Elias
Ruedo los ojos y suelto un suspiro.
— ¿Monja? — ella pone sus brazos en jarra y hace una mueca con sus labios.
— ¿Te molesta? — me ha dejado casi con la boca abierta, está muchacha era una descarada total.
— Me pasas siguiendo con tus clones y lo que me preguntas es si me molesta verte vestida de monja — niego.
— Hasta que te dignes a sentarte a conversar con nosotras — hace un gesto con la mano donde abarca a sus hermanas.
— ¿Qué rayos desean? ¿No tienen vida? — enarcó una ceja al verlas que ni han parpadeado — ¿Novios? ¿Maridos?
— Casadas con los Areválos, descendientes de Tadeos y Eloise casada con un Santos, descendiente de Zulema y Diego con el hijo de Tobías — ruedo los ojos y tomó mi botella de cerveza y la pongo en mi mejilla, estas mujeres eran el colmo, sólo faltaba me sacará un pergamino con el árbol genealógico de toda mi familia.
— Felicidades — pongo la botella en la mesa y sacó de mi chaqueta un puro, el cual paso por mi nariz para saborear ese olor.
— Tú eres de la descendencia oscura de los Areválos, sólo que aún no se si de Kurt o Melanie. Los gemelos de Zulema.
Enciendo el puro y lo llevó a mis labios, mi mirada está fija en la gente que está alrededor de la ruleta, mientras la bolita decidirá si ganan o pierden.
— Creo no has hecho bien tus deberes rubia — sonrió con ironía — ¿Qué chiste tiene este juego si no sabes de quién soy descendiente? Además me perdería las miradas perplejas de todos los presentes al ver tres monjas chifladas en un bar — las miró a las tres y suelto una carcajada — Adivinó, sus maridos las han obligado a vestir así.
Las tres desvían la mirada.
— Supongo están por acá — muevo el dedo en círculos dándoles a entender que estaban en el casino.
— No lo están — la rubia líder de quién no recordaba su nombre, se ha cruzado de brazos.
— ¿Por qué las dejan salir, solas?
— No estamos solas — enarcó una ceja.
— Supongo caminan gorilas — la rubia levanta la barbilla, sonrío por que ellas eran muy bonitas, todas tenían una expresión en sus rostros que podía jurar que más o menos sabía cómo eran ellas.
La rubia líder era mandona, enojona.
La de en medio se veía tímida y la tercera, nos miraba como si fuera la sabelotodo del equipo. — ¿Por qué tanta insistencia en saber de los muertos?
— Somos una familia y debemos protegernos.
— Jared Arévalo — sonrió al ver a las tres mujeres mirarme con curiosidad — Conozco la historia.
— Entonces conoces el código — niego y me levantó, me estaba molestando.
— ¿Qué rayos pasa con el código? ¿Me persiguen vestidas de monja por un código.?
— No es cualquier código... — levantó la mano y la interrumpo.
— Sé lo que dice y en lo que se rige, pero como dijiste vengo de la linea oscura. Busquen un detective, son pésimas en ese punto — me giró porque las ganas de jugar me las han quitado.
— Hay un detective en la familia, pero están en una misión con Adán — me encojo de hombros porque no me interesaba.
— Debo irme — avanzó rápidamente hacia la puerta, escuchó un taconeo, me giró y ahí esta la rubia.
— ¿Conoces a tu alma gemela? — sonrió con ironía.
— Nos vemos rubia — salgo, pero siento una mano sujetar mi brazo.
— No olvides que hay una segunda alma gemela y si no haces nada por conquistarla la perderás — me suelto de un tirón y colocó bien mi chaqueta.
— Hasta luego rubia.
Yo sabía mejor lo que era perder a su alma gemela y me negaba a aceptar que existía otra para mi, ese dolor no lo quería volver a sentir en mi vida.