Lía:
Lana está sentada en uno de los sofás de color blanco de la sala, llevamos unos cuantos minutos charlando sobre lo sucedido y la propuesta de Remus, pero realmente no le encuentro sentido a ello, porque apenas nos conocemos hace unas semanas y somos completamente unos extraños, como para así decidir de la noche a la mañana proponerme algo. Es muy extraño, y otra cosa que es muy rara es que me dijo que hay alguien, o más bien una sombre vigilándome en las noches y quiero saber a qué me enfrento, por lo tanto, averiguaré quien es a persona que intenta pasarse de lista conmigo.
—¿Qué vas a hacer? — investigó.
—No lo sé, pero estoy segura de que no hará nada al respecto solo por rechazar su propuesta.
—No te confíes, claro que lo puede hacer.
—Que lo intente, yo no soy un juego. Él lo sabe, no le conviene, además de que noté que no es lo suficientemente inteligente como lo pensé. —Respondí.
—¿Desde cuándo lo conoces?
—Hace unas semanas, gracias a Raelyn. ¿Y tú porque venías muy sonriente con el chico? — Aprovecho para hacerle la pregunta de improviso, porque me parece extraño y más el hecho de que hablaban como si ya se conocieran.
—Oh eso, solo me agradó. — Ajá y crees que te creeré. La puerta principal se abre, así mostrando a mis padres entrar por ella. Genial, creo que hoy se armará la tercera guerra mundial. <<Te olvidaste de ese pequeño detalle, niña>> dice la voz en mi cabeza, aunque creo que es un poco tarde para recordarlo. Nada raro de mi voz mental.
—Ya llegamos, Lía. — Dijo Akilina, mi madre. Venía con una sonrisa, pero al ver a Lana esta se desvaneció. — ¿Qué hace ella aquí?
—Es mi visita, madre. — Dije un poco cansada, porque sé que mamá no la quiere ni un poco, ya que obviamente Lana fue producto de la infidelidad de papá, y se lo recuerda. Muchas veces me pregunto en donde se quedó el amor propio, sabiendo lo asqueroso que es mi padre con ella. No la agrede físicamente, pero si verbalmente. Pero agradezco el hecho de que no lo haya hecho. Además, no quiero que él la mate a golpes, eso lo quiero hacer yo, pero no necesariamente a golpes.
—La quiero fuera de aquí. — Ordenó en ese tono ruso tan característico de ella, papá por su parte subió las escaleras para ir hacia la habitación, como siempre haciéndose indiferente a la situación.
—No, ella se queda. Te recuerdo que no es mi culpa que tu esposo te haya sido infiel con la madre de Lana, reclámale a él su infidelidad. — Agregué serena. Ella subió las escaleras hecha furia, pero no puedo hacer nada porque tengo la razón, y lo sabe.
—Creo que ya es tarde, y es mejor que me valla.
—Está bien, pero espera. — Ella se queda extrañada cuando me ve agarrar las llaves de la camioneta de uno de mis padres, obviamente no la dejaré irse sola, y menos sabiendo que le puede pasar algo. —Ahora sí, vamos. — Me regala una sonrisa, es extraño porque soy una persona que le gusta asesinar, pero aún, así no soportaría ver o escuchar que le pasó algo a alguien que quiero.
Salimos por la puerta de la cocina que va a dar al garaje de la casa, aprieto el botón para quitar el seguro de la camioneta, escucho que el que hace el ruidito es el de Piper Bennett, mi padre. Nos subimos a la camioneta grande de cajón de mi padre, introduzco las llaves y la enciendo. La puerta del garaje se abre, consigo le da paso a la camioneta para que pase. Salimos del vecindario, observo los árboles pasar por mi venta, al igual que los otros carros del otro carril. Son casi las once de la noche, y todo luce como si fueran la una de la madrugada, y eso que siquiera nos hemos adentrado en el pueblo, porque apenas voy conduciendo por la carretera que va a dar hacia el. A veces me pregunto cómo es que camino esto de ida y vuelta al trabajo, en auto parece bastante largo, pero caminando es otra cosa. Supongo que es la costumbre de hacerlo todos los días.
Decido doblar en un cruce para evitar entrar al pueblo, sé que Lana está un poco cansada y no quiero que se duerma aquí, y después tenga que ser yo la que la baje de la camioneta. Conduzco unas cuantas calles más, hasta llegar a una calle que se adentra en el lago del pueblo, ella vive en una pequeña cabaña frente al lago, por lo que me contó paga poco por el lugar, y se ajusta perfecto a su presupuesto.
Entro en la calle de piedra, a unos pocos metros queda la casa, por lo tanto, no duro ni diez segundos en llegar a ella.
—Hemos llegado, Lana. — Comenté un poco alto, ya que venía un poco dormida.
—Gracias, adiós. — Dijo bajándose de la camioneta, cierra la puerta, pero eso no es lo que logra llamar mi atención. Un chico sale de la cabaña, es bastante alto, y nunca lo había visto en mi vida. Lana nunca me había comentado algo de esto, a pesar de que nos tenemos mucha confianza, o bueno nos la teníamos, porque al parecer no me tiene la suficiente para contarme que vive con alguien.
Observo como ellos se adentran en la pequeña casa, vuelvo a encender la camioneta para dirigirme a casa, o quizá no porque se me acaba de ocurrir algo bastante ingenioso.
*
Me siento a la orilla del acantilado, este es mi lugar favorito en el pueblo. Una cosa que adoro es sentarme aquí cuando hay luna llena, en este caso no hay, pero el cielo esta estrellado y se ve precioso de cualquier forma.
En el agua se ve levemente reflejadas las estrellas. Respiro profundo, y consigo también cerrando los ojos, para poder sentir mejor esa sensación de paz que este tipo de cosas me causa. El viento frío azota mi cara, así consiguiendo que me abrace a mí misma, y aquellos recuerdos de esa noche regresan inesperadamente a mi mente.
—Suéltame. —Grité desesperada. Él no me no hizo caso, corro lo más rápido que puedo hacia la casa.
—Ven acá niña. — Exclamó mientras corría tras de mí. Entro en la casa, busco algo con mi vista para que me pueda ayudarme a defenderme, pero no lo encuentro. Trato de entrar en la cocina, cuando siento que alguien me toma del pelo y me lleva arrastras hacia la sala. — ¿A dónde crees que vas?
Editado: 19.01.2023