Diciembre 6, martes.
Al despertar a la mañana siguiente notando que mi cumpleaños quedó atrás, concluí que aunque no fue el mejor de todos, sin duda había sido el más significativo de mi vida.
De igual manera, había pasado el cumpleaños de Seb. Sin saber por qué, al estar su lado me sentía cerca de mi padre, por lo cual sentía hacia él cierto cariño.
El lugar en el cual habíamos dormido estaba en un apartamento dentro de la misma casa. Por la falta de luz, la noche anterior no habíamos tenido oportunidad de detallarlo.
Justo a la entraba había una habitación cuyas paredes eran de un verde que se confundía con el negro, dos camas de 1.20 cm de ancho y dos armarios pequeños. También disponíamos de un baño para los dos y una sala con dos poltronas color mármol y una mesita de té.
Lo más interesante era una trampilla en el techo al lado de la sala. Para ingresar, había que subir unas escaleras pegadas a la pared. Probablemente, se trataba de un ático, aunque nunca lo descubriríamos puesto que un candado enorme y oxidado impedía la entrada.
La ventaja era que al lado de nuestra habitación había unas escaleras empinadas que daban directo a la cocina, lo cual nos evitaba tener que salir del apartamento a buscar la ruta habitual, que era más larga.
Al bajar, ya arreglados para desayunar, nos encontramos con Oply y Seb analizando una hoja dorada; al vernos, la escondieron sin disimular. ¿Qué estarían planeando?
Con un movimiento de mano de Seb, dos platos con algo parecido a los panqueques volaron a nuestras manos.
¡Alucinante! Nos dispusimos a sentarnos a la barra de la cocina cuando Lee, algo vacilante, preguntó:
―¿Que hay en aquella trampilla de nuestro apartamento? Me robó la pregunta de los labios.
―Era del señor Nicholas, nadie entra ahí hace décadas. Entre nosotros, mi bisabuela estuvo ahí, y nos pasó el dato de que solo es un enorme desorden de libros y documentos dorados como este ―dijo Oply, retirando del cajón la hoja que había escondido hacía unos instantes―. Solo registros de sus hazañas y demás.
Eso no se escuchó muy verídico que digamos, dije para mis adentros.
―Vale. ¿No han pensado que ahí puede estar el secreto de cómo ganó la batalla con Stroldenmare? ―dijo Lee, cuya curiosidad sobrepasaba los niveles promedio, aunque lo que proponía era muy tentador.
―No, él no guardaría algo así para que, si Stroldenmare volviera, lo encontrara y estuviese preparado. Solo los del sueño sabemos un poco de la victoria de Nicholas, por seguridad. Además, hay que ser originales, Stroldenmare ahora es más fuerte.
―¿Qué contiene esa hoja dorada? ―pregunté, incapaz de resistir la curiosidad tan impertinente que me llenaba.
―Contiene lo fundamental que debes aprender; aun así, no la toques ―dijo Oply, devolviéndola al cajón.
¿Si no era nada trascendental, por qué no podía echar un vistazo? ―pensé.
―De acuerdo, vamos a empezar con tu entrenamiento. Todos al patio, ya ―indicó Seb al percatarse de que todos habíamos terminado de comer. Oply y Lee se levantaron y salieron. Cuando yo me disponía a seguirlos, Seb me tomó del brazo.
»La hoja no es la gran cosa, solo mi madre la entiende porque está en lenguaje antiguo. ―Sacó la hoja del cajón y me la enseñó. Había dibujos de aves, tornados, árboles, plumas, fuego azul y... ¡mi dije de búho!
―Ese dije... ―murmuré mientras miraba el que pendía de mi cuello y el impreso en la peculiar hoja.
―Es el logo de la organización del sueño. Ese dije que tienes era de la madre de Nicholas; según entiendo, fue pasando de generación en generación, pero nadie lo usó hasta que llegó tu abuela, ya que sería extraño que los hombres lo usaran. Tu abuela se lo dio a tu padre, y él, a su vez, te lo dio a ti.
―¿Qué hacían los hombres con él? ―Me parecía una actitud sexista; ¿por qué era mal visto que los hombres lo llevaran?
―Siempre lo tenían cerca. Narra la leyenda que ese dije fue un obsequio para la madre de Nicholas por parte del misterioso hombre que le reveló el oráculo. Los soñadores afirman que en momentos de desolación en los que la persona tiene dificultades para percibir lo positivo del entorno y por lo tanto no se siente capaz de tomar buenas decisiones, se presentan fragmentos de los soñadores de su pasado para darles ánimo a través de su testimonio, para acompañar el proceso con rumbo a la consolación y a la toma sensata de decisiones que involucren el propio ser y el entorno. En el dije se ocultan esos momentos en los que los soñadores querían desistir por diferentes circunstancias desesperanzadoras, y en los que, tras un proceso de discernimiento, lograron salir adelante.
¡Con razón le tenía tanto aprecio! Cuando estaba triste me bastaba con observarlo durante unos instantes para tranquilizarme y pensar claramente.
―¿Cómo lo sabes?
Hasta un accesorio resultó ser más de lo que se decía que era.
―Husmeando en las reuniones del sueño. Ahora, vamos que te esperan.
Modo nervios: encendido.
Salimos del comedor y después pasamos por la puerta chirriante al recibidor. Al pasar por la puerta principal esperaba encontrarme un campo de entrenamiento, pero no. Seb me guío a la oscura cochera donde un resplandor azul iluminó una trampilla en el suelo; la abrió y me indicó que bajara. Al hacerlo, justo ahí me encontré con lo que esperaba, un campo de entrenamiento, como si estuviéramos a las afueras. El techo tenía una pintura que era muy fácil de confundir con el cielo.
―Bienvenida, soñadora. Ahora, comenzaremos con algo simple. Ya has hecho levitar objetos, según lo que me cuenta Seb.
¡No lo había hecho conscientemente! ¿Esperaban que lo hiciera de inmediato?
―Madre, no se te olvide que también hizo levitar a una chica.
Genial, excelente comentario, sin duda ayudó a sentirme más confiada.
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Editado: 10.10.2022