El Origen del Mal

Capitulo veinticinco

 

 

 

        Abro los ojos y el sol se está metiendo directo por la ventanilla abierta. Mi cabeza palpita y el cuello me duele, me parece haber dormido en muy mala posición.

           Cuando lo muevo, varios de mis huesos revientan, así que chillo un poco mientras trato de hacer que mi vista se ajuste a la luminosidad del día.

          Miro hacia ambos lados y veo que estoy en una carretera, junto a mí, en el asiento del conductor, no hay nadie, pero atras la cajuela golpea con fuerza al cerrarse y eso me espanta.

          —Buenos días —Cypriam entra al auto y de inmediato mete la llave en la ranura para encenderlo.

           Me estrujo los ojos y tengo que aclararme la garganta para hablar—¿Dónde estamos? —pregunto.

           —Lejos, aunque no lo suficiente —a medida que deja que el motor del auto se caliente un poco divisa por el retrovisor central, como si tuviera alguna especie de paranoia de persecución, pero no puedo culparlo.

          Aprieto mis ojos, me siento agotada, más de lo normal, me cuesta simplemente mantenerse del todo despierta.

         —¿Y a dónde vamos?¿Qué pasará con Nikolai y los demás? —no me preocupa mi padre, mucho menos los demás, incluso, sería una noticia gratificante el que mi escolta dijera que ellos murieron la noche anterior.

         Aunque para ser honestos, no estaría conforme ni volvería a dormir tranquila si no viera sus cuerpos sin vida con mis propios ojos, y fuese yo misma quién los calcinara en la hoguera, por seguridad.

         Arranca—Te lo explicaré más tarde, por ahora trata de descansar, faltan algunas horas de camino y es posible que no nos detengamos en ninguna parte.

          No entiendo demasiado de lo que pasa, hace mucho que dejé de entender y dejó de importarme. Le hago caso y me recuesto mirando hacia el camino hasta que me quedo profundamente dormida en el mismo lugar.

...

          Hace casi treinta minutos que dejé de dormir, pero no abro mis ojos. En ese tiempo mi escolta ha estado haciendo varias llamadas, la mayoría en busca de un lugar donde podamos quedarnos que sea de su agrado. Termina de confirmar y media hora más tarde entorno mis ojos para ver cómo gira en un camino empedrado que termina por adentrarse en un bosque y va a parar a una cabaña pequeña lejos de todo.

         —Te despiertas en el momento justo —me dice con una vaga sonrisa cuando decido al fin dejar de actuar. Se estaciona y yo no digo una sola palabra.

          Mis pies se estabilizan sobre las ramas, hojas secas y variopintos de cosas que hay en el suelo cuando me bajo.

         Escucho sonidos de animales que desconozco, pero no me asusto. El sitio es solitariamente hermosos, como esos cuadros pintados en la que era la habitación de mi madre. Estar ahí es como estar en otro mundo, si me esfuerzo un poco y levanto la vista entre los árboles puedo alcanzar a notar montañas y neblina.

          Soy como una niña emocionada, quiero entrar y oler la madera, me fascina demasiado el ambiente, en cambio guardo la compostura y veo a mi escolta buscar nuestro equipaje de detrás, como si fueran unas simples vacaciones.

         No me dice nada y solo va hacia la puerta, me abrazo a mi misma y lo sigo, aún con el vestido elegante de la noche anterior y con los pies descalzos.

           A diferencia de lo que me esperaba todo dentro está tan limpio y organizado que es acogedor. Fuera hace mucho frío, pero dentro hay calidez y debe ser producto de que la fogata de la chimenea está encendida.

            —Ve a bañarte, pondré todo en orden —me dice subiendo las escaleras, no respondo, solo asiento y él ni siquiera me ve.

...

        Me levanto de la tina cuando mi cuerpo está totalmente limpio y me envuelvo en una toalla blanca de varias que hay a un lado.

         Sobre el lavamanos están las tijeras, las uso para cortarme el cabello. Ha Crecido mucho, eso no me gusta, porque de vez en cuando me roza el cuello, y he llegado a un punto de desconfianza en el que creo que mi propio cabello podría matarme.

         Recojo los mechones que he dejado por todas partes y me doy un último vistazo antes de ir fuera, aun con tijeras en mano, la verdad es que se han vuelto parte de mí.

           No es un sitio enorme, pero es espacioso y bonito. Me dirijo a la recámara del final, está entreabierta y desde el pasillo puedo ver los bolsos en la esquina de la cama.

            Un olor pàrticular sale de lo que supongo es la cocina, sonrío, el estómago me ruge, ahora mismo no recuerdo cuándo fue la última vez que probé bocado, y eso, sea lo que sea, huele majestuoso.

           Aunque sigo envuelta en la toalla y gotas de agua caen de todo mi cuerpo al caminar, bajo las escaleras y me encamino a paso lento hacia el lugar de donde viene el humo.

           Mi ánimo está mucho más elevado, estoy bastante descansada y el agua me ha refrescado, hasta diría que estoy de buen humor, aunque ya no tenga muy claro como sea eso.




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