No se precisamente cuanto tiempo llevo buscando a Gabriel, pero ha de ser mucho, mis piernas se entumecen y en contra de mi voluntad me veo obligada a detenerme para descansar. Desde que Gab se ha marchado mi corazón late de prisa, por alguna razón las imágenes de aquella a extraña visión se repiten en mi cabeza una y otra vez, el temor de perderlo, saco esos pensamientos de mi cabeza y uno las rodillas a mi pecho con lágrimas amenazando por caer.
—¿Es que nunca dejas de llorar? —No imaginé sentir tanto alivio al volver a escuchar esa vocecita.
—¿Nereida? — pregunto sorprendida y con cierto tono de alivio aunque me cueste aceptarlo.
—¿Acaso hay alguien más hermoso que yo? — Preguntó — Pues, No — dijo inmediatamente— entonces sí, soy yo, Nereida — habla entre risitas, su cordura está aún más en dudas que la vez pasada.
—Veras yo… — Hablo poniéndome de pie — estoy buscando a alguien.
Nereida me mira con suma atención, sus ojos grises se pasean por todo mi rostro.
—Vaya, siempre estas llorando y buscando a alguien, ¿es que no te cansa?
Usó la palabra siempre aunque nos hayamos visto anteriormente solo una vez.
—No sé ni porqué te pido ayuda— digo, e intento alejarme pero la ninfa me sigue, realmente me molesta, no estoy en condiciones para perder el tiempo.
—¡Espera! —me grita.
Me detengo y doy la vuelta hasta situarme de frente a Nereida, me cruzo de brazos y espero a que hable.
Nereida se acerca lentamente y toma un mechón de mi cabello.
—Deja que lo pinte de gris.
Bufo molesta y me dispongo a marcharme, no sé por qué sigo perdiendo el tiempo, cuando doy media vuelta y camino unos pasos Nereida suelta unas risitas que hacen que mi ira aumente y que recuerde mi desagrado hacia las ninfas <<no le prestes atención, no le prestes atención>> me repito mientras avanzo.
Apenas y he avanzado unos cuantos pasos cuando los arboles empiezan a moverse fuertemente y una brisa helada recorre mi cuerpo, por instinto me detengo, escucho como Nereida en tono serio me llama y me dice que huyamos, no sé si por miedo o simplemente por ser muy tonta me quedo paraliza en el lugar aun cuando mi cerebro me dice a gritos que corra.
La ramas secas sobre la tierra empieza a crujir indicando que alguien se aproxima velozmente, entonces aparece, la chica de cabellos blanco corre en mi dirección con la ropa rasgada y el rostro lleno de miedo, su desordenado aspecto hacía notar que estaba herida.
—¡Corran! — Grita en cuanto pasa por mi lado.
Tan rápido como ella pasa me doy la vuelta, alcanzando a ver como la chica que reconocía como Shey pasa corriendo por el lado de Nereida quien inmediatamente se fue siguiendo a la chica de cabello blanco.
El crujir de las ramas se intensifica y enseguida sé que algo nos amenaza. Corro en la misma dirección de las chicas, ni siquiera sé de qué estoy huyendo pero siento que algo me persigue. Me esfuerzo por correr más de prisa y logro visualizar a Shey y Nereida, en el mismo momento en el que estoy próxima a alcanzarlas ellas se esconden detrás de un enorme tronco, dejo de correr y me acerco a ellas.
De repente algo impacta contra mi cuerpo, arrojándome cerca del tronco donde Shey y Nereida permanecen ocultas, caigo boca abajo, apoyo mis tobillos en la tierra seca e intento ponerme de pie pero algo me lo impide sujetándome con fuerza y empujando mi rostro sobre la arena, siento algo pesado contra mi espalda y me causa un intento dolor, intento gritar pero no logro articular palabra.
Desde donde estoy puedo ver el rostro de terror de Shey y el de Nereida, esta última se tapa la boca con sus propias manos intentando ahogar un grito, intento nuevamente ponerme de pie pero solo consigo más dolor.
—¿Dónde está? — Habla la persona que me sujeta, su voz es fuerte y tosca, hace que sienta mucho miedo —¿Dónde está la chica del cabello blanco?— vuelve a preguntar, esta vez su rodilla hace más presión sobre mi espalda, siento como todos mis huesos duelen.
Ha juzgar por la expresión del rostro de Shey algo terrible pasaría si la persona que está a mis espaldas descubre su ubicación, no sé qué es lo peor que podría pasarme pero nunca he sido ni seré una delatora, así que por más dolor que pueda llegar a sentir no pienso decir nada, aun cuando Shey se lo merezca.
La presión en mi espalda aumenta, siento como las lágrimas humedecen mis rostro, intento resistirme pero mi atacante es muy pesado, poco a poco mi visión se va tornando borrosa ante los ojos acobardados de Shey y Nereida.
El aire llega cada vez menos a mis pulmones y de mi cuerpo solo puedo percibir un leve hormigueo, estoy muriendo.