El Oscuro [saga Arévalo #13]

Capítulo 4

Gazmira

¿Pasa algo? — Josefa se sienta junto a mi y toma mi mano entre las suyas — Estas helada y llevas tu suéter.

— Creo que Bernardo no me entregará la herencia — levantó el rostro y veo el cielo lleno de bellas estrellas — Si la ha jugado, estoy totalmente en la calle.

— No pienses eso, debes pensar en sanar.

— ¡No tengo dinero ni para las medicinas! — bajó el rostro y dejó salir las lágrimas — Quizás debí morir esa noche...

— Niña... — me pongo de pie y le doy la espalda a Josefa.

— Vivo con la culpa Josefa, si no hubiera tratado de huir esa noche...

— No fue tu culpa, debías hacerlo, el mal nacido de tu hermano no tenia cuidado en la gente que metía a la casa y no hizo nada cuando ese tipo quizo violarte.

— Josefa... — seguí llorando — Por mi culpa, esa mujer murió. Me estrelle contra su auto y perdió la vida y encima...

—Llevas su corazón — sentí los brazos de Josefa rodearme — Mi niña, no fue tu culpa, estabas sufriendo un infarto en ese momento, por eso te estrellaste contra su auto. Es duro lo que pasó mi amor.

— Ella era la esposa de Elias — siento los brazos de Josefa apartarse de mi.

— ¿Cómo lo sabes?

— Bernardo me lo dijo el día que se iba a marchar, que Elias deseaba vengarse de mi porque mate a su esposa y por eso él me ganó en el juego.

— Tu hermano es retorcido niña, no es tu culpa que su esposa fuera donante de órganos y que sufriera muerte cerebral.

— Sabes que si es mi culpa su muerte cerebral, me estrelle contra su coche — las lágrimas salían.

— Yo le creo a Josefa — me giré y de la oscuridad del jardín salió el hombre al que golpeé con el bate — No debo meterme en su plática, pero yo conocía a Violeta muy bien, me dolió su muerte, pero un ataque al corazón no se puede evitar.

— Yo la mate — él metió las manos en su bolsillo.

— Lo hiciste, pero no fue tu culpa, la prueba es que no estas presa.

Suspiré.

— ¿Cómo te llamas?

— Soy Mario, deberías estar tranquila, debes recuperarte bien del trasplante.

Asentí y pasé un mechón de cabello detrás de mi oreja.

— Gracias Mario, disculpa el golpe que te di.

— No te preocupes Gazmira, ve a descansar.

Asentí y caminé hacia mi habitación, me  di un baño y me puse mi camisón para meterme a la cama. Josefa me había dado una pastilla  para dormir, la preocupación desde esa fatídica noche no se apartaba de mi lado, cerré los ojos y rápidamente me quedé dormida.

Elias.

¿De qué hablas?

— Es tu responsabilidad, ese maldito la dejó en tu casa, ella está sola. Con un reciente transplante, necesita medicinas. Estamos hablando del corazón de Violeta... no lo dejes morir.

Mario se dio la vuelta y me dejó la receta en mi cama, mi respiración era acelerada, mi pecho subía y bajaba.

Violeta... cerré los ojos recordandola, según la historia había una segunda alma gemela... pero yo no deseaba encontrarla... mi vida se había detenido el día que perdí a Violeta y no deseaba volver a sentir ese dolor. Tomé la receta y busqué las llaves de mi moto, iría por las medicinas, lo haría por ese corazón que una vez me amó.

Dos horas después

La molestia me embargaba, Mario cuando pegaba la cabeza a la almohada ni una bomba atómica lo despertaba, la casa estaba en silencio y yo salí molestó de la habitación de Mario, según la receta Gazmira debía beber una píldora a las 6 de la mañana así que no podía dejar las medicinas en la habitación de Mario esperando que despertará, con renuencia me diriji a su habitación, abri la puerta y rodé los ojos al ver la lámpara de colores de Gazmira que proyectaba en la pared peces... me acerqué a ella y puse la bolsa de medicinas junto con la receta en la mesita de noche, suspiré y extendí  mi mano para tocar su hombro y despertarla para indicarle que ya tenía medicamentos y debía tomarlos.

Sonreí al ver el camisón de mangas largas y vuelos en los puños, si yo tuviera abuelita usaría un camisón como el que llevaba Gazmira.

Ella se movió y los botones superiores de su frente estaban desabrochados, fruncí el ceño porque se asomaba el inicio de una cicatriz en su pecho, tenía curiosidad de ver la cicatriz donde descansaba el corazón de Violeta. Con cuidado de no despertarla y rozar su piel, abrí el camisón del frente y me tope con aquella gran cicatriz, cerré los ojos al recordar como Violeta tomaba mi mano y la ponía en su pecho para que sintiera como su corazón latía por mi, según sus palabras... sin pensar extendí mi mano y al intentar posar la mano en su pecho, la yema de mis dedos fueron llenados por una descarga eléctrica que me recorrió todo el brazo llegando directo a mi corazón.

Me levanté de un salto y mi mirada contemplo a Gazmira.

— ¡No! — aseveré — Nunca más viviré lo mismo de nuevo —me giré y salí furioso de la habitación... no había lugar en mi corazón y en mi vida para una segunda alma gemela.


 




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