El Origen del Mal

Capitulo tres

 

 

 

10 de febrero 1977

Múrmansk/Rusia

        Las puertas del estudio se abrieron de par en par, con una fuerza tal que terminaron ambas estampadas contra la pared.

       ―Los quiero fuera ―exigió la mujer, que a puras penas se adentró en el cuarto. Su bata blanca se veía salpicada por la sangre de las heridas de su hija, que personalmente y con un nudo en el pecho había terminado de limpiar―¡Fuera de aquí! ―exclamó con cada vez menos paciencia.

       Los hombres serios de traje la divisaron por detrás de sus gafas oscuras y obedientes se retiraron haciendo una reverencia con la cabeza.

       Los ojos de Nikolai Soloviov fueron a parar en ella con poco interés por unos varios segundos, para luego regresar a los papeles en sus manos. Se veía despreocupado, como la mayoría del tiempo, con la silla inclinada y ambos pies sobre el escritorio.

       ―¿Un guepardo asiático?¿Un guepardo asiático Nikolai? ―sus preguntas a penas lo hicieron levantar la mirada una vez más pero solo por unos fugaces segundos.

       ―Sí, es rápido, ágil, inteligente, justo como tu hija, casi rivales naturales ―musitó él, sereno. La palma de la mano esquelética fue a parar en la mejilla del hombre, repleta de fuera. Con un impacto tan estremecedor que le obligó a ladear su rostro.

       No tardó demasiado en reincorporarse, hizo unos cuantos movimientos y uso su mano con tal de reacomodar su barbilla; una mirada de muerte se lanzó hacia la mujer pelirroja delante suyo.

        ―¿No te das cuenta que tratas de revivir todo lo que juntos queríamos acabar? ―las lágrimas se hicieron presentes, tal vez no tanto como hubiese querido expresar pero ahí estaban, las gotas saladas le recorrían por los pómulos hasta terminar en el borde de la mascarita que cubría la mitad de su rostro, empapándola.

       ―Deja de mirarme como si yo fuera el malo de esta historia ―declaró él con el entrecejo fruncido, había soltado las hojas en la mesa y seguía frotando su barbilla lastimada―, no me mires como si lo que estás viendo es nuevo para ti, esta a sido tu vida desde siempre, lo que hace tu hija es sino seguir tus pasos ¿Eso no te enorgullece?

        La adulta no podía creer las palabras que salían de la boca del pelinegro, sentía como en cualquier momento iba a enloquecer, puso ambas manos en su frente, arrastrándolas y así aplastando todo su cabello hacia atrás con sorpresa y frustración, las lagrimas no dejaban de brotar de sus azulados ojos, casi la cegaban.

       Cubrió sus labios con fuerza, conteniendo un fuerte gimoteo que luchaba por salir―¿Seguir mis pasos?¿Enorgullecerme? ―las chispas fluían con más fuerza, hasta casi terminando sobre su pecho―, ella no está siguiendo mis pasos, yo misma nunca seguí mis pasos, fui títere toda mi vida y nos alejamos para que nuestra hija no pasara por lo mismo

       Bufó―Soy el siguiente ―culminó el pelinegro, bajando la mirada. Sus rasgos de severidad y despreocupación se extinguieron por un momento y las lagrimas en los ojos de la pálida cesaron tan prontamente que la hicieron estremecer.

       ―¿Qué? ―había luchado para no atragantarse con su propia saliva.

     El adulto aclaró su garganta, haciendo todo lo de antes regresar―Soy el siguiente, yo gobernaré todo esto que ves a tu alrededor y mas allá de lo que puedes ver, y nuestra hija tendrá la oportunidad de demostrar si tiene calibre o no

        La frustración e impotencia se apoderaba de su delgada complexión pero sin lograr derrumbarla, aún.―Nikolai ―su voz se había serenado o al menos eso intentaba―, vinimos aquí buscando alejarnos de todo eso, darle una infancia a nuestra hija; a nuestros hijos. Poder vivir una vida sin ser perseguidos y sin perseguir. Si ya no me amas lo entenderé, si quieres quedarte a jugar este juego sangriento y despiadado no me pondré en tu camino, pero por favor, te lo suplico… ―sus piernas no habían aguantado mas, el sobreesfuerzo completamente inconveniente de ese día la estaba carcomiendo a una velocidad preocupante―, déjala ir, envíala a un internado fuera del país, dala en adopción, abandónala donde alguien la pueda encontrar, envíala con sus abuelos, lo que sea es mejor que lo que piensas hacer. No viviré mucho y lo sabes, pero me revolcaré en mi tumba de solo pensar que mi hija podría ser lo mismo que yo

―Una sanguinaria asesina

27 de noviembre 1986

Súzdal/Rusia

        El instituto para señoritas Schwarzkopf era sino lo mas prestigiado que se podía encontrar, aunque no era como que hubiesen demasiadas instituciones educativas en el área. Alojaba un sin número de señoritas todas de una clase muy alta y aunque quizás Nikolai Soloviov no fuese el padre mas afectivo del mundo no pensaría ni un segundo en escatimar gastos para su única hija.

       Aun seguía sorprendida por el gesto que Cypriám había soltado, podía jurar que era la primera vez que le veía esa mueca divertida dibujada, aunque solo fuera un ápice de ella. En todo caso nunca habían tenido la oportunidad de pasar tanto tiempo a solas como para siquiera notar demasiado de la personalidad del rubio, pero de que era frio y silencioso estaba más que clara.




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