Estaba en una habitación que no reconocía, un sótano tal vez, pero más cálido. Las paredes estaban cubiertas de espejos rotos y velas encendidas...la luz suave, temblorosa.
Camine entre los espejos. Algunos mostraba mi reflejo, otros no.
Vi imagenes. Fotos congeladas de mi misma en momentos que nunca recordaba haber vivido, cumpleaños donde faltaba mi mamá, sueños repetidos y pesadillas antiguas.
Una voz suave me habló al oído:
—Tenes que recordar...
Y entonces, me golpeó de lleno, como un rayo en la cabeza. La biblioteca me la robo.
Recordé una carta. La que nunca quise leer...las palabras volvieron sola a mi cabeza:
"Si estás leyendo est, es porque ya no estoy donde debería. Si llegas a la sala de los espejos, no los mires a todos. Solo al que brilla de azul. Ahí está la verdad".
Camine sin pensar. Y lo vi: el espejo azul. Me acerque...y lo ví todo.
A mamá, parada en la entrada de la biblioteca gritando mientras una sombra oscura la arrastraba hacia una pared que se trataba todo. Ella gritaba:
—Olvidame, ¡Pero sobrevivi!