El Origen del Mal

Capitulo veintitseis

       

 

 

 

        Hace mucho frío, mi cobija es insuficiente para soportarlo, así que me veo en la necesidad de abrir mis ojos. Lo primero que se muestra frente a ellos es la bandeja con las copas y el vino de anoche, lo que me hace recordar comportamientos míos con respecto a mi escolta que realmente no me enorgullecen.

           Otro recuerdo de ellos es la marca roja en la parte baja de mi cuello. Mi piel es muy pálida, así que fue suficiente que se quedara succionando estacionado en una parte de ella para dejar rastro como ese; y no sé cuáles fueron sus intenciones con eso, pero hoy pienso dejarle claro que eso no volverá a pasar.

         No lo había notado, pero el cuarto cuenta con un baño interno. Me ducho velozmente y a penas percibo que sobre la cama hay algo de ropa, de la que traje en mi bolso, y junto a ella hay una peluca de cabello negro, largo, abundante y ondulado.

          Comienzo por ponerme los vaqueros ajustados y las botas de textura de cuero azabache. Continuo con el suéter ajustado de mangas largas, y aunque no estoy demasiado convencida, me organizo el cabello y me pongo la película. Rebusco en los bolsos antes de salir y maldigo. Traía armas allí, ahora no están, él debió haberlas tomado. Estoy prácticamente desarmada y hasta mis tijeras han desaparecido.

          Me sonríe burlona—Te sienta bien el negro—Laika es a la primera persona con la que me topo al abrir la puerta. Su cabello es rubio, como el de su hermano, pero parece llevar una peluca al igual que yo, una de abundante cabello lacio, color rojo vino.

           Suspiro, no me acostumbro a la idea de verla en frente de mí y no exterminarla al instante, básicamente estoy programada para ello. Mucho menos logro hacerme a la idea de que quien ha estado la mayor parte del tiempo conmigo es un impostor, de una de las familias que me quiere a mí y a mi hermano muertos.

         —¿Y Cypriam?—me ve de arriba hacia abajo, su mirada es apagada y sombría para ser tan joven, aunque asi somos todas nosotras, da la impresión de que lo sabe todo. Se Ríe un poco.

         —Ese nombre es... —suspira burlona y coloca su mano sobre el pomo de la puerta contigua a mi nueva recamara—George está en la cocina.

         No la dejo terminar de hablar y camino hacia allí, efectivamente está de pie meneando algo dentro de una taza de porcelana. A diferencia de nosotras él está vestido completamente con normalidad, unos vaqueros y una camisa negra por dentro.

         Me siento furiosa, me hierve la sangre, es hoy apenas cuando empiezo a sentir la gravedad del asunto, de cada detalle y casa cosa que ha pasado hasta hoy. Antes estaba exhausta, hasta el punto de no entender gran cosa, pero hoy estoy llena de energía y no pienso esperar más para exigir respuestas.

         —¿Esto es un secuestro? —dejo caer mi mano sobre la meseta donde Cypriam prepara un café.

       —No —da una media sonrisa—, no me arriesgaría a secuestrarte —ladea la cabeza un poco y entonces me mira de arriba hacia abajo—. El negro te sienta bien.

         Aprieto los dientes, ignorando su comentario despreocupado—¿Entonces?

        Deja lo que estaba haciendo y se recarga de la meseta, mirándome de frente—Si lo que quieres es regresar por tu familia puedes hacerlo, pero creí que estabas harta de la situación

        —Y lo estoy, estoy harta de todo esto, pero mi plan en ningún momento fue escapar con un enemigo —aclaro. Su vista está puesta en mí, pero no precisamente en mis ojos.

         Su mano se extiende hacia mí, siento un impulso de alejarme rápidamente pero no lo hago. Levanta mi barbilla con un dedo, me parece que para visualizar mejor la marca que él mismo provocó —No era tu enemigo hasta que supiste quien era yo realmente —musita con voz calmada.

          Aunque creí haber perdido la capacidad de sonrojarme siento mis mejillas calentarse poco a poco.

          Le arranco mi rostro de la mano y aparto la mirada—Sobre eso... —comienzo. Hasta ahora, las palabras se me habían hecho fáciles de decir, sin importar donde o a quien fueran dirigidas, pero en este instante me estoy esforzando por sacarlas.

           —No volverá a pasar —se pone serio, robándome la palabra de la boca—, es cobarde lanzarle la culpa al haberme pasado de copas ayer, pero esa fue la única razón por la que permití dejarme llevar de esa forma —este es, es el Cypriam que me llevaba al instituto en ellas mañanas, el que era fiel a las reglas y mandatos de mi padre, el que no cometía errores, el que es una mentira.

          Aprieto los Puños—No me importa la razón, solo no quiero que vuelvas a ponerme un dedo encima —sé que lo estoy fulminando con la mirada, me esfuerzo en ello.

          Asiente con respeto, justo como cuando aún no se atrevía siquiera a tutearme—No pasará otra vez —culmina, pero es como si en ese momento un espacio quedara en blanco y ninguno tuviera alguna palabra para rellenarlo.

           —Si ya terminó su escena patética deberían venir, hay trabajo que hacer —me giro derepente, Laika está de pie bajo el marco de la puerta y espero que no lleve el tiempo suficiente como para haber escuchado todo lo anterior.




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