22 de diciembre, jueves.
Tuvimos una semana de arduo entrenamiento en la que perfeccionamos las prácticas con los cuatro elementos. Oply se aseguró de que pudiera controlar mi comportamiento para evitar destruir todo de nuevo.
Cada noche soñaba con mi abuela, siempre se trataba de recuerdos significativos del pasado o la veía sola en un hermoso lugar, lleno de naturaleza, caminando con una sonrisa en su rostro.
Verla feliz me tranquilizaba, porque su alma estaba segura y descansando y, en donde sea que estuviera, sabía que me estaba cuidando. Eso fue lo que me motivó en mi entrenamiento.
Además de entrenar, en esa semana me había dado la oportunidad de conocer más a fondo a Shawn. Sin duda él era un chico bastante maduro, con grandes capacidades. A veces hacía comentarios impresionantes para su edad, que me dejaban estupefacta y con ganas de oírlo más y más, aunque también pude notar que era muy divertido y que también... se parecía a Lee.
De aquella situación no sabía qué conclusión sacar, era interesante porque compartir tiempo con ellos dos era una experiencia de otro mundo, le daba un «toque mágico a la vida». Ambos tenían criterios similares, ambos eran líderes natos y siempre estaban al servicio de los demás.
Pero también era raro, era como tener dos clones ante mis ojos, que generaban diversas emociones en mi corazón y causaban enredos con mi cerebro; eso sí que me preocupaba, estaba muy confundida.
Sin dudar, quería con todo mi corazón cada detalle de Lee; sin embargo, al pasar tiempo con Shawn, mis sentimientos por Lee habían cambiado, pues ya no sentía mariposas aleteando en mi estómago cada vez que lo veía pasar. Para mí eso significaba un gran avance.
Sin embargo, que se parecieran tanto me hacía sentir confusa, pues cuando estaba con Lee recordaba a Shawn y viceversa. Me sentía culpable. ¿Por qué me haces esto, vida?
Luego de días de dudas, nervios, enredos y esos malditos sentimientos que engañan, concreté sus diferencias en pos de mi salud mental. Lee era tímido a menos que entrara en confianza; era seco, distante y leal, muy pocas veces se mostraba cariñoso, solo cuando era necesario para brindar su apoyo. Con él era difícil lograr que la conversación fluyera, y su sentido del humor era algo sarcástico. Y bueno, había que destacar que era mi mejor amigo y nada más, ¡nada más!
Shawn, oh, ese era otro caso. Por el contrario, era totalmente comunicativo, atento y su sentido del humor era bastante filosófico, aunque sarcástico. ¡Y me molaba!
A fin de cuentas, eran un especie de polos opuestos..., opuestamente parecidos, ¿qué? Ambos me atraían por separado, por lo que era cada uno sin importar que se parecieran. Irónicamente, como los polos opuestos se atraen, cuando yo no estaba con alguno de los dos, siempre se les veía juntos, ya que se entendían a la perfección y cada vez era más posible que fueran mejores amigos.
Pero había algo mayor que me atormentaba todos los días, y era Stroldenmare. No dudó en quitarme a mis padres, a mi abuela. ¿Cuánto tardaría en quitarme a alguien más?
Siempre tenía un presentimiento de que se llevaría a otro, por lo que estaba al tanto de todos, a cada minuto. Los del sueño, más que una organización, ya eran como una familia. Después del enfrentamiento, los entrenamientos, las cenas y las sonrisas, no podía permitir que se fueran.
Tras el almuerzo, bajamos al campo de entrenamiento. Todos estaban tomando posiciones cuando sentí que me cubrió una bruma; en ella pude ver a Seb, que se encontraba en la cocina llenando botellas con agua.
Súbitamente, Stroldenmare entró en escena... ¡Stroldenmare! Al salir de la bruma, miré rápidamente a todos los presentes, percatándome de que Seb no estaba allí. La desesperación se apoderó de mí, mi corazón latía sin control alguno y la cabeza me empezó a doler de tal forma que todo comenzó a dar vueltas y caí en la grava. Oply, Shawn y Lee se acercaron en un dos por tres, preocupados.
―¡¿Dónde está Seb?! ―logré articular, nerviosa, mientras las demás palabras seguían atascadas en mi árida garganta. Mis extremidades temblaban, el sudor resbalaba por mi frente.
Espero que esté bien, por favor...
―Está trayendo agua ¡¿Qué pasa?! ―dijo Oply, también preocupada.
Me incorporé rápidamente echándoles una mirada de pánico. Divisé la cocina en mi mente, y en un abrir y cerrar de ojos me encontré allí.
Había unas botellas tiradas y agua derramada por el suelo. Stroldenmare tenía a Seb entre los brazos... ¡Lo estaba lastimando! A mi hermano le costaba respirar, igual que a mí. Esa es una de las escenas más horrorosas que conservo en mi memoria. Recordé lo que había aprendido de sopetón, debía controlarme para no destruir todo, pero me costaba...
¡Estaban estrangulando a Seb! ¡Estrangulándolo!
Me tranquilicé con mucha dificultad, porque no soportaba ver cómo lo estaba tratando Stroldenmare.
«El odio no es la solución», me dije, evocando las palabras de Shawn.
―¿Qué quieres, Stroldenmare? Suéltalo de una vez ―mascullé con voz áspera.
―¡Ja! ¿Cree que puede darme órdenes, niña Dremlevolt?
―Él no te hizo nada, suéltalo ahora.
Sentía la sangre hervir en mis venas, pero tenía que demostrar tranquilidad, algo que me faltaba en el momento. De pronto, Oply, Lee y Shawn aparecieron detrás de mí en posiciones defensivas, listos para una batalla.
―¡Seb! ―gritó Oply desesperada a la vez que comenzó a lanzarle hechizos a Stroldenmare, los demás la siguieron pero nuevamente un escudo invisible impedía llegar a él.
Seb miraba la escena angustiado a punto de desmayarse por la falta de oxígeno, turnaba su mirada vidriosa entre su madre y mi mejor amigo. Lee tampoco podía parar de mirarlo, estaba inmóvil y aterrado.
―¡¿Es en serio?! ¿Trajo refuerzos? Eso demuestra que no es capaz de enfrentarme sola ―dijo el amo de la tormenta, y soltó una carcajada burlona y macabra, que resonó en toda la estancia.
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Editado: 10.10.2022