El Origen del Mal

Capitulo catorce

 

 

 

       Lo cierto era que no había dormido en toda la noche. No tanto por los moretones dolorosos del día anterior, sino por las cosas descabelladas que Cypriam me había comentado en el camino a casa luego de eso.

         Cuando mencionó "El beso de sangre" una curiosidad increíble afloró en mi pecho, pero, se vio opacada por la inesperada escena romántica de la que fui testigo y el día tan activo que había tenido con anterioridad.

        En todo caso me tomé la molestia de mantenerme despierta toda la noche, más bien no podía conciliar el sueño bajo ninguna circunstancia.

          Los sobres estaban esparcidos encima del suave colchón cubierto por una espesa cobija blanca. Eran sobres viejos, gastados, tanto así que el color crema que tuvieron alguna vez pasó a ser un sucio amarillento manchado.

           Eran cinco en total, pero Cypriam me había confesado que hubieron más alguna vez, solo que no lograron encontrarlos en parte.

           Los sellos dorados venían con marcadas iniciales en su centro y junto a esas iniciales aparecía un beso carmesí. Yo sabía muy bien que eso no era un labial precisamente, era sangre, sangre muy vieja, lo sabía por el color amarronado que había tomado con el tiempo.

            Supuse que las sobres que mi padre tenía en manos en aquella reunión eran modelos similares a los que yo tenía conmigo, y también suponía que los que los empezaríamos a recibir dentro de muy poco serían para mí.

          Aún seguía pareciendo todo demasiado irreal para ser cierto, pero lo era. Los moretones en mi estómago y el palpitar que producían me lo recordaban a cada segundo.

          Esa introducción curricular sobre las familias que había recibido por parte de mi escolta no era más que para que conociese a las personas de las que tenía que protegerme con más empeño. Nadie allí ni en ninguna otra parte era mi amigo, eso ya lo tenía muy claro pero el rubio no dudó en recalcarmelo con énfasis.

          Y no solo ellos podrían un día atacar sin aviso arriesgando mi existir, sino cualquiera, quien sea podría ser la razón de mi muerte en un momento como aquél. «Dormir con un ojo abierto» no creí que eso fuera una exageración, después de las cosas que habían pasado todo me parecía posible. Aunque muy en el fondo seguía con la esperanza de estar metida en la pesadilla más larga antes vista.

         Básicamente recibiría sobres similares con frecuencia, por parte de las diferentes familias. Tal vez los Ory, o quizás los Mirami, cualquiera podría ser.

         Eso era como una especie de señal, en la que inmediatamente tendría que estar más alerta que nunca, a la espera de que la muerte tocara a mi puerta.

        Poniendo ambas nuestras vidas en peligro hasta que una de nosotras la perdiera, la otra pasando a ser de alguna forma la ganadora, pero, ¿La ganadora de qué? De un puesto en el negocio, ser la protectora de todo por lo que hemos trabajado, de nuestra familia; esas fueron las palabras que me soltó Nikolai cuando le enfrenté al llegar.

       ¿Quién le dijo que yo quería eso? ¿Quién le mintió al decir que yo les consideraba mi familia?

      No tenía idea de cuál era la razón en específico de que tuviéramos que hacer algo como eso, pero empezaba a sacar mis propias conclusiones: como que solo era un juego sangriento que nuestros padres disfrutaban. En el que nos usaban como sus figuras de acción mientras que ellos solo miraban desde el otro lado; esperaban ansiosos ver la sangre correr por una lucha que era suya, pero por la que nosotros teníamos que pagar.. . .

      La mañana estaba particularmente fría, pero adoraba como el suéter de mangas largas me acariciaba la piel mientras lo frotaba en busca de calor. Miraba por el cristal como siempre, viendo las cosas pasar velozmente.

     Me sentía algo calmada, pues salía de casa para ir al instituto.

   El instituto me gustaba, era lo más cerca de privacidad y a la vez libertad que tenía. Nadie me hablaba y yo no hablaba a nadie, no porque nadie quisiera hablar conmigo, sólo que para mí estaba bien así.

    Las demás chicas a veces me sonreían pero prefería no acercarme, me parecía suficientemente bueno con solo tenerlas a mi alrededor, chillando y riendo, eso me hacía sentir acompañada.

     Me abalancé entre medio de ambos asientos delanteros, incrustandome entre ellos y frotándome del brazo fuerte de mi conductor, para estirar mi brazo hasta que mi dedo alcanzara los botones del tablero y así bajar el aire acondicionado. Me congelaba poco a poco.

      El camino se estaba haciendo un poco más largo de lo normal, me dejé caer hacia atrás con lentitud y me mantuve divisando el techo forrado de terciopelo negro.

     —Masha y Leónidas —comencé en un balbuceo. Cypriam estaba por allí cuando me topé con la deplorable sorpresa, pero él no había comentado nada al respecto desde entonces, y yo todavía no podía sacar esa imagen de mi cabeza.

     —Sí —dijo sin más, sentí su mirada momentáneamente por el retrovisor.

     —¿Desde cuándo? —acaricié mi frente hasta empujar mis cortos mechones rojizos hacia atrás.

    —No estoy muy seguro, pero es desde hace un tiempo —el rubio contestaba serio, y con una normalidad casi inquietante, no entendía como podía tomárselo tan a la ligera.

    —¿Nikolai sabe sobre esto? —me enderecé con la mirada perdida.

        Cypriam me miró detenidamente por el retrovisor, con una ceja elevada y el rastro de una media sonrisa.

          Bufé y me derretí nuevamente en el asiento—Esa fue una pregunta estúpida

        Sonrió un poco.

          —Sí, lo fue

            Me cubrían el rostro pero le miraba conducir entre las comisuras de mis dedos.




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