El ópalo de fuego.

CAPÍTULO 8.

Camino atravesando el oscuro bosque sin ningún otro percance que el frío helando mi cuerpo, ramas y piedras lastiman mis pies, la leve luz de las farolas aparecen  de a poco a medida que me acerco a la ciudad, entro a la primera casa que veo.

Me siento  mal por hurgar entre las cosas de personas extrañas que probablemente esten muertas pero es  necesario, encuentro unas botas que sin duda protegerán mis pies, en la alacena aún queda algo de pan, lleno de polvo y probablemente con moho, aun así lo como, tengo muchísima hambre.

Es inevitable no pensar en Mike, tengo la necesidad de saber que está  bien, no podría perdonarne si algo malo le pasa. Meto  la mano en mi bolsillo y saco la fotografía arrugada y llena de tierra.

Subo al segundo piso de la desconocida casa topándome en el pasillo con un viejo espejo, observo  mi desaliñada figura, mi cabello tal cual había dicho Nereida, luce terrible, mi cara y mi ropa llena de lodo y cenizas me hacen lucir terrible e indiscutiblemente  lamentable.

Voy  al lavado y trato de arreglarme un poco, a medida que lavo mi rostro el agua se va tornando  turbia.

Cuando salgo  del lavado, tomo nuevamente la fotografía de Mike, un millón de pensamientos pasan por mi cabeza, necesito  controlar mis sentimientos para que funcione.

Sentada  sobre el piso de madera, con la fotografía de Mike en mi mano pienso en él, en su inocencia, en sus ojitos llenos de miedo  y en sus palabras reconfortantes , pensando en él  mi respiración se va tranquilizando, vienen  a mi mente recuerdos de los mejores momentos con mi hermanos,  entonces lo veo.

Mike estaba bien y sabía dónde encontrarlo, la visión me mostro a Mike llorando de la mano de Gabriel, Simón, Bella  y Abby estaban con ellos. Una enorme tranquilidad me invade, Mike está bien y pronto estaré con él.

Me dispongo a abastecerme de algunas cuantas cosas y casi que de inmediato, sin perder tiempo voy en su búsqueda.

Lo más difícil fue cruzar Saen sin ser vista, me aterroriza el poder encontrarme con un retenido, me aterroriza encontrarme con un demonio y aún más, encontrarme con aquel demonio llamado Mihael.

Cuando dejé atrás las tenues luces que alumbraban Saen y me sumergí en la oscuridad, por temor a ser vista me negué a encender la linterna que llevaba en la mano, caminé a oscuras, no me era difícil encontrar el camino a la valla.

Trepo tal cual lo había hecho la primera vez que vine con Gabriel, enseguida recuerdo el viejo cacharro de mi amigo, ojala esté  en el mismo lugar en el que lo había dejado.

La luna brilla haciendo que el oxidado metal emita un brillo  apenas perceptible, entre arbustos la supuesta moto de Hernán el grande espera por mí, sonreí al recordar la emoción en el rostro de mi amigo aquella noche.

Es un poco difícil pero si lo logro estaré con Mike muy pronto, arrastro la moto cuesta arriba en una colina, me toma bastante trabajo, en cierto punto mis brazos se entumecen, solo espero que funcione, agradezco el hecho de que el lugar esté tan desolado.

Una vez en la cima subo a la motocicleta y maldigo  el hecho de nunca haber aprendido a conducir. <<Solo tienes que encender la motocicleta, acelerar y mantener la dirección>> recuordo las palabras que en una ocasión Gabriel había pronunciado.

Suelto  los frenos, rápidamente la moto empieza a descender mientras lucho con el botón de encendido para que arranque. El carraspeo del motor indica que ha funcionado, acelero de a poco, luego llega eso de mantener la dirección.

El viento y la velocidad  hace que la moto se tambalee sin intención, si estuviera en un carretera concurrida probablemente hubieran muchas muertes, acelero a tope, deseaba estar pronto en Mir, aunque la verdad es que quiza me tome un poco más de lo esperado gracias al estado de mi vehiculo.

Las luces que indicaban la llegada a la Ciudad de Mir no están, de no ser por la Luna y las estrellas sería como si nunca hubiera salido de  Saen, las puertas de varias casas se encuentran abiertas y las calles están completamente desoladas.

Detengo la moto por prevención, será mejor continuar caminando, ¿estarían ya  los chicos camino a  Shidet?

El sonido de algo romperse seguido de gruñidos me sobresalta y me obliga a esconderme debajo de la banca de un parque, deseo que la oscuridad impida que me vean.

La sombra de dos enormes figuras se dibuja  sobre el pavimento, sus pesadas botas resuenan, caminan emitiendo gruñidos que aterrorizarían a cualquiera, vienen en mi dirección, por el miedo que invade mi cuerpo intento levantarme haciendo chocar mi cabeza con la madera de la banca, me han visto.

Corren hacía mí y yo intento perderlos de vista pero ellos son más rápidos, gruñen tras mí.




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