El Origen del Mal

Capitulo ocho

       

 

 

 

        Cuando ambas cortinas detrás del espaldar de mi cama se abrieron al unísono me desperté de un sobresalto, pero casi ni podía abrir los ojos. Los pasos pasaron de atrás hacia un lado de la cama, y fuera quien fuera que estuviese de pie allí, se quedó quieto, con los brazos cruzados, observándome. Lo vi en la silueta borrosa que era lo único que podía divisar por el momento.

        Pestañeé varias veces, pero de una manera que casi no fue notoria, cuando logré adaptarme a la claridad vi a mi hermano, esperando aparentemente una reacción de mi parte.

         Parecía molesto, yo no entendía el motivo, tampoco me importaba, solo estaba atenta a cuanta sangre se alojaba en las gazas que Hopkins me había puesto la noche anterior.

        ―Arriba, papá te quiere en su estudio ―me ordenó. Su voz había cambiado tanto, era ahora adonida y varonil. La última vez que le había escuchado hablar tenía ese tono entre lo grueso y lo chillón de un adolescente cualquiera.

        Intenté levantarme, al menos para sentarme en la cama. Los medicamentos habían hecho su efecto, pero ese no era un dolor que fuese a desaparecer así por así. Me quejé entre dientes, en el intento de soportar, pero solo terminé cayendo de lado; necesitaba ayuda, pero Leónidas no parecía ser quién iba a dármela.

       Se giró sobre sus propios pies luego de ver mis lacerantes intentos y desapareció del cuarto, eso no me sorprendió en lo absoluto, solo a mí se me pudo ocurrir que él me brindaría ayuda.

        Las chicas de la servidumbre entraron velozmente, al menos de eso se había tomado la molestia Leónidas, de enviarlas hacia mí. Con su ayuda pude tomar un baño rápido, me impresionó poder hacerlo.

        Al fin la sangre que me machaba se había desaparecido de mi piel, ahora estando por lo menos impecable. También me ayudaron a vestirme, y, aunque yo no las conociera, si sentía una especie de tensión en el aire esa mañana en particular.

          Me sentía tan débil que hasta mi respiración era algo temblorosa, me dolía la cabeza como nunca, y estaba de más aclarar la herida en mi hombro. Me había puesto una bata blanco huevo, unas zapatillas muy suaves de andar en casa y las muchachas me habían cepillado perfectamente el cabello mojado.

        El recorrido para descender por las escaleras nunca me había parecido tan eterno, pero después de varios pequeños saltos lastimosos, me habían encaminado abajo. Sentí la casa en lo particular más desolada que de costumbre, también más callada y como resultado de.

       Cuando abrí el estudio la puerta hizo un ligero chirrido, y todos dentro pudieron su mirada sobre mí. Nikolai estaba sentado tras su escritorio, pero habían más personas de las que me esperaba. en uno de los asinets frente a mi padre Leonidas parecia malumorado, en el otro asiento el abuelo Soloviov estaba calmado y cpn rostro serio como siempre, Masha se encontraba cruzada de brazos junto a mi pader y a un estremo de la de puerta decoraba Cypriam.

Ambos nos miramos al rostro, pero eel aparto la mirada muy pronto, la verdad era que estaba aliviada de verlo, después de lo ultimo que vi hacer a mi padre habia pensando lo peor.

Di varios pasos hasta que estuve completamente dentro de ese lugar, con tan aterradora compañía. Nikolai hizo unos cuantos ademanes y las dos chicas que venían tras mio me ayudaron apresuradamente a tomar haciento en uno de los sillones, mi padre chasqueoo sus dedos, ellas hicieron una temerosa reverencia y en menos de cinco segundos hambas habían desaparedcido.

Cyrpiam se quedoo junto a la puerta, incluso mas serio que de costumbre, su ropa de aquel dia me sorprendia, no llevaba su habitual traje oscuro, sino unos simples vaqueros, con unas botas cafee y una camisa a cuadros, odo demasiado causla para venir de eel.

Las miradas de mis acompañantes estaan puestas sobre mii, pero segundos mas tardes fueron a parar en los pasos de mi padre, que se dirigían a una pizarra de corcho a un lado del escritorio. El mismo sobre con el que masha me habia interrogado el dia anterior estaba sobre el escritorio, Nikolai lo deslizoo hacia eel y efectivamente sacoo las fotografías que con esfuerzo yo habia visto.

Fue clavándolas una por una, volvia a recalcar dentro de mi cabeza que no las habia visto en la vida a ninguna de ellas. Hasta que logree reconocer a quien puso por encima de todas las demás, en la cúspide de la pirámide, a mii.

Nikolai parecia emociónado, podría jurar que nunca lo habia visto asi, s mirada me divisaba como un niño a su nuevo cchorro y yo no lograba enternder el porque.

―Sabes que somos una familia ―inicoo con la mentira mas grande que le pudo salir de la boca, era todo, todo menos una familia. Cuando comenzoo me sostuve apretando las manos de los descansa brazos del sillón.

Asentii seria, pero apenas se notoo, no queria hacerlo, pero en la jaula con los leones yo era la carnada, y mas me valia cooperar.

―Y como familia todos tenemos un lugar que nos corresponde ―conitnuoo, dio la vuelta, rodeando la mesa y se sentoo sobre ella, recargándose sin quitarme de su vista un solo momento. ―, pero en esta fmilia, los puestos se ganas mi cielo




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