El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 3. LA CACERÍA Y EL LABERINTO (PARTE IV)

De acuerdo. Esta era la situación media hora después.

Había logrado colarme por un conducto de aire acondicionado de aquella vieja nave industrial y reptaba a la deriva entre un amasijo de ventilación oxidado y repleto de ratas, arañas, y esa clase de bichos que por norma los humanos tanto aborrecéis. Iluminaba a mi alrededor con una diminuta antorcha de brea que levitaba en el aire gracias a un hechizo, y rezaba por encontrar alguna rejilla que me permitiese ver, exactamente, qué tenía debajo, y a cuánta altura.

Finalmente se obró el milagro. Aunque dada la altura a la que me encontraba, estaba lejos de ser un milagro.

Más de cinco metros me separaban del suelo, y en él se elevaba un laberinto sumido en la lumbre de hileras de antorchas, y ambientado en lo que parecía ser una cripta funeraria.

Esos cabrones se lo habían currado, desde luego.

No tardé en escuchar el grito de un chico, no estaba lejos de mi posición así que, qué coño. Reventé la rejilla de una patada y me arrojé al vacío.

Lo reconozco.

La ostia fue de campeonato. Pero en que me repuse eché a correr hacia la voz.

Desde el aire había logrado ubicarme. No muy lejos de allí estaba la puerta principal de la nave, abierta, y sabía que si lográbamos llegar hasta allí estaríamos salvados. Solo quedaban unas cuantas hileras del laberinto, repletas de demonios. Un poco jodido, sí, pero podría remontarlo a mi favor.

Finalmente encontré a Luca, en el preciso instante en que un demonio Kalek iba a arrojar su lengua contra su cabeza para sorber sus vísceras. Arrojé un hacha y partí por la mitad el cráneo de aquel bicho. Me acerqué con rapidez y recogí el arma.

―Puedes abrir los ojos, Sicilia, tenemos que correr ―repuse reprimiendo una risa y mirando a mi compañero con incredulidad.

Era igual de grande que yo, y sin embargo, ahí estaba con los ojos cerrados y temblando como una hoja convencido de que correría la misma suerte que aquel chico del pueblo que lamentablemente tuvo la misma idea que él sin conocerme antes.

― ¿Elías? ―preguntó, o más bien chilló, con incredulidad para después mirar con sus ojos casi fuera de las órbitas el desaguisado que le había hecho a aquel bicho en la cabeza― ¿Qué?, ¿Cómo...?

―Habrá tiempo de explicaciones en otro momento, genio, a menos que quieras que nos quedemos aquí y deje que nos maten. ¡Vamos, corre! ―apremié― Te recuerdo que si no hubieras venido hasta aquí no tendría que haber venido a buscarte, ¡Y no me apetece convertirme en la cena de nadie!

Acto seguido, obedeció y echamos a correr.

― ¿Sabes a dónde vamos?

―He visto la salida, no está lejos, solo unas cuantas calles más.

Frenamos en seco, topándonos a la vuelta de la siguiente esquina con una barrera de Oxhei.

No me gustan esos bichos, pueden ponerse a cuatro patas y correr. Y sus mandíbulas tienen dientes capaces de desgarrar cualquier cosa.

―Estamos muertos...

―Ni lo sueñes ―tercié―. Coge esto ―dije tendiéndole un par de machetes.

― ¿Qué...?

―Sólo úsalos ―Le dije. Después blandí mi espada y eché a correr hacia la barrera demoniaca gritando.

Hacía ya algún tiempo que no me enfrentaba a situaciones extremas, y debo reconocer que en ese momento les tenía muchas ganas. Echaba de menos la sensación de una lucha en la que realmente sintiese algún tipo de peligro. Llamadlo... mejor no le pongáis nombre. Supongo que añorar la sensación de matar no suena demasiado bien a vuestros oídos... para los míos es otra cosa, yo fui creado para matar, es mi deporte favorito. Nadie baila mejor junto a la muerte que un cazador ante el peligro.

― ¡Algunos de estos...! ―dije mientras le rebanaba a uno la cabeza y me libraba de la mandíbula de otro, y al tiempo que Luca blandía el machete contra un tercero― ¡custodiaban la tumba de un famoso rey chino de la dinastía Qin!, quizás te suene de algo, ¡Se llamaba Qin Shi Huang!

― ¡No jodas! ―contestó atónito, había cumplido mi función de distraerle. Sabía que era una tumba hermosa y seguro que él conocería cada detalle artístico e histórico de la misma, al fin y al cabo, lo sabía todo sobre eso, ¿No? Quizás pasaría menos miedo así. Yo he llegado a bailar delante de una barrera de demonios y matarlos al ritmo de la música, cuando estaba acojonado porque iban a hacerme papilla. Uno puede hacer cosas impresionantes cuando no está aterrado, al menos eso es lo que creo― ¿La tumba de Qin Shi Huang?, ¿La misma de los Guerreros de Shian?

― ¡Esa misma! ―corroboré, ensartando por la espalda uno de los dos que quedaban en pie, para acto seguido arrojar un cuchillo directo al corazón del que, en ese preciso instante, iba a devorar a Luca. Me reí al ver su cara, y de nuevo vía libre―Y ya van dos por hoy, me tendrás que invitar a cerveza o algo cuando salgamos de aquí.

―Antes tendrás que explicarme cómo cojones haces todas estas cosas...

―No estás en condición de negociar ―me reí de nuevo― ¡Vamos, corre! ―grité, sin detenerme. El me siguió de cerca, por suerte estaba en buena forma física.



#19577 en Fantasía
#4147 en Magia
#11747 en Thriller
#6726 en Misterio

En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.