El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 3. TODOS ESTAMOS SOLOS (PARTE V)

― ¡Maldita sea ya me estáis explicando qué cojones...!

El rugido de Alan terminó allí en cuando se percató de nuestro estado.

―Por todos los arrecifes del Dios Daquwaga, ¿Se puede saber qué coño os ha pasado?

Los demás se acercaron con rapidez para mirarnos horrorizados.

Tocaba inventar una excusa rápido, y, paradójicamente, pese a mi rapidez, me quedé en blanco.

Demasiada histeria para un día.

Y ahora diréis, ¿Te pasas media vida evitando el fin del mundo y avanzando sobre una frontera que separa la vida de la muerte y te paralizas frente a una mierda como esa? Pues sí, ya veis cuanta gilipollez junta puedo reunir.

---Bueno es una larga historia ―comenzó Luca con tranquilidad―. Ha habido un accidente con dos coches en la I 40, justo al lado del polígono industrial donde estaba. Yo salía de allí y me pilló de lleno. Es una suerte que esté vivo, de hecho. Había quedado con Elías para echar unas birras y desfogarme porque no me habían dado el trabajo, y fue una suerte que llegase justo en ese momento. Si no me hubiera apartado estaría muerto.

― Pero ¿Qué...?

―Uno de los coches explotó, afortunadamente el ocupante había conseguido salir del vehículo, pero volaron cristales y fue muy cerca, así que nos pilló a los dos. Yo me hice algo más de daño y tuvimos que pasar por el hospital. ―dijo enseñando su brazo, que estaba vendado porque tenía un corte importante, además de que todavía había sangre en su ropa― Habría avisado, pero todavía no nos hemos aprendido el teléfono de casa, y mi móvil quedó en este estado ―dijo sacando su móvil completamente rajado de uno de sus bolsillos―.

Tendría que cambiarse de aparato, visto lo visto.

― ...y yo olvidé el mío en casa ―admití avergonzado. Era cierto. No estaba acostumbrado a llevar ninguna clase de dispositivo portátil para socializar. En Áyax no empleamos ningún método de ese tipo para estar conectados con la gente, existen medios mágicos para lograr fines similares y no tienes que llevar esa mierda encima todo el día y aprender a utilizarla. Me había costado mis disgustos en esos dos meses tener que comprarme uno.

No pude evitar reparar en el nuevo descubrimiento fortuito que acababa de hacer: Luca era muy bueno inventando excusas.

Realmente bueno.

****

Aquella noche Luca se fue pronto a la habitación. Tan pronto como terminó la discusión, el estáis bien y Alan le dijo que había llegado un paquete para él. Noko, Miriam y Amy se quedaron en el salón porque echaban una peli que les apetecía ver, con palomitas y tal, después de celebrar, visiblemente aliviados, que ambos estuviésemos bien, y asegurarse de que Luca no quería compañía. Yo, por mi parte, me di una larga ducha que necesitaba para pensar y calmar el dolor de los golpes.

Si, después de todo, yo estaba así, no quería imaginar lo que debería estar sintiendo Luca, que era humano, en ese momento. Me sentí mal por no haber podido evitarlo. Fue por ello por lo que antes de bajar a ver la película con los demás decidí entrar a la habitación para cerciorarme de que todo iba bien.

Tal fue mi sorpresa que para cuando entré no solo estaba despierto, sino que, sentado en el alféizar de la ventana, prendía con un mechero algo que parecía... perdón, algo que, como pude comprobar rápidamente, no parecía, sino que era dinero.

¿Dinero?, pensaréis, como yo pensé, desde luego, ¿Desde cuándo los humanos queman dinero?

― ¿Puedo preguntar por qué cojones quemas dinero? ―dije visiblemente sorprendido cerrando la puerta tras de mí, para evitar que nadie más me oyese― creía que precisamente buscabas trabajo para ganarlo -pregunté confuso.

Paró rápidamente, aunque después de cerciorarse de que era yo y no había nadie más en la habitación, se ladeó en el alféizar y me observó con seriedad. Totalmente impertérrito.

―Todos tenemos secretos, Dakks. No eres el único ―contestó misteriosamente.

Le miré arqueando las cejas y rompí a reír.

―Y ahora tú conoces el mío.

Pasaron unos instantes en los que el chico cuyo ego jamás baja de las nubes se encomendó a mirar distraídamente por la ventana.

Finalmente suspiró. Yo seguía allí, de pie, expectante. Y, para ser honestos, ávido de respuestas.

―Este dinero es sucio, Elías ―dijo finalmente mientras su mirada se veía invadida por algo que, si mal no recuerdo, se asemejaba al rencor, y de no serlo, por lo menos yo lo habría jurado.

― ¿Por qué es sucio? ―pregunté todavía más confuso.

―Es dinero de mi padre. Y todo lo que él toca, se vuelve sucio. Así que no quiero manchar con él nada.

―Reitero mi pregunta, porque no la has contestado.

De nuevo silencio. Y otro suspiro.

― ¿En tu mundo existen las mafias, Dakks? ―preguntó con una mezcla de seriedad y latente desprecio, aunque no iba por mí.

Asentí. Desgraciadamente, la mafia es algo universal.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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