El Origen del Mal

Capitulo cuarenta

         

 

 

 

      Me cuesta detener la corriente de lágrimas que me cae por la cara. Leónidas suelta mi barbilla y se da la vuelta para regresar por donde mismo vino, pero, River por su parte viene a mí, que me mantengo con la mirada baja, sin saber realmente hacia donde debería posarla bajo estas circunstancias.

        Su mano pasa por mi mejilla hasta que riega en ella las lagrima―¿Qué pasa gatita?¿El ratón te comió la lengua? ―la yema de su dedo recorre mi labio inferior con una suavidad asquerosa que solo él mismo podría proporcionarme.

       Mis dientes se ven tentados a arrancarle a River la piel de cuajo, pero solo alcanzo a morder su dedo lo suficientemente fuerte como para que el cerdo chille y el sabor metálico me inunde la boca.

        ―¡Maldita perra! ―Leónidas se ríe y Masha viene a mí tan rápido como puede. Hace que el escolta que me apresa se aparte y ahora es ella quien me mantiene a raya, de manera menos gentil que el anterior.

        Me sostiene del cabello y lo jala hacia atrás como si su vida dependiera de eso, manteniéndome con la vista en frente a contra de mi voluntad. No quiero ver, casi ni puedo hacerlo, la tensión se ha convertido en una niebla densa ante mis ojos. Me encuentro confusa con respecto a cómo debería sentirme en este momento, la mezcla de emociones se encamina por mis venas y se acentúa en la boca de mi estómago y los latidos debajo de mi pecho.

        ―Un trato es un trato ―musita Leónidas en voz baja. Hay más eco en la casa de lo que yo recordaba o quizás es su voz la que resuena hasta perforar mis oídos.

        Laika se ha derretido en los brazos de quien la mantiene en su lugar, está llorando como nunca la había visto antes. Dashiell tiene la mirada gacha y el cuello tenso, Kilian, aunque no se ve encarcelado por nadie, tiene la misma posición y Cypriám está con la frente en alto y el cuerpo recto, casi tanto como si estuviera a punto de recibir un gran reconocimiento, y por la forma en la que Leónidas le da dos palmadas a un lado del pecho, pareciera ser que sí.

      ―Ustedes tienen lo que quieren ―habla para ambos, Kilian y Cypriám, los dos aprietan los labios―, y yo tengo justo lo que quiero ―me mira de reojo y aun así su vista se me arrastra por el cuerpo. ―No fue tan difícil como creyeron que sería ¿Cierto?

       La ceja de Leónidas se eleva a lo que parece ser la espera de una respuesta―No señor ―aseguran los hombres a la vez y mi hermano parece realmente disfrutar esto.

       Laika se reincorpora muy deprisa, un fuerte cabezazo hace a su escolta flaquear y no lo piensa mucho para caer sobre su hermano y lanzar los puñetazos que sus manos alcanzan a lograr. Cypriám la sostiene por los hombros mas no pinta ninguna expresión en particular, Leónidas hace una señal con la cabeza y el hombre derrumbado se reincorpora a la orden, volviéndola a sostener.

        ―Hoy es un gran día, el cumpleaños de nuestra Agatha, pero hay regalos para todos ―la forma en la que medio sonríe y se mete las manos en los bolsillos, despreocupado antes todo lo que ha logrado, me produce las ganas más prepotentes de escupirle en el rostro, pero se ven opacadas por el sonido de mi corazón quebrado al notar como Cypriám no me dirige siquiera la mirada, pareciera incluso que jamás nos hemos visto en la vida.

        Mi hermano mira a su mejor amigo, que aún tiene el entrecejo fruncido y se ve la herida con furia en los ojos. Ambos parecen comunicarse con la mirada, de un momento a otro River le asiente y camina tranquilamente en dirección a la cocina, hace una señal con la cabeza y unos pasos de tacón bajo se escuchan aproximarse.

       Hay una especie de chillido que sale de la boca de Laika al sobresaltarse, y la calma que estuvo hospedándose hasta el momento en el cuerpo de Dashiell se acaba de quebrar en un millón de pedazos, cuando una de las chicas del servicio trae a Amhenadiel en brazos, para nuestro alivio, sin un solo rasguño aparente.

       La chica se mantiene cabizbaja mientras que se acerca a Laika. La mano de Leónidas se posa repentinamente en el vientre de la joven, eso la hace parar en seco y que su respiración se agite un poco, temerosa de su tacto.

       Él dibuja una sonrisa maliciosa dirigida a la cara anonadada de Laika y a los forcejeos furiosos de Dashiell.

       ―No nos apresuremos, somos testigos de que las cosas buenas se hacen esperar.

       ―No te atrevas a poner un solo dedo en mi hijo, maldito Soloviov ―gruñe Dashiell, sin duda parece ser complicado el contenerse.

       Leónidas suelta un suspiro gracioso―No lo haré, no lo haré ―levanta ambas manos, restándole importancia. ―solamente quiero comprobar algo antes de hacer entrega de su hijo. Que, por cierto, los felicito a ambos, es un gran niño, muy bien portado, de hecho, no nos ha dado ningún problema en los días que tiene con nosotros.

       Los ojos de Laika se abren un poco más que antes―Días... ―alcanzo a notar que articulan sus labios al formar un susurro―¿Dónde está Maya? ―pregunta alzando la voz.

       River hace una mueca de incomodidad que se ve opacada por su aire orgulloso―Ella puso un poco más de resistencia, desgraciadamente tuvimos que encargarnos de ella ―le guiña un ojo―, si entiendes a lo que me refiero con eso.

       Leónidas levanta el dedo para con una señal hacerlo callar―Que tu hermano te de los detalles, ha estado al tanto de todo y ha colaborado en lo mejor posible ―sonríe cínico―. Ese no es el caso, lo importante es que tu hijo está bien y que va a estar en tus brazos antes de lo que te imaginas, solo necesito que tomes una pequeña decisión en voz alta. Me da mucha curiosidad.

       Los ojos de todos están puestos en mi hermano, más los míos visualizan a Cypriám como si fuera lo único en todo el salón, él por su parte no me ve, como si yo fuera lo único que no estuviera a allí.




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