El ópalo de fuego.

CAPÍTULO 12

El creciente dolor en mi espalda me obliga a abrir los ojos, una luz blanca en el techo me ciega, cubro mis ojos con mi antebrazo, mi cabeza duele insoportablemente.

—Cariño, despertaste — es la tierna voz de mi madre —. Llamaré a los médicos —. El sonido de sus pasos sobre el piso seguido de un enorme silencio tras su ausencia, luego de un tiempo más pasos se acercan, aún cubro mis ojos, el dolor de cabeza crece, ¿Qué me ha pasado?

—¿Helia? — habla una voz desconocida a mi lado.

—Gabriel… — Digo, mi voz suena débil.

—Gabriel está bien cariño, está en la habitación de al lado junto a Mike— mamá toma mi mano con suavidad.

Mike, no había pensado en mi hermano, ni en simón, ni en bella, todos los recuerdos llegan a la vez a mi cabeza haciendo que duela aún más.

¿Qué ha pasado? ¿en dónde estoy? — abro mis ojos, la fuerte luz me ciega nuevamente pero me obligo a mantenerlos abiertos, el rostro borroso de mamá aparece, lágrimas de felicidad inundan sus ojos, miro hacia al lado, un señor con una larga bata blanca mira algo en un monitor.

Estas en Shidet, cariño, estás a salvo— responde mi madre que no ha dejado de acariciar tiernamente mi mano.

¿Qué es lo que pasa mamá? — pregunto, mi vista se vuelve cada vez más borrosa.

—Ahora no, Helia, ahora no— mamá acaricia mi cabello, nuevamente me voy quedando dormida.

 

Me despierto, esta vez la habitación se encuentra sola, llevo mi mano al rostro, la herida de mi mejilla al igual que las de mis brazos se encuentran vendadas, el rostro de Gab se  asoma por la puerta, una enorme sonrisa se refleja en su rostro.

Digo su nombre y se acerca a mí, acaricia mi cabello dulcemente.

—¿Cómo estás? — le pregunto.

—Mejor que tú — responde con su particular tono  de humor.

Sonríe, quisiera abrazarlo pero todo mi cuerpo me duele.

—Me alegro que estés bien—  dice plantando un beso en mi mejilla sana—. Lo lamento tanto.

Los ojos de Gabriel se tornan tristes, levanto mi mano y acaricio su rostro, con dificultad me acerco y le doy un beso corto en sus labios, Gab sonríe.

—¿Qué es lo que pasa? — pregunto, el rostro de Gabriel se torna serio.

—Hablaremos de eso en cuanto estés mejor— dice y yo insisto para que sea inmediatamente, Gab cede.

—No debes decir que te he contado— Advierte mirando hacia la puerta — todo es peor de lo que pensábamos, tenemos suerte de haber llegado hasta aquí a salvo, el mundo entero es un caos, estamos en guerra y esta vez vienen  más fuertes que nunca.

—¿Quiénes?

—Los demonios— prosigue— han resurgido junto con los retenidos y millones de condenados, tal cual habías dicho, están bajo su poder y buscan esa cosa que tu mencionaste — Gab hace una pausa —. A propósito de eso— añade algo indeciso— Booz ha hablado de eso, de tus visiones y ya sabes… muchos magos están esperando a que despiertes, incluso ese de extraño bigote.

—¿Cómo es que sabes todo eso?

Gab se encoge de hombros.

—Lo he oído.

Una señora algo mayor interrumpe nuestra habitación, entra arrastrando un carrito repleto de medicamentos, le pide a Gabriel que se retire, tenemos tantas cosas que hablar, antes de que se marche empiezo a extrañarlo.

—Bebe— dice la mujer pasándome un pequeño frasco que contiene un líquido transparente —Te ayudará con el dolor de cabeza.

Sin decir una palabra tomo todo el contenido, el sabor amargado de aquella bebida me hace toser, la mujer sonríe como si se sintiera satisfecha.

—En tres horas se te dará de alta, el señor  Eyid quiere hablar contigo— dice.

 

—¿Eyid? — pregunto algo sorprendida.

—Sí, Eyid, es quien está  a cargo, el mago más poderoso del planeta, ¿Qué no lo sabes? ¿En qué mundo vives niña? — habló en tono molesto.

—Por supuesto que sé quién es— dije irritada— pero, ¿Por qué quiere verme?

La mujer se encogió de hombros.

—Ya lo sabrás.

Terminó de organizar medicinas que fue colocando en orden sobre un pequeña mesita que tenía al lado de la camilla donde estaba acostada, —debes tomarlas todas en media hora— advirtió antes de marcharse.




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