El ópalo de fuego.

CAPÍTULO 30

Todo pasa muy rápido, hace tan solo unos segundos Gabriel caminaba a mi lado, ahora entre el polvo y la oscuridad no logro encontrarlo, me pongo de pie, con la lanza que Booz me regaló en las manos, el terrible ardor que causa el ópalo sobre mi pecho me ensordece, un retenido me ataca y antes de que siquiera llegue a tocarme clavo la lanza en su pecho, el olor a sangre me provoca nauseas.

—¡Protejan la piedra! — escucho que gritan.

Las partículas de polvo entran en mis ojos, los gritos aumentan, falta poco para el amanecer, solo tengo que escalar un poco más a través de las rocas.

—¡Gab! — grito intentando localizarlo.

Unos ojos rojos me sorprenden, tengo un retenido justo al frente, antes de que pueda defenderme una corriente de aire me arrastra aprisionándome entre una enorme roca, lucho por liberarme pero me es imposible, es el truco de un elfo.

Busco con la mirada y veo a un elfo de negro cabello contener el hechizo que me mantiene separada del resto, le grito que me libere pero este hace caso omiso, me protege al mismo tiempo que lucha con un retenido.

Desde donde estoy veo a Gabriel, le grito pero él no me escucha, el sol amenaza con salir pronto, Gab lucha contra dos retenidos, apunta y dispara pero no logra derribarlos, intento ayudarlo, hago surgir grandes raíces que se enredan en los pies de los retenidos, Gab parece tener ventaja cuando otros dos aparecen, los que estaban atados se liberan con facilidad, Gab parece no tener más opción, su rostro es de terror, lágrimas resbalan por mis mejillas ante la impotencia de no poder hacer nada, el aire llega cada vez menos a mis pulmones.

—¡Gabriel! — grito, pero él no me escucha.

Gabriel corre, intentando esquivar a los retenidos, es el chico más rápido que conozco, corre mirando hacia atrás << tu puedes>>, es perseguido por seis, <<tú puedes>>, grito y más raíces se enredan en los retenidos, retrasándolos y dándole ventaja a Gabriel quien corre y mira hacia atrás, de vez en cuando mira hacia los lados y con su mirada llena de miedo sé que me busca.

Gab corre hasta aproximarse a un acantilado, solo dos retenidos le siguen, más raíces se enredan en los pies de uno mientras Gabriel dispara al otro, el elfo aun me mantiene protegida, Gabriel derriba al segundo retenido y una sonrisa de victoria de dibuja en sus labios y también en los míos.

Su sonrisa se desdibuja cuando una sombra aparece detrás suyo, no podría no distinguir al demonio que lo asecha, lo toma del cuello, ahogo un grito y mi corazón parece detenerse, el demonio llamado Mihael clava su garra en el pecho de Gabriel, siento como si fuera a mí a quien se lo está haciendo, grito, una sonrisa aparece en el rostro de Mihael mientras arroja el cuerpo de Gabriel por el acantilado.

Ahora sé que es verdad eso de que el mundo se detiene, de que el cuerpo se hiela y el alma se marchita, ojala esto fuera solo un sueño.

El elfo que me protegía es atacado por dos retenidos, uno de ellos lo asesina y quedo libre. Caigo de rodillas sobre la tierra, mi rostro está lleno de lágrimas y no puedo pensar con claridad, el sentido de la culpabilidad y el de haber perdido todo me invade.

Los gritos se hacen lejanos, solo soy yo en medio de la nada, solo soy yo sin Gabriel, el ópalo ardiendo en mi pecho me invita a usar su poder pero es ese mismo ardor el que me recuerda que hay muchas personas dependiendo de esta misión. Gabriel no merecía esto, ese demonio le ha arrebatado la vida y no permitiré que haga lo mismo con otros, le ha robado el alma a la persona que más quiero, ahora yo acabaré con él.

—¡Corre! ¡Helia! — la voz de Arthur me hace entrar en razón.

El guardián me ayuda a ponerme de pie y corre delante de mí.

—Tienes que subir— me dice indicándome el lugar por donde debo subir al monte Ever.

Unos retenidos aparecen y Arthur me protege mientras subo. El sol pronto saldrá, corro tomando la piedra en mis manos, el camino inclinado es agotador, debo llegar un poco más arriba antes de que amanezca.

Empiezan a surgir los peculiares tonos del amanecer, ahora más tristes que nunca, no me detengo hasta que una silueta negra se interpone en mi camino.

Mihael.

Oculto la piedra en uno de mis bolsillos y tomo mi lanza apuntando con odio hacia Mihael, lo ataco inútilmente pues él es más rápido, siento tanta rabia qué lágrimas empiezan a brotar de mis ojos.

—¿No debería una bruja saber cómo defenderse? — se ríe de mí.

Me quita la lanza de las manos y la arroja lejos.

Intento huir pero Mihael toma mis muñecas con fuerza y me obliga a mirar sus oscuros ojos, con las mismas manos que me sujeta ha matado a Gabriel, intento alejarlo pero es el quien me arroja lejos haciendo que mi cuerpo impacte sobre una superficie dura.

—¡Mátame! — le grito, estoy cansada de sus juegos tontos, no tengo ninguna ventaja contra él.

Por unos segundos su sonrisa maliciosa se desdibuja, luego ríe.

—Eres verdaderamente lamentable— dice acercándose.

Pone una de sus pesadas botas sobre mi estómago, causando una presión que me priva de oxígeno, su siniestro rostro se vuelve nubloso y mi cuerpo se queda sin fuerza.

Siento la pesada pierna de Mihael abandonar mi cuerpo, poco a poco el aire vuelve a mis pulmones y mi visión se normaliza, me reincorporo y busco con la mirada a Mihael pero no lo veo, el sol ha salido, hurgo en mi bolsillo, el ópalo no está.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.