Entró a aquel casino, miró alrededor y veo a los hombres en las maquinitas desesperados por ganar dinero, otros gritando de felicidad al saber que lo habían logrado.
Voy a sentarme en una, pero ruedo los ojos al ver a aquella rubia acercarse con la caja de cigarrillos.
— ¿Desea un cigarro?
— ¿Me sigues? — apretó los dientes, pero ella ni se inmuta — Casino al que voy, apareces... corrección aparecen, veo a las otras dos idénticas a ella con la caja de cigarros.
— Quizás es el destino — enarcó una ceja y me dejo caer en la silla frente a la máquina.
— Voy a jugar y no quiero interrupciones.
— Sólo una pregunta — pasó una mano por mi quijada molestó, estas mujeres eran un grano en el trasero. Estaba seguro que trabajaban para algún enemigo mío.
— ¿Si te contestó se marcharán? — las tres se observan y asienten — Hazlo, pero ya.
— ¿Vives el código? — la miró sorprendido porque no sé al principio de que habla... pero luego se viene a mi mente el único código que conozco... el código Arévalo... apretó la mandíbula.
— ¿Qué código? No sé de que rayos hablas, respondí la única pregunta que me solicitaste, pueden marcharse.
Mi mirada se dirigió a la pantalla, pero solté un jadeó al sentir que me han jalado de la oreja.
— Cuando hablas con una mujer, no la echas, te despides con educación.
— ¿Quién rayos te crees?
— Mi nombre es Lena Arévalo — suelta mi oreja y se da la vuelta, las trillizas se han marchado.
— Tiene carácter — giró el rostro y veo a una chica guapa, sentándose en la máquina que está junto a la que he elegido.
— No me digas que también eres una Arévalo — ella suelta una carcajada.
— No, mi nombre es Constanza Vrej, buena suerte en tu juego — la veo concentrarse en la máquina y cuando lo voy a hacer yo, ella me pregunta.—¿De qué código hablaría? Será que tienes algún secreto para ganarle a las máquinas — su mirada está centrada en mi.
— No, habla de una tontera que hay en su familia.
— ¿Su familia? — asentí — Pero ella te preguntó si tú lo vivías, significa que son familia.
— No la conozco — me encogí de hombros y empiezo a jugar, mi mente se ha centrado en el juego y en ganar.
Especial trillizas.
— ¿Será que en algún momento podrás aguantarte ese carácter? — Elena se despoja de la ropa que nos hemos puesto para entrar al casino.
— Es un maleducado con mayúscula.
— ¿Qué esperas de él Lena? — Eloise se ha sujetado el cabello — Murieron sus padres y se crió en las calles.
— Es que me dan ganas de golpearlo con la bolsa y así poder conversar con él — aseveró Lena —Es la primer misión que nos encarga don Víctor.
— Quizás, Constanza logra sacarle palabra — declaró Eloise, pero ni ella lo creía, Elias Arévalo era un hombre hermético, jugador, estafador y sobre todo alguien que no le importaba nada.
— Es que no puedo creer que no sepa del código — Lena dio una patada en el suelo.
— Debe conocerlo Lena — Elena puso su mano en su hombro — Investigué y en la casa donde se acaba de mudar hay una chica.
— ¿Ahora eres detective como Max? — Lena entrecerró los ojos y miró a Elena que sólo se encogió de hombros.
— Algo debía aprender.
Gazmira
— ¿Te dijo el patrón por qué debes estar pendiente de mi? — Josefa dejó de amasar la masa para las galletas que iba a preparar.
— Perdóname Gazmira, pero era la única manera en que comerías, tuve que inventar eso, pero te aseguro que él dijo que nadie en esta casa volvería a pasar hambre. Ordenó que empacara las latas de frijoles, lo escuché decirle al otro señor que anda con él, que a Bernardo los frijoles le iban a saltar por los ojos, se iba a encargar que en su estómago sólo frijoles llegarán.
— Él me da miedo Josefa, no me vuelvas a mentir por favor.
— Perdóneme mi niña — asentí y me puse de pie.
— Iré a tapar la jaula de Paquito.
Caminé con pasó lento hacia la terraza, el sol se estaba poniendo, Paquito estaba en un rincón de la jaula ya con los ojos cerrados.
— No finjas — susurré, él abrió un ojo.
— ¡Paquito a dormir! ¡Paquito a dormir!
— Calla Paquito que a eso he venido — abrí la jaula y pasé un dedo sobre la cabeza de Paquito — Descansa.
Cerré la jaula bien y la tapé.
— Es un pajarraco educado — di un salto al escuchar esa voz.
Me giró y Elias me observaba, llevaba barba de dos días, el olor de su colonia se mezclaba con el olor a cigarrillo, quitó su chaqueta y abrí más los ojos al ver sus brazos musculosos tatuados.
El sonrió con burla.
— ¿Me juzgarás por los tatuajes? Debes pensar que soy una escoria por estar tatuado, algo de lo peor.
Me he quedado en silencio viendo cada dibujo en su piel.
— Me gustan los tatuajes — él enarcó una ceja y se cruzó de brazos.
— Siéntate Gazmira — su voz me sonó a una orden y detestaba las ordenes.
— ¿Qué deseas?
— He tratado de localizar a tu hermano, es una locura que él te haya incluido en la apuesta.
— Tú firmaste Elias, delante del notario.
— Pensé que se refería a que la casa estaba amueblada. No imaginé que se refería a personas dentro de la casa. ¿tienes mas familiares?
— No — suspiró — No tengo donde ir, en tres meses recibiré mi herencia y podré marcharme.
— ¿Herencia? — quise tapar mi boca, había revelado mi secreto a un timador, estafador.
— No es mucho... — Elias me sujetó del brazo.
— Te aconsejo que no le digas a Bernardo de tu herencia... — desvié la mirada — Por tu rostro me doy cuenta que él ya lo sabe, en ese caso, no le digas cuando la recibirás.
— Él la maneja — Elias me suelta.
— Entonces no cuentes con esa herencia, tú hermano es un hombre sin escrúpulos, el hecho de apostarte dice mucho — tomó su chaqueta negra de cuero y salió de la terraza.
Cerré los ojos por que también sospechaba que ya no existía mi herencia y eso me dejaba en la calle.