El oráculo Dremlevolt.

S I E T E

Diciembre 7, miércoles.

Cuando me desperté, vi a Lee que me observaba desde la otra cama; mi corazón dio una pirueta y comenzó a latir apresuradamente.

―¿Qué pasa? Ya sé que me veo horrible, acabo de despertar

―dije, tartamudeando por la sorpresa.

―No es nada. Solo estaba pensando.

¿En qué estaría pensando? La mente de Lee era tan indescifrable que a veces me desesperaba no saber qué ocurría.

Me preparé para el entrenamiento y después del desayuno fui directo a la trampilla. Al bajar, me encontré con un perro color chocolate que al verme ladró feliz. De pronto, alguien me sorprendió por detrás, era Oply, acompañada de mis dos amigos.

¿Qué pasaría a continuación?

―Genial. Le caes bien a Lucy. ―Supuse que así se llamaba el perro.

―¿Qué hace ella aquí, Oply? ―la intriga me embargaba.

―La vas a hacer levitar. 

¿Había escuchado bien? ¡Hacer levitar un ser vivo! Eso ya era otro nivel, no sabía si estaba preparada. Oply se sentó en donde siempre lo hacía y me indicó con un gesto para que empezara.

Miré al perro y me concentré en lo que debía hacer. Lucy ladraba feliz mientras seguía su cola, corría y brincaba por ahí, pero nada más. Así pasó media hora. Estaba impaciente, ¿por qué no levitaba? El perro se cansó y se acostó en la grava, dejándome frustrada.

―Creo que pensé mal de ti.

No pude entender el comentario. ¿Le decepcionaba mi rendimiento?

―Pero, ¿qué dices, Oply? ―Mi frustración se tornaba de a poco en ira, odiaba que me exigieran más de lo que podía dar. Mi pierna comenzó a golpear con impaciencia la grava y mis manos se tornaron sudorosas.

―He notado que me ilusioné con tu poder, pero no eres capaz de nada sola.

¡Qué cruel! Eso no se le dice a una persona, y menos cuando está dando todo de sí... ¿Estaba dando todo de mí? O... ¿tal vez me faltaba confianza y disposición?

―¿¡Perdón!? Lee, ¿¡cómo es que te quedas ahí parado como si nada!? ―Esperaba que me defendiera, pues era la persona que más me conocía y que sabía cómo me afectaban esa clase de comentarios.

―Tiene razón, Em, lo habías hecho bien, pero ahora...

¡No podía ser, él jamás diría eso! Siempre me motivaba o me hacía caer en cuenta de lo que me faltaba para salir adelante.

―¿Ah, con que ahora es así? Hace poco pensaba que estaba maldita, mi vida cambió bruscamente, me he esforzado, he logrado mucho. Solo falta entrenamiento. ―Una atrevida lágrima se deslizó por mi rostro, como un signo de vulnerabilidad.

―No se ve mucho esfuerzo en los entrenamientos ―dijo Seb. Mi frustración se tornó en ira. El perro se levantó y fue ladrando agresivamente a donde estaban los demás: Lee se asustó y retrocedió. Me sentí culpable al ver su expresión temerosa.

De la nada, cesaron los ladridos y Lucy comenzó a levitar como una pluma. Posteriormente, aterrizó en la grava y estuvo a punto de lanzársele a Oply, pero esta, con un movimiento de mano, la puso a dormir.

Interesante. ¿Cómo lo habrá hecho?

―Ha sido excelente. Bien hecho, soñadora.

El comentario me resultó incoherente respecto a sus palabras anteriores.

―¿Ahora que lo he hecho bien sí sirvo? ¡Déjenme sola!

―Em, pensé que lo notarías. Fue parte del plan ―aclaró Lee.

¿Fue alguna clase de prueba? ¿Dónde estaba mi lado lógico en momentos como ese?

―La ira generó en ti un estado de control mental y lograste hacer levitar a Lucy.

No me sentía nada orgullosa de cómo funcionaban mis emociones.

―Tú, más que nadie, sabes que nunca podría reprocharte tu esfuerzo, me sentí fatal, lo siento mucho. Has estado genial.

Ese sí era el Lee que conocía, ahora todo estaba en su lugar.

―Bueno, perdonados todos. Así que van a usar el odio para derrotar a Stroldenmare... Les aviso, no soy odiosa. Y aunque lo fuera, no sería correcto.

―Pero, al saber que ha asesinado a tus padres no creo que lo quieras; canaliza eso, la venganza es buena en justa medida, salvarás a Solmerville.

Había algo que no me cuadraba, pero no ameritaba debatir.

―Oply, la lógica me dice que hechiceros conduce a hechizos. Yo no he hecho ningún hechizo, pero tú has puesto al perro a dormir.

―Nuestros hechizos se basan en el control de los objetos y las acciones. Nunca nos vas a ver convirtiendo a una persona en sapo. Pero no te extrañes al vernos usar telequinesis o jugar con los cuatro elementos.

¡Impresionante! Sin dudas, era tentador conocer todo su esplendor tan rápido como se pudiera.

―¿Con los elementos? ―La expectativa se reflejaba en mis ojos y las preguntas se acumulaban en mi garganta, amenazando con salir, pero, cada cosa a su tiempo.

Oply señaló a Seb un saco de tela dentro del cual había un maniquí. Seb lo acercó y Oply chasqueó los dedos, al tiempo, el maniquí cobró vida; sentí que mis ojos se iban a salir de sus cuencas de la sorpresa.

―Personificación, los seres inertes pueden cobrar vida y acatar nuestras órdenes. Respecto a los seres vivos, tú puedes tomar control de sus acciones, así como lo hiciste con Lucy. Esto es fácil. Si en verdad lo quieres, el maniquí se moverá como una pluma, si no, no esperes que salga bien. ―El maniquí permaneció quieto, luego, comenzó a caminar en círculos y se detuvo de sopetón para ubicarse en una posición defensiva. Oply hizo girar sus dedos y una ráfaga de viento, como un tornado, lo derrumbó. Primer elemento, aire.

―¡Wow, eso ha sido genial!

Acto seguido, el maniquí volvió a su posición original y con otro movimiento, un chorro lo golpeó en el rostro haciendo que se balanceara. Y de nuevo volvió a su posición original. Segundo elemento, agua.

Posteriormente, Oply hizo que del suelo salieran unas raíces que le amarraron las piernas y lo arrastraron. Y por tercera vez, retornó a su lugar. Tercer elemento, tierra.

Por último, al mover sus dedos, una llama turquesa envolvió el cuerpo del maniquí y cuando se esfumó, este se deshizo en cenizas.




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