Para mí era más que suficiente el tener que convivir con todos ellos bajo el mismo techo, pero la situación estaba pasando a lo ridículo justo en ese instante.
El silencio era causante de que hasta nuestras respiraciones fueran acto de incomodidad, la verdad era que no sabía muy bien cómo manejarlo así que solo me quedé recta en el asiento, pero las ganas de salir despavorida por la ventanilla me abrumaban.
Cypriam conducía, mi padre le acompañaba en el asiento del copiloto y detrás aguardabamos Masha, Leonidas y yo. Ambos tratando en lo más posible de mantener al menos una pequeña ranura de espacio entre los tres, con tal de evitar a toda costa el contacto físico de nuestros muslos. Para mi desgracia me encontraba en medio de ellos y no pudo haber mayor tortura.
No tenía muy claro a dónde nos dirigiamos esa tarde de sábado, pero parecía ser importante. Todos se veían más arreglados de lo normal, incluso yo, y, tanto delante de nosotros como detrás, nos escoltaban dos autos más a orden de Nikolai.
Las horas recorridas fueron agotadoras, por el simple hecho de lo tiesa que me mantuve todo el camino, con tal de que mis acompañantes no se ladearan siquiera para mirarme, se podía decir que me abstuve hasta de respirar.
Al bajar tuve esa sensación momentánea de nunca haber caminado antes pero se desapareció muy pronto. Me quedé boquiabierta, era un sitio enorme, antiguo aparentemente, pero sin duda muy hermosos, parecía casi una reliquia histórica.
Habían varios autos estacionados fuera, algunos bajo enormes árboles, otros frente a la entrada, otros alrededor a la estatua en medio de la fuente, todos muy elegantes, pero desconocidos para mí.
Cypriam fue el último en salir. Sentí a través del apretado y ridículo vestido amaranto como su mano se posó en mi espalda baja, lo que me sorprendió, puesto que me sentía tan asfixiada dentro de él que dudaba mucho el lograr sentir cualquier cosa. Su roce me hizo despertar de mi impresión y comenzar a caminar dentro, los demás que viajaban con nosotros ya lo habían hecho.
Había mucha gente. No una cantidad exagerada, pero sí un ambiente bastante lleno, y no precisamente de muy buena compañía. Mi padre ya hablaba con un círculo de unas cuatro personas, a su lado Masha le acompañaba silenciosa como siempre, Leonidas había desaparecido pero solo por unos varios segundos ya que eso fue lo que tardé en encontrarlo con la mirada, a él y a River.
Todo se veía finamente decorado, al caminar dentro, la alfombra que forraba todo el sitio silenciaba los pasos, sintiendo como si mis pies flotaran por los aires. Por otro lado las ventanas estaban selladas, pero de una forma en la que podían llegar a hasta verse bien, y como producto de eso, adentro parecía que ya había oscurecido, pues solo el candelabro central del tejado iluminaba esa área de la planta baja.
Mi padre hizo unos cuantos ademanes y terminó por salir de la plática para dirigirse a mí. Quienes antes lo acompañaban me miraron, en conjunto hicieron una seña de saludo con la cabeza y yo les respondí por igual de forma casi notable. Por alguna razón todo el mundo allí tenía la misma mirada poco confiable de Nikolai.
Pensé que se acercaría a mí pero no fue así, lo hizo hacia Cypriam que estaba detrás mío aunque un poco alejado. Lo vi inclinarse para escuchar lo que Nikolai le mascullaba cerca de la oreja, él era una varias pulgadas más alto que mi padre, quien tampoco era demasiado grande a decir verdad, así que fue necesario. Al concluir lo que fuera que le dijera, Cypriam se encaminó a mí y volvió a hacer ese gesto de poner su mano en mi cadera que me provocaba un cosquilleo estremecedor.
—¿Qué es este lugar? —Pregunté en un mascullo ladeando un poco la cabeza hacia el rubio a mi lado.
—No sabría como llamarlo, pero debe andarse con cuidado —Me confesó y con un movimiento rápido de su barbilla me sugirió que le siguiera por las escaleras.
Fuimos a parar al segundo nivel, desde donde podíamos apreciar todo el primer piso con recelo. De alguna forma me sorprendí al ver caras conocidas, por esas fotografías que Cypriam me había mostrado aquella turbia mañana luego de mi accidente. Ellas estaban allí, al menos en su mayoría.
Eran muy lindas, y se les veía que no pasaban casi para nada de mi edad, pero, sus rostros eran distintos. Eran fuertes, rectas, recatadas y a diferencia de mí, se notaba a leguas que ellas no tenían miedo.
—No es obligatorio que deba memorizar en este preciso instante cada nombre y rostro, pero en todo caso sería muy conveniente que lo hiciera señorita Soloviova —Comenzó él, estaba atras mio. Ya empezaba a hacerse costumbre nuestra forma de estar parados, era mi escolta después de todo.
Gruñí a penas sin quitar la vista de las cabezas que se movían abajo.
—¿Ocurre alguna cosa señorita? —me tomé la molestia de mirarle a directo al rostro, creo que nunca lo había hecho de forma tan seria.
Se tardó unos cuantos segundos en reaccionar, analizaba con el ceño fruncido hasta que noté cómo se relajó.
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Editado: 08.05.2020