―Te he echado de menos este mes. Pero quiero que sepas que entiendo todo lo que dijiste, Elías. ―Me dijo Amy, sentándose en las escaleras del porche en la noche del jueves al viernes. Mañana teníamos que volver a clase, y simplemente me había puesto a mirar las estrellas, y hacerme preguntas que no tenían respuesta... a pensar, porque era lo único que podía hacer mientras estuviese vivo.
La miré en silencio. Ella estaba preciosa, aunque mi mente no quisiese detenerse a admirarla, y durante ese mes hubiera puesto todo mi ahínco en no reparar en eso. Pero estaba seria, casi tanto como yo.
―Siento habérmelo montado tan mal ―asumí.
―No hay nada que sentir, creo que eso está más que claro ―añadió con rapidez― Lo supiste todo desde un principio, y no querías traicionarla, no querías vender su secreto. Y después recordaste tu vida, y todas las cosas que echas en falta de ella. Y tuviste la necesidad de recuperar la parte de ti que más necesitabas. No hay nada de que disculparse. En tu lugar, cualquiera de nosotros hubiera hecho lo mismo.
Agradecí su respuesta.
―Ella... ―suspiré― ...no merecía morir ―dije al fin en voz alta― joder... no lo merecía.
Se limitó a abrazarme y su silencio me reconfortó por un instante, más que cualquier palabra que pudiera existir en el lenguaje humano.
Pero mi silencio le dio una amarga certeza.
―Ahora me alegro de que pasases ese tiempo con ella, y no con nosotros ―admitió, con gran sinceridad.
― ¿No vas a echarme la bronca por abandonaros o algo así? ―dije, casi sin dar crédito. Era la primera vez que hablaba con ella desde la bronca que tuvimos en el bosque.
―Echar broncas no vale para nada, y menos ahora que lo sé todo. He sido poco comprensiva.
No lo sabes todo. Y no puedes saberlo. Fue lo que pensé, y mi corazón se encogió. En realidad, no sabes nada. Y es lo correcto. Es lo correcto. O eso creo.
―Y yo un gilipollas.
―Sin embargo, ahora me alegro de que te comportases como lo hiciste ―dijo.
― ¿Qué quieres decir?
―Me sentí algo molesta estas semanas, salta a la vista ―admitió, algo avergonzada― sentí que me habías cambiado por ella, que nos habías cambiado a todos por ella... pero ahora tengo una explicación, una buena explicación. Ahora sé que, no solo no puedo culparte, porque en tu lugar yo hubiera hecho lo mismo... sino que lo necesitabas. Necesitabas volver a sentirte en casa, porque aquí todo es tan distinto que no siempre hemos podido hacerte sentir en casa.
Sorprendentemente los dos estábamos a punto de llorar. Yo no sabía qué decir.
―Pase lo que pase por tu cabeza ahora mismo, Elías ―dijo tras respirar muy, muy profundo― Nunca te arrepientas. Porque fuiste la única persona que se atrevió a conocerla, y cuando llegamos nuevos a un sitio, todos queremos encontrar gente que sea más como tú, y menos como hemos sido nosotros. Nunca te arrepientas... porque tenías razón cuando dijiste que vivir vale más la pena que cualquier otra cosa. Y te agradezco que nos lo hayas recordado. Ya sabes que en esta casa somos especialistas en estudiar y sacrificar muchas cosas para conseguir metas y "desarrollar todo nuestro potencial". Pero no siempre es lo correcto, y me alegra haber visto la otra cara de la moneda.
Sin darnos cuenta seguíamos mirando hacia el cielo y se hizo un pequeño silencio.
―Estoy muy orgullosa de que seas mi amigo ―concluyó, mirándome, ahora sí, y hasta las entrañas, desde aquellos ojos azules―. Porque, aunque no siempre entienda las cosas que haces, sé que eres una de las personas más maravillosas que he conocido.
―Créeme, no lo soy.
―Eres bueno, Elías ―afirmó, encogiéndose de hombros―. Mira, en la vida hay gente estúpida, gente mala, gente ignorante, pedante, inteligente, demasiado inteligente, gente simpática, gente que dice que no juzga, pero siempre te juzga... la mayoría de la gente que te conoce dirá que eres valiente, y es muy cierto ―asumió― pero ellos solo rascan la superficie...
Se volvió a hacer el silencio, y esta vez, simplemente, nos miramos.
―Sin embargo, yo te conozco de verdad. Yo sé que eres valiente, sí, posiblemente la persona más valiente que he conocido. ―suspiró mirando al firmamento por un instante, como si esperase encontrar respuestas más allá de las estrellas, o las palabras idóneas, para saber cómo continuar hablando― Pero también sé que eres testarudo, obcecado, desorganizado, despistado y demasiado impulsivo... y, pese a todo, sigues siendo la persona más genial, verdadera e íntegra que he conocido. Y espero poder aprender muchas cosas de ti.
―Solo soy un cazador ―dije, incómodo― Intento hacer lo que debo hacer, pero tiendo a cagarla con frecuencia ―admití.
―Los cazadores sois en gran parte humanos ―corroboró Amy― ¿No es así?... siendo que los humanos somos los grandes mete patas del universo, no veo extraño que vosotros podáis equivocaros. Lo que no sé es cómo llegamos a diferenciarnos, las dos especies, quiero decir, a veces me cuesta creer que no seas humano.
―Todo comenzó hace millones de millones de años. Mucho tiempo antes de que la vida humana evolucionase en esta dimensión. Hay una vieja historia, que lo explica todo. Era mi favorita cuando era niño. Mi hermano Ed y yo se la hacíamos repetir a mi padre noche tras noche... hasta que nos la supimos de memoria.