El Oscuro [saga Arévalo #13]

Capítulo 2

—¿Qué harás con la chica? — Mario me observa.

— Maldito Bernardo, lo hizo a propósito.

— Ella me da pena Elias — me encogó de hombros — ¿La echarás a la calle?

Suspiró y tomó entre mis dedos aquellas cartas marcadas con las que había recuperado mi hogar, a mi mente vinieron los recuerdos cuando Bernardo nos echo de casa y mamá le suplicaba, que no la arrancará de su hogar, pero Bernardo ignoró las lágrimas de mamá y más rápido tomó el equipaje para tirarlo a la calle.

—No — caminé por la que por muchos años fue la biblioteca de papá y al parecer se había convertido en la sala de juegos de Bernardo. Al menos los estantes estaban ahí y los libros que papá leía asiduamente, sonreí al recordar cuando por las tardes, lo encontraba en la biblioteca muy concentrado leyendo un libro. Mamá sonreía y me decía que él se sumergía en el mundo del libro que leía.

— ¿Y tú madre?— salgo de mis recuerdos y con severidad miró mi entorno.

—Ordena que saquen esas mesas de está biblioteca, que limpien los libros, los estantes y obviamente estas sillas tigreadas las quiero fuera de aquí.

Mario asiente.

— ¿Y la alfombra? —  veo aquella alfombra de un oso.

—Me conoces muy bien, sabes que odio el maltrato a los animales así que es lo primero que debe salir de aqui.

— La compañía de limpieza llegará en cualquier momento.

— Te encargo, voy a salir — me dirijo a la puerta, pero me detengo — No quiero amistades con Gazmira.

— Se aburrirá sin hablar con nadie.

— Debió ser mas lista y huir antes que yo llegará a la casa.

— Se ve enferma, camina despacio y... — levantó la mano y niego.

— Bo te he preguntado su condición, si pudo golpearte con el bate es por que no está tan mal como ella quiere aparentar.

— Está bien amo —  enarcó una ceja.

— ¿Amo? — Mario está gruñendo mientras va seleccionado lo que va para la basura — Sólo me llamas amo, cuando estás molesto, no daré explicaciones y lo sabes, así que ahórrate el berrinche Mario.

— ¿Berrinche?

— Si berrinche, te encargo la limpieza de la casa.

Salí de la habitación y al pasar por las puertas de cristal que daban al jardín, me detuve al ver a Gazmira hablando con un ave grande. El ave movía la cabeza hacia todos lados, daba pasitos de izquierda a derecha.

— ¿Dónde está ese chico guapo? — la voz dulce de Gazmira provocaba que las plumas del ave se erizaran.

— Aquiiiiiiiiiiiiiiiiiiiîiii — giré y salí de ahí,  antes que ella me viera.

Gazmira

¡Es un idiota!— Paquito seguía degustando el pedazo de banana que le había entregado — No sabes cuanto lo odio.

— ¡Es un idiota!, Paquito lo odia.

Resoplé y cerré su jaula, me senté en la silla que estaba en la terraza y mi mirada se perdió en la fuente que estaba en el centro del jardín, siempre me gustó, cuando fui a parar a la casa de Bernardo, mi vida se volvió un infierno, pero mamá lo había asignado mi tutor... en estos tiempos y yo con tutor, pero mamá confiaba que él administraria la herencia que me había dejado mi abuela. Mamá temía que yo me enredara con un hombre sin escrúpulo y este me dejara en la calle. Dentro de tres meses cumpliría la edad de veinticuatro años, y aparentemente era la edad según mamá en que yo recibiría mi herencia, pero el ser abandonada en esta casa y ser apostada en un juego de cartas, me causaba duda que mi herencia existiera.

— Gazmira —  levantó la mirada y Josefa lleva una bandeja — Le traje comida.

La coloca en la mesa y frunzo el ceño al ver pan tostado con mermelada, huevos revueltos, una jarrita de café, otra de leche.

— ¿De dónde lo has sacado?

Josefa sonríe y me entrega los cubiertos.

— El nuevo patrón, se asustó al encontrar la refrigeradora con un gran candado e igual las despensas. Inmediatamente abrió los candados, no sé como lo hizo.

— Llévate esto Josefa, ahora es del patrón, sabes que Bernardo no le gustaba que nosotros comieramos de su comida y ....

— El patrón se molestó Gazmira al conocer que ni los empleados ni la hermana probaban de esta comida... que sólo frijoles estaba permitido para nosotros.

— Pero...

— Niña, él me ha ordenado que tengo que vigilar que usted esté comiendo, por su condición.

Negué, pero el rostro de susto de Josefa me hizo suspirar.

— Está bien Josefina, no te meteré en problemas con el patrón, después de todo, ambas hemos sido ganadas en un juego de cartas.

— Quizás Gazmira esta es la respuesta a mis plegarias, el señor Bernardo era demasiado cruel con usted, aún siendo su hermana...

— Hermanastra.

— Pero estaba bajo su cuidado y él la dejaba pasar hambre, muchas veces para poder darle sopitas a usted cuando más lo necesitaba, tuve que ir a la casa vecina a pedirle a la muchacha de servicio un poco de comida....

— Josefa no debiste hacerlo, pero te lo agradezco. ¿Todos han comido?

Josefa sonrió, su rostro ajado por las arrugas se volvió cálido.

— Fueron felices al dejar de probar frijoles, sabe que aguantabamos por usted señorita, no la queríamos dejar con ese monstruo.

— Gracias Josefa — llevé la tostada con mermelada a mi boca, sentí tan delicioso ese pedazo, desde que tenía diecinueve años había dejado de comer como era.

Comí aquella comida como el más rico manjar que existía. El silencio era agradable, el café recién hecho con la leche me pareció delicioso, ya nada de café agrio.

Josefa se marchó con la bandeja, mientras yo tuve que desabrochar el botón de mis vaqueros y bajar el ziper por que mi estómago lo sentía hinchado de tanto comer.

Los empleados de Bernardo, muchos se habían marchado por que él era un hombre que les gritaba y los trataba mal, pero Josefa y su esposo David habían sido contratados por mamá y cuando ella murió, se fueron conmigo a la casa de Bernardo y habían aguantado las penurias por no dejarme sola.




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