El Origen del Mal

Capitulo veintidós

       

 

 

 

        Mientras el cuerpo sin vida de Edmond Ory caía en el suelo y la vez mi brazo decendía con tijera ensangrentada en mano, solo podía llegar a una conclusión, estaba maldita.

         Por un leve instante, todo a mi alrededor se disipó en el aire, y me quedé sola, en una completa oscuridad. En la que había estado desde siempre, la que me abrazaba cada día con su frío congelante y su peste mortífera; me sentía como la muerte misma, sin la posibilidad alguna de tocar cualquier cosa pese al miedo y la inevitable consecuencia de que aquello entre mis dedos moriría delante de mis ojos.

        Los quejidos de Cypriam fueron los que me devolvieron a la terrorífica escena. Carretera solitaria y lóbrega de lado y lado, una chica que nada tenía que ver, muerta en la acera, un cadáver sobre mis pies, un rubio intentando detener la hemorragia, y a la distancia, un vehículo hecho pedazos, que no hacía más que expulsar humo.

         El corazón me dio un brinco. Kilian.

          Le di una última mirada a Cypriam, que se ponía en pie, aunque mordiéndose la boca y sosteniendo muy fuerte la herida en su espalda baja. Dejé caer las tijeras, resbalando de mi mano con sangre chorreando de ella y las manchas sobre mi ropa, cuello, rostro eran simplemente otra cosa. No le di socorro, él era fuerte, era un hombre corpulento, se recuperaría.

           La distancia que recorrió el coche gris luego del impacto fue increíble, las marcas en el suelo, el olor a calcinado, la vista era aterradora y el miedo de llegar y encontrar el cuerpo de Kilian destrozado me hacía añicos.

            Los ojos se me inundaban de lágrimas, pero no sollozaba. él estaba dentro, de seguro que sí, yo lo recordaba dentro, esto era mi culpa, todo era mi culpa, me buscaba a mí, y tuvo que pagar él.

            Rodeé el coche, estaban tan malogrado que simplemente no había manera de abrir alguna puerta. Todavía estaba caliente por el golpe, todos los vidrios se habían quebrado, esparciéndose por los alrededores y el humo creaba una nube que subía hasta el cielo.

            Ojeaba rápidamente, pero a penas podía ver. Su suéter quedó visible ante mis ojos y mi estómago se revolvió de inmediato. Me acerqué, sin importar que mis dedos ardieran sobre la superficie aun ardiente, tampoco me interesaba el que el coche pudiera explosionar en cualquier momento, a mi solo me importaba verlo a él, aunque eso me derrumbara todo.

            Tiré la puerta, que apenas tendía de un cable, de una sola patada. Una rafaga de vapor salío, nublandome la vista, pero me apresuré en aclararla y esparcir el humo con la mano.

           ―No está ―susurré para mi misma, pero Cypriam, que venía casi cojeando, me escuchó, aunque no dijo nada.

           Me encargué de palpar todo por sobre los escombros, él no estaba en ninguna parte. Mis dedos se hacían pequeñas heridas, con los cristales que barría en la búsqueda de un cuerpo destrozado, pero simplemente no había más que objetos inanimados y muy rotos.

          ―Agatha ―escuché nombrar a mi escolta. Salí de allí con los ojos bien abiertos y sin la posibilidad de sacar palabra. Temblaba, ¿Como era posible que el solo desapareciera?¿Acaso me estaba viendo con un maldito fantasma?

          ―No está ―me empujé el cabello hacia atrás, histérica. Cypriam tenía muy mala cara, tieso en frente y rodeaba el lugar con sus ojos.

          ―Agatha ―volvió a nombrar, y entonces, mi mirada borrosa fue a parar al espacio de hierba alta que señaló como pudo a un lado, de donde salía un brazo tendido. Me espanté, dando un paso hacia atrás, abrí mis ojos azules mucho más. Mis emociones estaban entremezcladas, me hicieron dar un paso adelante luego uno hacia atrás y luego me obligaron a correr hacia allí, donde me cubrí los labios tapando mi sorpresa.

          Aparté cuanta hierba, tierra y vidrio pude, y el cuerpo de Kilian estaba sencillamente intacto―al menos para lo que yo esperaba―aparte de unos rasguños algo profundos y los escombros que habían caído sobre él, pero yo no estaba demasiado segura, parecía haberse golpeado fuerte la espalda, por la forma en la que sus camina estaba raspada.

          Toda yo temblaba, aún temía. Sostuve su rostro justo como él había hecho antes para calmarme y podría jurar estar sufriendo un ataque de vértigo por los nervios.

          Puse la punta de mi nariz sobre las suya, algunas de mis lágrimas cayeron continuamente sobre sus mejillas y se resbalaron aun esquivando la tierra y mezclandose con su sangre. El respiraba, aún respiraba y su aliento todavía sabía a menta con un poco de fresa.

            No tenía idea de cuándo o cómo había llegado a parar ahí fuera, pero tampoco me interesaba, él estaba vivo, por el momento.

             ―Hay que irnos ―ordenó mi escolta, aunque no tan demandante como cuando me pidió que subiera al coche.

            ―Sí ―me volví a parar, casi enérgica―, busquemos ayuda.

            ―La policía viene en camino ―me respondió.

             ―Perfecto ―volví a ponerme de cuclillas para peinar el cabello de Kilian y limpiar su rostro lo mejor posible, no soportaba verlo de esa manera.




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