El Origen del Mal

Capitulo treinta y cinco

 

 

 

Leonidas

          La bombilla sobre nosotros no deja de titilar, eso y la media sonrisa del maldito escolta son las cosas que más han llegado a irritarme en mucho tiempo. River y Masha esperan cada uno a un lado de la puerta de acero mientras que yo me encargo de tener una charla amistosa.

            Le apunto entre ceja y ceja, pero eso no parece importarle demasiado. Sus manos están atadas detrás suyo por unas cuantas cadenas, al igual que sus piernas y su cintura.

           Me humedezco los labios antes de empezar a hablarle—Teníamos un maldito trato Burge, y tú decides romperlo —reclamo en su cara, pero mis amenazas, mas la serie de golpes que he estado proporcionándole, no parecen intimidarlo en lo absoluto.

          Una media sonrisa de autosuficiencia se dibuja en su boca ensangrentada mientras me mira desde el suelo, ya que está arrodillado ante mí.

         —Rompí tu asqueroso trato, estuve a punto de volarte los sesos esa noche en la última reunión, y Soloviov, no olvides que también me acosté con Agatha —dice como puede y la sangre se me calienta corriendo por mis venas.

       Respiro profundo en el intento de no volarle la cabeza en este preciso instante, pero si de algo estoy consciente sobre mí es que la paciencia no es de mis más grandes virtudes.

       Suelto la pistola a un lado, el impacto del metal contra el suelo inunda en eco el salón oscuro. Me remango la camisa y antes de siquiera terminar ya le he estampado mi puño contra la cara, haciendo que la ladee con un gruñido. Mis nudillos han empezado a doler desde el primer golpe, pero no hago un solo gesto para darlo a entender.

        —Hablas demasiado para estar donde estás —suelto entre dientes.

       Deja salir un resoplido gracioso y luego de escupir a un lado la sangre que se le acumula en la boca, se reincorpora y me ve directo a la cara. —Debiste verla, ella se derrite cuando la toco —me visualiza con malicia, cada musculo de mi cuerpo se tensa hasta el punto de casi dejarme inmóvil—, verla sudar mientras me muevo dentro suyo es lo mejor que me ha pasado —arquea una ceja—. Su voz cuando gime es tan diferente, suena tan frágil y tan dulce, casi puedo escucharla en este momento y de solo pensarla yo...

       El bate macizo de madera termina justo en su hombro, ahí golpeo las veces que son necesarias para que grite de dolor. Incluso cuando ruge como bestia no me detengo, no hasta que está tendido en el suelo y lo que quedan en mis manos son solo restos del arma que acabo de destrozar contra su piel.

        Se retuerce y es sin duda la imagen más patética que he podido admirar, aunque en su cara aun hay rastros de orgullo todavía.

        —¿Tú de qué demonios te ríes? —le cuestiono a Masha por sobre mi hombro, ha sido a penas el rastro de una risa pero en mis oídos a sonado fuerte y claro. Cuando la miro se desdibuja y vuelve a amargar su rostro—, sal de aquí, zorra —le ordeno. Asiente taladrándome con su mirada y sus tacones se alejan junto con el sonido metálico de la puerta.

        —Eres patético —atina a decir Cypriám, con los ojos apretados.

       Arrastro la silla de metal tan rápido como puedo, pero justo cuando la levanto River ha llegado hasta mí y me sostiene el ante brazo con insistencia.

      —Ya amigo, no le des el placer a esta mierda. Es más que evidente que quiere que lo mates.

      Cypriám se ríe—North, ¿Por qué no me haces los honores?

       River suelta un resoplido y se relame los labios—No te preocupes, cuando la mocosa esté aquí, me voy a encargar de ti delante de ella, eso seguro no va a ser tan gracioso.

        —Ustedes son tal para cual —aun con los dientes dibujados en sangre, él se esfuerza en sonreír—¿Cuando van a sacarlo a la luz por fin?

        Entrecierro mis ojos y contengo la respiración con tal de serenarme. Mis músculos vuelven a la normalidad de forma lenta, pero tengo el corazón bombeando fuerte y remarcadamente en el pecho.

        —Muy gracioso —suelto metiéndome la camisa por dentro del pantalón.

       Vuelve a hacer ese jodido gesto de autosuficiencia que no me deja más que con el furtivo deseo de sacarle diente por diente a sangre fría.

       —Hablo enserio, Nikolai está muerto, ya no importa que lo sepan.

        Antes de que yo pueda decir lo que sea, él vuelve estar revolcándose en el suelo, justo cuando River le deforma encima la silla dura que yo había sostenido antes. El sonido del metal doblándose contra su cuerpo me produce una molestia en los dientes, junto con un escalofrío que me llena de vitalidad por un miserable segundo.

        —Cierra la boca —exige. Me acerco a paso lento y marcado, enredo su cabello en la palma de mi mano y lo levanto hacia mí.

        —Espero ella venga pronto a buscarte, muero por ver cuánto hablas cuando te corte la maldita cabeza delante de ella. O no, tal vez incluso haga que ella misma te la corte.

        Me escupe sobre la tela blanca de mi camisa, resoplo exhausto y le regreso el gesto con una patada en el rostro, que no dudo le haya roto la nariz. Me doy la vuelta estrujándome los nudillos y me dispongo a salir, River le echa un último vistazo y viene tras mío.

...

        Hace que el pequeño vaso de cristal resbale sobre el escritorio y llegue hasta mí, la furia que me recorre el cuerpo es casi incontrolable, me bebo el trago de un solo intento y estrello el jodido cristal contra la pared hasta que estalla en el impacto.

         —Leonel, vas a tener que calmarte —me sugiere River con paciencia, remeneando la bebida que tiene en la mano.

        Gruño mientras me quito los botones de la camisa hasta que termino por solo arrancar los restantes de un tirón—Es un maldito imbécil —musito con muy mala gana.




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