El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 2. NUEVOS APRENDIZAJES (PARTE III)

Colocó cerca de una docena de libros cuya edad podría alcanzar sin apuros los 2000 años si sumabas los años que tenía cada uno de ellos. Casi de un golpe, sobresaltándome mientras observaba absorto las dimensiones de su biblioteca.

Le observé reprimiendo por un lado mis instintos asesinos y por otro lado tratando de recuperar el aliento que me faltaba después del susto que acababa de darme.

Maldito mago chalado.

¿Qué me habría pasado por la cabeza para pedirle trabajo en la herboristería y asumir que era alguien que podría enseñarme cosas que ni siquiera sabía si me convenía aprender?

Supongo que lo que me atrajo fue el olor de la magia. Aquella sensación de mierda que me creaba la necesidad de sentirme de nuevo en casa, entre los olores y las señas de identidad de lo que me era conocido y no me hacía sentir un extraño. 

La realidad era que hacía apenas dos días, como hacia el jueves, tras visitarle, me había adjudicado un problema más, más allá de sobrevivir en los ministerios y en un mundo humano que no me comprendía en absoluto, en el que apenas llevaba un par de semanas de clase y del que estaba ansioso por escapar.

Su larga cabellera de hippie recogida en una coleta a su espalda completaba su extraña imagen. Vaqueros rotos, sandalias y un grueso poncho. Su piel completamente marcada por el vitíligo, propio de los seres mágicos cuando alcanzan cierta edad. A juzgar por la extensión de la pigmentación a manchas de su piel aquel individuo que se hacía llamar Galius rondaría los 250 años.

Realmente no podía haber esperado otra cosa. El Este, de donde provenía aquel individuo, parecía ser la cuna de los magos más pintorescos y poderosos que había dado jamás mi dimensión.

Pero ¿Qué carajo pintará un mago accediendo a enseñar a un cazador que debería asumir que tiene claras limitaciones para con la magia por definición de su raza? Y lo más importante ¿Cómo diantres me las había apañado para terminar metido en aquel lío por mi propio pie y mi propia desfachatez?

Era un tipo raro. Y por el momento dejaría ahí mi reflexión.

Detente cerebro Dakks, los esquemas mentales no te convienen, me dije, parándome, ahora sí, a mirar toda aquella pila de libros que mi nuevo maestro extraoficial se disponía a extender sobre la mesa.

― ¿Es algún tipo de lectura orientativa? ―No pude reprimir más el sarcasmo― Ya le dije que no quería más que algunas nociones de magia y de otras materias que pudieran serme útiles y no se ven en los ministerios... no es que quiera volverme un erudito ni nada.

En ese momento el viejo suspiró y tomó asiento frente a mí, al otro lado de la mesa de roble en la vieja biblioteca de su trastienda en donde el polvo y el olor a viejo de los libros se convertían en señas de identidad.

―No se trata de erudición, Elías ―asumió―. Se trata de enseñarte lo necesario para estar a la altura del puesto al que aspiras, y, lo más importante, todo lo que sea necesario para que sobrevivas dentro de dos años al rito iniciático. Ningún conocimiento está de más ante esas circunstancias. Y si me has pedido que te enseñe, habrá de ser bajo mi propia perspectiva. De lo contrario no seguiré con esta iniciativa.

Suspiré.

―De acuerdo ―asumí― ¿Y esa perspectiva es...?

Sonrío, complacido.

―Tenemos dos años para que hayas podido leer cerca de un 90% de esta biblioteca ―vaticinó con seriedad.

En ese instante creí que me moría.

― ¿Cómo? ―Me dio para balbucear tras casi perder la respiración. Mis ojos, abiertos como platos, se clavaron en los suyos sin dar crédito a lo que acababan de escuchar.

―De aquí a dos años, cuando te enfrentes al rito iniciático, rezarás para que aquello a lo que tengas que enfrentar no se encuentre entre el 10% de esta biblioteca que hemos optado por eludir por razones obvias de falta de tiempo.

―Galius, no pretendo ofenderle, pero... ―aventuré― esto es una locura.

Negó con la cabeza.

―Me lo agradecerás. Y no te lo pediría si no lo creyera posible.

Clavé mi mirada en el techo luchando contra mi incredulidad.

―Además, la mayoría de estos libros son de magia... ―argumenté, tratando de focalizar mi atención en lo que por de pronto teníamos encima de la mesa y que parecía ser mi lectura de principio de curso. Ni en mis mejores sueños alguien como yo, que sabía leer y escribir de chiripa y apenas había tenido dinero para comprar un libro en su vida iba a terminar de estudiar en un tiempo razonable.

―No sé si alguna vez te han contado cómo se las gastan en el Norte con lo de leer y escribir, pero...

―Lo sé ―admitió―. Primer productor atzlánés de papel y también el continente más pobre de todos. Os limitáis a escuchar y contar historias que otros ponen por escrito con vuestro esfuerzo y trabajo. Es lamentable, y te coloca en desventaja respecto a muchos de tus compañeros rastreadores, pero para tu suerte podemos solucionarlo, la ignorancia se cura. Y también te ayudará a sacar adelante la experiencia humana que tienes que vivir ―sus ojos me observaron con aquella fuerza honesta que me atraía misteriosamente y me impulsaba, sin ser consciente de por qué era así, a confiar en lo que me decía, aunque lo creyera imposible.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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