El Olor de la Muerte (libro I. Saga Cazadores)

CAPÍTULO 4. LOS PELIGROS QUE ESCONDÍA EL FUTURO (PARTE II)

― ¡Míralos, por fin en casa! ―exclamó Alan al vernos entrar― ¿Dónde os habíais metido, trío calavera?

―Tienes razón ―dijo Amy sonriente― ¡Por fin en casa!, ¡Vaya par, vamos al bosque y cuando toca irse, primero como tortugas y luego les da por correr! ---jadeó con cierto alivio dejándose caer en el sofá.

Yo fui el último en entrar. Y me aseguré de echar el cerrojo. Luca lo vio y asintió.

Yo sabía que si lo que quiera que nos observase en el bosque quería entrar a esa casa no habría cerrojo que lo detuviera. Pero algo mejor que nada. Y eso Luca no tenía por qué saberlo.

― ¿Qué hay de cena? ―preguntó recuperando su entusiasmo habitual.

―Lo que quiera que cocines tú, Sicilia. ―le dijo Noko sonriente-- Te recuerdo que hoy te tocan fogones, y estamos expectantes por presenciar una nueva entrega de "Las dotes culinarias de Luca..." ¿Por qué cojones nunca me sale tu apellido? ―añadió frunciendo el ceño.

―Antelami. ―Concedió Luca bajando a la tierra― ¡Puta cena! ¿Por qué siempre me tocará hacerla cuando menos ganas tengo de cocinar?

―No te engañes Luca, tú nunca tienes ganas de cocinar. ―Se burló Alan mirándolo sorprendido mientras lo veía ponerse el delantal.

―Y mira el lado positivo, Sicilia ―Le dije―, tú tienes que hacerla, pero a nosotros nos toca la peor parte. Si no queremos morir de hambre, tenemos que comérnosla.

El susodicho me miró indignado.

―No me jodas, que tampoco es para tanto ―dijo sin poder disimular su acento italiano, como cada vez que perdía los nervios, se entusiasmaba demasiado, o se indignaba/cabreaba por algo. 

― ¿Qué vas a cocinar hoy? ―preguntó Miriam como quien oye llover. Sin haberse enterado de nada porque bajaba en ese instante del piso de arriba.

―Sándwiches ―comentó Luca acercándose a la nevera con el delantal ya puesto―. De jamón, queso... a ver qué más hay --añadió rebuscando concentrado- -... y, piña.

― ¿Piña? ―se burló Miriam sin dar crédito.

― ¿Desde cuándo los sándwiches llevan piña? ―convino Noko intercambiando una mirada desorbitada con todos nosotros.

Yo me reí. A mí no me sonaba nada, porque mi tradición gastronómica es completamente diferente a todo lo que podáis comer los humanos, así que me conformaba con no vomitar.

―Desde que yo lo digo.

―Eso está asqueroso Luca, por Dios. ―suplicó Noko saliendo en apoyo a Miriam mientras Amy rompía a reír desentendiéndose del tema.

― Elías, di algo, tío. Siempre todos contra mí ―Se quejó Luca ahora algo molesto―. Dos contra uno, y así cualquiera.

―Bueno ―comencé―, la pizza hawaiana también lleva piña, y si no me equivoco os gusta, ¿No? Los sándwiches son lo mismo: jamón, queso fundido, y piña. No creo que sepa tan mal.

Miriam se pasó las manos por la cara con resignación. Me reí para mis adentros porque sabía que había hecho ganar a Luca.

― ¡Sí, chuparos esa! ―gritó eufórico― ¡Eso si es un argumento!, es más: ¡La polla de los argumentos! Si me ayudas a cocinar y te nombro oficialmente mi mejor amigo --bromeó.

―Despídete ―me reí― ...pongo la mesa, y punto gracias.

―Algo es algo ―asintió con entusiasmo― medio-mejor amigo.

Los dos nos reímos. Y me encomendé a mi labor.

Esa misma noche probamos la nueva receta especial de Luca Antelami, que, por cierto, y para sorpresa de todos, no estaba mal --desde entonces un día a la semana, el que Luca cocinaba, y por suerte solo ese curso porque luego aprendió a cocinar de verdad, cenábamos eso--. Sí, un espíritu creativo con todo, excepto para la cocina.

Después nos fuimos pronto a la cama, porque mañana madrugábamos, como todos los días entre semana. Además, ese viernes habíamos apalabrado ir a una fiesta a la que planeaba ir toda nuestra clase, y probablemente medio instituto, en un garito bastante chulo, y con porteros que hacían la vista gorda con los menores. La cosa prometía, la verdad. Después de la última ocasión había cogido cierta afición a comprobar con mis propios ojos cómo se las gastan los humanos de fiesta.

De todas formas, a esas alturas del primer trimestre ―del que ya iban casi tres meses― todos empezábamos a estar reventados.

Mucho trabajo, y poco descanso. Esa era la realidad. Ya sabéis, la monotonía atrapándonos. Cuando tu rutina no te da más que para sobrevivir, y apenas queda hueco para algo de diversión entre estudios, trabajos, y obligaciones, las cosas se hacen más difíciles para todos.

Normalmente al final del día estábamos tan cansados, que llegábamos rotos a la cama, y nos desplomábamos en la habitación, a veces sin siquiera ponernos el pijama, ni taparnos. Era solo llegar a la cama, tirarte y quedarte dormido hasta el día siguiente -incluso para mí, lo que ya es mucho cansancio acumulado-.

Sin embargo, aquella noche me costó dormir de nuevo.

Muchos de vosotros me llamaréis loco, pero volvía a advertir cómo una sombra se acercaba a mi vida, a presentir que muchas cosas se avecinaban en los próximos días. Y estaba seguro de que lo que quiera que Luca y yo hubiésemos sentido en la penumbra de los árboles, rondaba por ahí, en algún lugar entre la oscuridad de esas calles, y todos aquellos bosques. Acechando y esperando una oportunidad para poner en riesgo la felicidad que, poco a poco, y, sin dejar de echar de menos mi vida, había logrado empezar a construir en aquel lugar.



#19577 en Fantasía
#4147 en Magia
#11747 en Thriller
#6726 en Misterio

En el texto hay: novelajuvenil, el primer amor, secretosymisterio

Editado: 28.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.