El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 4. CUENTOS DE BESTIAS Y HUMANOS (PARTE I)

―Elías, está anocheciendo ―Me dijo Amy mirando alrededor de lo que comenzaba, definitivamente, a ser un bosque en penumbra―      

―Elías, está anocheciendo ―Me dijo Amy mirando alrededor de lo que comenzaba, definitivamente, a ser un bosque en penumbra― ... ¿Todavía no lo has encontrado todo?

―No, la verdad ―admití mientras seguíamos caminando―. Necesito tomillo, más laurel, y corteza de arce... ―comenté en voz alta. Supuse que era pedir demasiado por un día, ya ni hablamos de dar con raíz de mandrágora y luciérnagas coloriladas. Para eso habría que adentrarse en el corazón del bosque y pasar por alto que Amy aún no conocía mi secreto, por lo que no podía saber de la existencia de aquellas cosas.

¿El culpable de que no cesara en mi empeño de encontrar esas cosas en un bosque cercano al pueblo?

Galius, obviamente.

¿Quién sino necesitaría raíz de mandrágora? Tendría que volver otro día a por ella, otro día que Amy no necesitase despejar la cabeza y me acompañase al bosque. Sin despreciar su compañía, claro está. Cada vez apreciaba más su presencia, sería idiota si no lo admitiese.

Por suerte Luca andaba por ahí también, en alguna parte, por si surgía algún imprevisto y necesitaba beneficiarme de su capacidad de inventiva de excusas y agilidad mental.

No obstante, y pese a que a esas alturas podía decir, mal que me pesase, que Amy ya era mi amiga, no estaba seguro de que hubiera llegado el momento apropiado para desvelar mi secreto.

Sí. Como reitero, Luca había sido un buen aliado. Habían pasado un par de meses, y mi secreto seguía intacto salvo por aquel idiota que, para qué mentir, cada vez era más un amigo que un gilipollas con el ego de una casa.

Admito que por un momento pensé, sencillamente, en abrir mi boca y decirle la verdad.

Lo admito. Se me pasó por la cabeza en ese preciso instante. Ya sabéis, algo como:

"Hola Amy, ¿Qué tal? Ya qué estamos aquí solos quería comentarte un par de cosillas. La primera es que hay algunas cosas más en mi lista de hierbas de las que te he leído, por lo que debería quedarme aquí hasta que las encuentre dado que la entrega es mañana, y mi sueldo depende en gran parte de ella. La segunda es que soy cazador, y que estoy aquí por ser una jodida máquina de matar. Pero no te preocupes, no acostumbro a liarla con los humanos... a menos que quieras... ¡Vuela libre, instinto animal! "

Vale. Ni siquiera sé por qué pensé eso. Pero si os cuento esta historia lo hago con todas las consecuencias, ¿No?

No pude evitar sonreír mientras observaba a aquella chica por un instante.

Sus cabellos al viento agitados por el otoño dejaban llegar hasta mí el olor de su pelo, y estaba menos en mis asuntos de lo que habría deseado. Terminé por regresar a la realidad y me replanteé la situación.

Otra vez será, concluí.

A una mala volvería esa noche al bosque a por el resto de ingredientes para filtros, cuando todos durmieran.

Entonces lo vi. Justo detrás de ella, y tan imponente como lo esperaba. ¡Sí!, Un arce, esa era la mía.

― ¡Mira por fin, un arce! ―dije adelantándome mientras le sacaba la lengua.

―Lo que yo te diga, de lo que no hay ―terció riéndose mientras me miraba.

Pero aquel arce no fue lo único que noté.

Un fuerte viento se levantaba por momentos, y poco a poco su silbido se extendía entre los árboles. Amenazaba tormenta, y quizás algo más, algo que no sembró la inquietud en mi interior, aunque no quise detenerme a pensarlo.

Tendríamos que encarar el camino de vuelta, y me tocaría volver al día siguiente para terminar mi faena, porque la oscuridad de una noche tormentosa no era la condición idónea para buscar mandrágora, que solo brilla a la luz de la luna. Y menos aún luciérnagas, que detestan la lluvia.

Amy se agarró los brazos y los frotó con sus manos, tenía la piel de gallina para cuando el viento llegó hasta nosotros.

―Se nota que el otoño llegará pronto ―comentó mirando a su alrededor.

El otoño y puede que algo más, pensé.

― ¿Quieres mi chaqueta? ―Le ofrecí distraídamente mientras terminaba de cortar parte de la corteza del arce, y recogía su sabia con una jeringa.

―Pues no la rechazaría, la verdad. No venía preparada para este frío.

Me levanté con rapidez, y bajé la cremallera de mi chaqueta gris. Me la quité sin darle la vuelta a las mangas. Ella se giró y le ayudé a ponérsela.

― ¿Dónde se habrá metido este hombre? ―dije mirando alrededor― Como no aparezca pronto te juro que aquí se queda.

Ni de coña dejo yo aquí a Luca. Solo espero que no se haya metido en un lío porque no me gusta cómo se está poniendo esto. Fue lo que me dije, aunque de cara a Amy tenía que mantener la compostura.



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En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

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