El ópalo de fuego.

CAPÍTULO 22.

El cielo se ilumina de rojo, los leves rayos del atardecer inundan el lugar, miro al cielo pero no veo ni rastro del sol.

<<El ópalo de fuego arde>> se escucha en un repitente susurro.

Los árboles se mueven y la brisa fría me golpea el rostro, lo que antes era gris ahora se torna en tonalidades naranjas.

La tierra está llena de hojas secas y luego de los susurros se escucha un llanto, me acerco, detrás de un árbol alguien llora.

<<El ópalo de fuego arde>>

La brisa empieza a cesar y los rayos a ocultarse, el llanto se hace más fuerte, estoy cada vez más cerca.

Al pie del árbol una chica de cuerpo grisáceo llora sobre el cuerpo inerte de un hombre.

Los rayos del sol se ocultan y todo se vuelve gris.

Cuando despierto siento un terrible dolor en mi espalda, me encuentro acostada sobre una cama echa de paja, todo está oscuro, logro divisar una pequeña mesa  junto con mis cosas, la lanza que me dio Booz y el cuarzo que me había dado Serafina, me alegraba al menos de no haberlo perdido, también habían  muchos frascos encima,  examino el lugar, parece que estoy en una especie de cueva.

Acabo de tener una de esa visiones y por más que lo intento no logro entenderlo, ¿era aquella chica Nereida? ¿Qué tiene que ver ella con el ópalo? Entonces pienso en la ninfa gris, lo último que recuerdo antes de desmayarme es el miedo en los rostros de Shey y Nereida, ¿qué me ha pasado? Intento ponerme de pie pero el  dolor incrementa impidiéndomelo, me quejo.

—No te muevas tanto — una mata de cabello blanco sobresale en la oscuridad de una de las esquinas, ¿Shey? ¿Cuánto tiempo habrá estado ahí?

—¿En dónde estoy? — pregunto, Shey sale de la oscuridad y se sitúa al pie de la cama en la que estoy acostada.

—Estas en la cueva de Dake — responde — mi hermano, él te ha salvado.

—Te ha salvado a ti — digo enojada — era a ti a quien buscaba.

Shey asiente pero su rostro no mostraba expresión alguna.

—Y bien, ¿Qué te trae nuevamente por aquí? — dijo con una extraña sonrisa en su rostro.

—Eso no es de tu incumbencia —respondo cortante, no puedo ser amable con la persona que intentó matarme.

—Entonces si vienes por algo— dijo intensificando su sonrisa —y haré que me digas que es…

Intento ponerme de pie pero otra vez el dolor me lo impide, Shey se acerca cada vez más, a pesar de haberse visto tan asustada anteriormente ahora tiene su aspecto habitual, tal cual la conocí, una persona poco agradable, eso por no decir otra cosa.

—Ya estoy aquí — interrumpe un chico al entrar, Shey estaba muy cerca, debo admitir que su extraña forma de actuar me intimida— ¿Qué está pasando?— preguntó en cuanto se percató de la incómoda situación.

—¿Los encontraste? —pregunta Shey evitando la pregunta que le habían hecho.

El chico asiente.

—Bien, andando — dijo Shey inmediatamente dirigiéndose  a la salida.

—¿Qué hay de la chica? — Habla el chico desde donde está, Shey se encoge de hombros —Están sus amigos también — agrega.

—¿En dónde? ¿De qué están hablando? — pregunto mientras me esfuerzo por ponerme de pie.

Shey da la espalda y el chico me observa detalladamente.

—Bien, vendrá — habla Shey— pero antes nos contaras que es lo que están haciendo aquí.

No pienso decírselo.

—¿Ir? ¿A dónde? — Pregunto confundida, Shey bufa molesta y sin siquiera mirarme sale del lugar, el chico que la acompaña intenta hacer lo mismo pero poco antes de salir se detiene y me mira.

—Bien, yo te diré.

Resulta que no solo en  territorios de luz como Mir y Shidet han estado pasando cosas extrañas, la tragedia ha ido mucho más lejos. El bosque oscuro, un lugar en el  que se suponía nunca pasaba nada, han ocurrido cosas que tienen atemorizado a sus habitantes, han surgido condenados, seres de fuego sin rostro y sin alma que amenazan a todo ser vivo, aliados de los retenidos y por ende de los demonios.

Al parecer criaturas del bosque han elegido el lado del bando enemigo y se han aliado con ellos, siendo amenaza para aquellos habitantes que se rehúsan y luchan por proteger lo que les pertenece, unas de esas criaturas son las sirenas qué actúan usando sus dones para atraer solo a los hombres ya que los mismo no tienen poder algunos en las mujeres.




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