antelami. Nagny tampoco se había equivocado en eso. Hay personas difíciles de aguantar, y, sin duda, él es uno de esos humanos a los que darías un guantazo cada media hora para dejarlo inconsciente tres horas más. Pero, si estamos siendo honestos, debo admitir que convivir con una persona tan... ¿la palabra sería inaguantable? Bueno, llamadlo inaguantable o llamadlo X, tenía su parte positiva.

¿Qué de genial hay en aguantar las 24 horas del día a alguien tan engreído e inútil pese a ser un genio, y saber que será así por los próximos dos años?

Me formulé la pregunta durante las dos primeras noches. En las que no pude dormir porque el señor Antelami tuvo que descubrir por sus propios medios que el insecticida no es limpiacristales, y convertir la habitación que los chicos compartíamos en una cámara de gas. Con ese percal encima Noko se pidió el sofá, y el menda y yo dormimos en el pasillo.

Admito que me planteé matarlo.

Es, supongo, la reacción natural de alguien que lo soluciona todo matando.

De hecho, imaginé cientos, quizás miles, de formas distintas en las que podría acabar con aquel individuo siendo discreto y hacerle un favor a la humanidad. Llegué a visualizar su cara de idiota ensangrentada y desfigurada contra el asfalto, con la cabeza cortada, o simplemente retorciéndose en un charco de sangre sin piel y cubierto de sal mientras chillaba como un oso de las cavernas moribundo durante la matanza -en algunos países matáis cerdos para hacer de todo con ellos, y se come de su carne por muchos meses, en Áyax cazamos un par de esos osos gigantescos que habitan el corazón de la selva y son un peligro cuando se van de madre y atacan los barrios más pobres de la ciudad, los barrios de extramuros, como el mío, el zirquo, y la arman parda. Tampoco es tan raro, ¿Vale? Más rico que el cerdo, además-.

Tuve que recordarme varias veces que era un humano, y que yo protejo humanos, no los sacrifico para comerlos.

Pero a la tercera noche, y después de oír absolutamente a todos mis compañeros quejarse de la inutilidad de aquel muchacho, que se las había arreglado para poner a toda una casa en contra en un lapso de tiempo tan insignificante como tres días, me sumé discretamente a las protestas, y me percaté de lo positivo del asunto.

Mientras él acaparase gran parte de la atención, yo tenía tiempo para entablar lazos con los demás, y, además, Noko y Miriam no me criticarían. Sobretodo Miriam había encontrado a una persona ideal con quien discutir. Los demás supimos desde un principio, y acertadamente, que aquello se convertiría en el pan nuestro de cada día.

Dos semanas después, y ya durmiendo en mi cama, por fortuna, me pregunté si realmente cuando mi paso por este lugar hubiera expirado, y hubiésemos agotado todos los momentos que nos darían dos años juntos, llegaría a extrañar aquel olor a madera, aquellos muros, y, sobre todo, la presencia en mi vida de aquellas personas. Si verdaderamente llegaría a echarles de menos, como en ese momento añoraba mi casa, mi ciudad... y mi vida.



#19572 en Fantasía
#4146 en Magia
#11743 en Thriller
#6726 en Misterio

En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.